Hay alrededor de 3.200 millones de personas sin acceso al mensaje de Jesús, es decir, un 40% no alcanzadas por el Evangelio. ¡Y menos del 1% de los misioneros enviados se están encargando de predicar en estos lugares no alcanzados!
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Por Rebeca Herrero Cánovas
Después oí la voz del Señor que decía: ‘¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?’. Entonces respondí yo: ‘Heme aquí, envíame a mí’. (Isaías 6:8)
Cuando mi hermana y yo teníamos 7 y 8 años, mis padres decidieron dejarlo todo y marchar a predicar el Evangelio en una caravana, por pueblos no alcanzados del sur de España. Hace un par de años, mi mejor amiga fue enviada a Oriente Medio, a un lugar donde el cristianismo es perseguido, penado, donde predomina el islam y hay grupos que no han sido alcanzados todavía por el mensaje de Jesús. Y me pregunto: ¿Y yo?, ¿he sido ya enviada aquí donde estoy?, ¿me he parado realmente a preguntarle a Dios dónde existe necesidad de ir?
Según datos del Joshua Project, todavía hay alrededor de 3.200 millones de personas sin acceso al mensaje de Jesús, es decir, un 40% no alcanzadas por el Evangelio. ¡Y menos del 1% de los misioneros enviados se están encargando de predicar en estos lugares no alcanzados!
Nip Ripken nos cuenta en su libro titulado “La locura de Dios” que, tras diez años de misionero con su familia en África, se da cuenta de que aunque ya había sacrificado su cómoda vida en EEUU para ir a predicar el Evangelio, no había estado dispuesto a dejarlo todo. Como él mismo describe, había dicho sí a VIVIR por Jesús, sí a IR por Jesús, pero no a MORIR por Jesús.
Cuando su familia y él decidieron (porque es una decisión) estar dispuestos a dejarlo todo, fueron enviados allí donde realmente Dios necesitaba que fuesen. Fueron redistribuidos según la verdadera necesidad, y solamente ocurrió cuando, esta vez con un compromiso más profundo, respondieron a Dios con un nuevo: “Heme aquí”.
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No un “heme aquí” a medias, o romántico como cantamos a veces. Un “heme aquí” que implica vaciarse de toda voluntad y deseo personal y terrenal. Implica desligarnos de todo lo que nos ata al lugar y la situación donde nos encontramos en ese momento. Implica decir ‘no’ a mis planes de futuro y dejar el papel en blanco para que Él lo escriba. Un “heme aquí” cuya esencia es estar dispuesto a ir allí donde es necesario y urgente que vaya, porque no hay quien les predique.
Sin embargo, mi conciencia respecto a la necesidad de estar dispuesta a realmente darle la oportunidad a Dios de enviarme allí donde es urgente se calma mientras me repito frases aprendidas como “misiones somos todos”. Pero, ¿realmente entre todos estamos cubriendo todo el campo? ¿Estamos yendo todos los que deberíamos ir? Es más, aún los que ya han ido, ¿están donde realmente Dios necesita que estén?
Si el campo está “cubierto” según la voluntad de Dios, significaría entonces que a Dios no le preocupan los lugares no alcanzados y que solo “necesita” menos del 1% de misioneros allí. Sabemos que esto no es así. Y es que ya se lo preguntaba Pablo, y escribió para retarnos en Romanos 10: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?”.
Tenemos la responsabilidad de cumplir con “La Gran Comisión”, y debemos estar dispuestos a ir. Pero antes de ir, preguntémonos si ya estamos dispuestos a desprendernos de nosotros mismos, a dejarlo todo. Preparémonos para responder a ese “¿A quién enviaré?” que se pregunta Dios mientras visualiza los lugares donde no hay quién les predique.
Así, cuando respondamos “Heme aquí” podremos hacerlo para ser parte de la expansión del evangelio y cubrir con las buenas nuevas hasta lo último de la Tierra.
Rebeca Herrero Cánovas – Compassion España – Elche (Alicante)
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