Los valores del Reino no están solo para proclamarlos, sino para vivirlos e impregnar todas las capas sociales, culturales, económicas y políticas con ellos.
Muchas veces no sabemos entresacar bien los valores de las parábolas del Reino, los valores del Reino en general, los valores bíblicos neotestamentarios que irrumpen en nuestra historia con la venida de Jesús al mundo, pero, aún en el caso de que los conozcamos y sepamos identificarlos, los valores del Reino no están solo para proclamarlos, sino para vivirlos e impregnar todas las capas sociales, culturales, económicas y políticas con ellos. Debemos vivir estos valores, hasta hacer que el mundo sea leudado con el reto de unos valores que son contracultura con los contravalores marginantes del mundo.
A veces, como mucho, podemos confesar algunos de estos valores como son la búsqueda de la justicia, el que los últimos lleguen a ser los primeros, la libertad, el que sepamos que en el banquete del Reino van a tener cabida los pobres y los proscritos, el que la vida no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen, el que los trabajadores más débiles y peor preparados puedan ser llamados al empleo y que se les pague igual que a los primeros independientemente de las horas que hayan podido trabajar, y muchos otros, pero el problema no es que podamos más o menos conocer estos valores, sino que el gran reto va a ser la realización de estos valores en el mundo, el que los difundamos y trabajemos con el ejemplo, el que los apliquemos en las diferentes problemáticas del mundo, el hecho de que vivamos de acuerdo con lo que confesamos, conocemos o creemos.
La realidad es que hay muchos cristianos inconsecuentes con estos valores y que, en muchos casos y desgraciadamente, se dejan guiar por los valores antibíblicos, por los valores que son contracultura y locura al lado de estos valores del Evangelio, de los valores del Reino, como son los contravalores de la riqueza como prestigio, la escalada social a toda costa, el egoísmo, las injustas acumulaciones y la insolidaridad para con el prójimo sufriente.
La iglesia y los creyentes no solamente deben defender o confesar los valores del Reino, sino hacerlos vida en su caminar diario por el mundo, hacer que se note que hay unos valores que pueden cambiar tanta injusticia, pobreza y marginación de los débiles.
Quizás, no es que la iglesia no crea en los valores del Reino, sino que no hace y actúa con la radicalidad suficiente a pesar del imperativo de projimidad que nos dejó Jesús. Sin ninguna duda, la iglesia debería ser la voz más fuerte y radical en el mundo en defensa de los valores bíblicos, aunque, para esto, es necesario hacerlos vida en nosotros en el día a día, en la práctica de la justicia, de la denuncia profética, del trabajo por una mayor equidad en el reparto de los bienes del planeta tierra y en la práctica de la misericordia.
La iglesia debería gritar más, denunciar más los valores antibíblicos y tener una voz que atronara al mundo. El problema quizás sea el habernos acomodado, el haber hecho un evangelio que mira hacia arriba y es sordo al clamor de los sufrientes del mundo. Hablamos mucho del más allá y de las bendiciones metahistóricas que nos esperan, pero podemos olvidarnos del prójimo en su situación presa de unos falsos valores humanos que no se corresponden con los valores que deberíamos proclamar, vivir y transmitir al mundo.
Quizás debamos aprender a evangelizar desde los valores del Reino que tanto tienen de promoción humana, de liberación, de respeto a los diferentes, a los débiles, a los pobres o empobrecidos por la injusticia, por las estructuras de maldad que se han creado en el mundo al vivir de espaldas a los valores del Reino. Evangelizar para todos, pero evangelizar desde los pobres como hizo Jesús. Desde ahí lanzó sus valores para toda la humanidad en compromiso con los débiles y proscritos del mundo. En muchos aspectos, Jesús ya consiguió que uno de los valores del Reino, el que muchos últimos serán primeros, ya se cumpliera con su puesta al lado de los pobres y sufrientes de la tierra, con su frase “a los pobres es predicado el Evangelio”.
Los valores del Reino nos llevan a un compromiso social excelso, el de ponernos al lado de los proscritos para dignificarlos y sacarlos a los primeros planos en donde puedan encontrar comprensión, amor y apoyo, dándonos fuerza para la denuncia profética a favor de los injustamente tratados. Los valores del Reino unen la justicia a la misericordia.
Estructuras injustas de poder pueden saltar echas pedazos con la aplicación de los valores del Reino, lo mismo el poder económico injusto puede quebrarse ante la vivencia por parte de los cristianos de estos valores. Por tanto, no es suficiente con conocerlos o confesarlos, sino que hay que ponerlos en práctica, vivirlos en favor de tantos y tantos desclasados, empobrecidos y apaleados de un sistema montado en valores injustos y contrarios a las líneas evangélicas. Los valores del Reino nos siguen gritando.
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