Ser uno mismo

El cantante James Taylor era uno de los mejores amigos de los cuatro Beatles en la época en la que ellos estaban atravesando dificultades en sus relaciones. Un día fue a Londres al estudio Abbey Road para estar con ellos y entonó una melodía que les gustó mucho. Comenzaba diciendo: “Something in the way she moves". George Harrison se "apoderó" de esa primera línea de la canción para componer uno de los grandes éxitos del grupo: Something. A James no le importó en absoluto.

La amistad verdadera tiene que ver con ayudarnos unos a otros. Es más, sabes realmente quienes son tus amigos cuando no tienen envidia de tu éxito. Pocas cosas destruyen tantas amistades como el triunfo; cuando nuestro amigo está pasando un mal momento, le ayudamos… cuando está mejor que nosotros, parece cómo si nos doliera.

Ese es uno de los problemas de las redes sociales en el día de hoy, dónde solo se suele transmitir lo positivo. Todos viven una vida ideal e irreal, y ese estilo de mostrar las cosas nos apartan de nuestros amigos del día a día. Muchas veces, la envidia vive escondida en la trastienda del Twitter, Facebook e Instagram. Nadie lo reconoce, pero aparece en muchas más ocasiones de lo que pensamos. Esa es una de las razones por las que lo que más suele prodigarse son las “tonterías”, es decir, hablar de situaciones intrascendentales que no van más allá de los minutos que les dedicamos. Las redes sociales pocas veces nos sirven para ayudarnos unos a otros, o simplemente para poder pensar en alto sin que todos se te echen “encima”; por eso las personas siguen sintiéndose solas. 

Muchos no saben lo que está ocurriendo ni siquiera en su propia casa, porque no pasan tiempo con sus hijos, su mujer o su marido; con sus padres, sus hermanos o incluso con los amigos. No se dan cuenta de que los están “perdiendo”, porque pasan los días contestando a los comentarios de todo el mundo en las redes sociales, pero no se preocupan por aquellos que les aman.

La persona que más influyó en la historia de la humanidad fue alguien que no escribió nada, ni recorrió el mundo, ni buscó ningún tipo de influencias importantes. Simplemente dedicó su vida a comer y beber con todos y a ayudar a todos de una manera sencilla, pero trascendental. Supongo que ya te habrás dado cuenta de que estoy hablando de Jesús.

Nuestro desafío es vivir como nuestro Padre Celestial, que no tiene en sí mismo ni un solo grano de egoísmo, que nos creó para que seamos felices disfrutando de su amor. Su felicidad vive de su gracia, porque se alegra en darnos todo lo que tiene y cuidarnos en todo momento. No debe extrañarnos que todos los que viven esa relación con Él escriben que es lo mejor de sus vidas: “Él es mi amigo fiel, mi lugar de protección, mi más alto escondite, mi libertador” (Salmo 144:2).