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Hay pobres y “pobres”

No nos cabe duda de que al pensar en los pobres, Jesús pensaba en aquellos que lo eran debido a causas injustas. Sin embargo, hay que tomar en cuenta otras causas de la pobreza.

PALABRA Y VIDA AUTOR 942/Angel_Bea 26 DE ENERO DE 2022 12:30 h
Imagen de [link]Katt Yukawa[/link] en Unsplash.

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En la Biblia se les da mucha atención a los pobres. De hecho en la ley de Moisés se daban mandamientos relacionados con las personas necesitadas como las viudas, los huérfanos, los pobres y los extranjeros. Según dichas leyes, quien abusara de alguno de los mencionados, no escaparía del enfado divino recibiendo su justa retribución (Sal. 12.5; Is. 1.17). Los profetas del Antiguo Testamento, tronaban contra las injusticias flagrantes que se llevaban a cabo en relación con los necesitados, naturales o extranjeros.



Luego en el Nuevo Testamento los pobres siguen teniendo un lugar preferente en el corazón de Dios. ¿La razón? Dios es consciente de que la pobreza, en términos generales, es el resultado –entre otras causas- de múltiples injusticias que privan a los seres humanos de los recursos necesarios para subsistir y realizarse como personas hechas a la imagen del Creador. La pobreza afecta a la educación, la salud y a todo aquello que contribuya a la formación de los seres humanos y que el Creador ha puesto al alcance de todos como un derecho, no de unos pocos solamente. Y cuando se somete a las personas a una condición de pobreza, se está atentando seriamente contra su propia dignidad personal. Es por eso que en el mensaje de Jesucristo los pobres tienen una importancia más que relevante. A ellos les es anunciado primeramente el mensaje de las Buenas Nuevas (Luc.7.23). De los pobres debía cuidarse la iglesia de Jesucristo (Hech.6.1-7; 20.35) y en el juicio final, la atención que cada uno haya prestado al necesitado que tuvo a su lado, determinará de forma definitiva la clase de creyente que era. (Mat.25.31-45)



No nos cabe duda de que al pensar en los pobres, Jesús pensaba en aquellos que lo eran debido a causas injustas.i Sin embargo, hay que tomar en cuenta otras causas de la pobreza. Por ejemplo, la Biblia nos habla de manera muy precisa del perezoso. Aquel que pudiendo trabajar no lo hace y está poniendo continuamente excusas para no hacerlo. El tal, siempre estará en un estado de pobreza. Los textos siguientes dan para hacer un estudio completo de esa figura que siempre ha abundado en toda sociedad. (Prov.6.6-11; 10.4-5,26; 12.11,24,27; 13.4; 15.19; 18.9). Y dado que el trabajo es un mandamiento que forma parte del Decálogo, el perezoso estará cometiendo un serio pecado delante de Dios y de los hombres. De hecho, el mismo Confucio decía que “el perezoso es un fardo para la sociedad”. También habría que preguntarse qué concepto tienen las gentes de algunos países sobre términos como, dignidad personal, justicia social, trabajo, derechos humanos, etc. No debemos llamarnos a engaño. Donde tales conceptos no es que no estén claros, sino que no existen (¡ni se los plantean!) las consecuencias para toda la sociedad son nefastas. ¿Puede prosperar un pueblo sin que se tengan claros y bien interiorizados los principios mencionados?. No lo creemos y mucho nos tememos que, en esos casos, una ayuda permanente a la pobreza sin que fuera acompañada de una adecuada educación, no sería sino un saco sin fondo que no conduciría a sacar a ese supuesto país del mísero estado en el cual se encuentra. Al contrario, lo empobrecería mucho más en otros aspectos. Las causas, en estos casos, más que de las injusticias directas, tienen que ver con una pobreza y mísera forma de pensar debido, igualmente, a una cosmovisión deficiente y/o a una falta de educación.



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Pero en sociedades como la nuestra, no siempre es fácil determinar quiénes son aquellos pobres que tienen un lugar preferente en el corazón de Dios. Entre todos los que parecen pobres, los hay de verdad y los hay que son unos aprovechados y oportunistas, con una filosofía de vida que repugna a cualquier hombre y mujer de bien. Estos son los que prefieren la mendicidad antes que el trabajo. O bastantes de aquellos que teniendo lo suficiente, son visitantes habituales de bancos de alimentos de donde reciben su provisión para todo el mes. Luego hay otros bien conocidos, que ponen a sus mujeres a las puertas de los supermercados, mal vestidas y con una voz quejumbrosa tratando de despertar la compasión de los viandantes, para conseguir “algo para comer”.



Al respecto de esto último, hace tiempo íbamos a un supermercado a la puerta del cual siempre había una mujer cuyo aspecto despertaba compasión. Así que al salir de la compra, cada cual le aportaba alguna cosa y de esa manera, al final del día juntaba la provisión de comida para su casa. Así la estuvimos viendo por unos tres meses. Un día estábamos en un centro comercial de otra zona bien alejada del primero. Cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos a la mujer mencionada, bien arreglada y del brazo de su marido (supuesto) en uno de los establecimientos laterales haciendo algunas compras. Por su aspecto, ambos bien podrían pasar por ser de la clase media alta. ¡Caramba! ¡Quién lo diría! La mujer nos vio y como nos conoció se dio media vuelta tratando de pasar desapercibida. Antes de que nos reconociera, todavía nos dio tiempo para ver ¡un diente de oro a través de la abierta sonrisa de su marido! (¿?). Posteriormente ya no se puso más en el sitio habitual donde solíamos verla. ¿Son éstos los pobres de los cuales habló Jesús?. Podríamos poner algunos ejemplos más, pero de estos hay miles en nuestro país.



Luego, hay personas que en tiempo de abundancia vivieron por encima de sus posibilidades, porque la codicia les cegó: cambiaron su casa “pequeña” por otra más grande; se deshicieron del coche “viejo” y compraron otro y a eso, además, añadieron muebles nuevos, con una televisión panorámica excepcional. Pero ya puestos… Ellos se entramparon hasta mucho más allá de lo conveniente: “Cariño, con tu sueldo pagamos la hipoteca y todo lo demás y con el mío, nos arreglamos perfectamente para la familia”. Luego, cuando vino la crisis y uno de ellos perdió el empleo, han venido a pobreza y después… el desahucio. ¿Son éstos los pobres de los cuales habló Jesús, o están cosechando el fruto de su propia codicia?. El cristiano, no obstante debería marcar la diferencia. La Biblia dice: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé ni te dejaré” (Heb.13.5)



Pero también hay otros que viven de forma irresponsable, sin pensar en las consecuencias de sus actos. Hace algún tiempo nos contaba el director de un banco, que una mujer recibió unos 250.000 euros de una pequeña herencia, la cual dilapidó en apenas dos años. Al final, quedó tan endeudada, que hipotecó el piso de su madre, la cual era de casi 90 años y que vivía sola. Como no pudo hacer frente a los pagos, llegó la hora del desahucio. “¡Pobre anciana! –decía la gente- ¿Pero cómo es posible que el banco haga eso con una anciana de casi 90 años?”. Pero luego, la despilfarradora-hija iba en primera fila en una manifestación anti-desahucios. ¿Son éstos los pobres de los cuales habló Jesús?. Se dirá que “ese es un caso particular” y que “un garbanzo no hace cocido”. Es verdad, pero esa persona bien podría representar el “colectivo de los oportunistas”, que en este país sumarían muchos “garbanzos” para hacer un gran “cocido”. Parásitos de la sociedad –o “fardos”, que diría Confucio- que esperan que los demás les solucionen sus propios problemas, sintiéndose con todos los derechos para reclamar, dado que el llamado “Estado del Bienestar” no se va a preocupar tanto por todas las causas de la pobreza –si son justas o no- sino que va a beneficiar a todos por igual. O sea, “¡Un chollo!”



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En una sociedad, cuando falta la luz de Dios en las vidas de los seres humanos, hay tal confusión sobre lo que está bien y lo que no, lo que es justo y lo que no lo es; lo que es la verdad y lo que es la mentira disfrazada de verdad; y lo que es honesto o solo lo parece, que sólo el mismísimo Dios sería capaz de poner fin a tanta injusticia, mentira, deshonestidad y corrupción disfrazada de falsa moralidad y presunta legalidad. Tan gigantesca tarea será llevada a cabo por Dios “el día en el cual juzgue por medio de Jesucristo (y ponga de manifiesto) los secretos de los hombres” (Ro.1.16).



Dios sabe quiénes son los pobres de verdad y nosotros no debemos llamarnos a confusión sólo por el hecho de ver gente que parece pobre, pero que no lo es; y no por causas injustas, precisamente. Lógicamente, lo dicho anteriormente no debería servir de excusa para no buscar la justicia ni asistir a los que son verdaderamente pobres: Aquellos que lo son por causas injustas y de los cuales habló Jesús.





Notas



i Por ejemplo, en Guinea Ecuatorial, “Gracias a los ingresos petroleros, la producción se ha multiplicado por diez en los últimos años, Guinea Ecuatorial ha experimentado tasas de crecimiento del 33%. Sin embargo, tal afluencia de riqueza no está sirviendo para mejorar las condiciones económicas de la población… El gobierno de Teodoro Obiang Nguema está internacionales de Derechos Humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch.[cita requerida] Específicamente se han denunciado las desapariciones de activistas, la tortura, la falta de libertad de prensa, la falta de garantías jurídicas reales, la manipulación de los procesos electorales y el extremadamente desigual reparto de la riqueza del país”


 

 


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COMENTARIOS

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PensamientoCrítico
31/01/2022
11:23 h
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De acuerdo contigo Ángel. La pobreza, en cierta manera es injusta y genera externalidades negativas. SI bien, también es cierto, que la persona que recibe constantemente esa ayuda se puede acabar acostumbrando entrando en una espiral peligrosa que le puede llegar a un conformismo, a una queja continua, y a un victimismo sin que ello suponga ninguna búsqueda activa para mejorar su situación precaria.
 



 
 
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