Amamos la comodidad dentro de las cuatro paredes de nuestra iglesia mientras que, insolidariamente, damos la espalda al grito y al gemido de los pobres y excluidos de la tierra.
Asumir la radicalidad de Jesús en muchos de sus enseñanzas o de sus valores del Reino, resultaría escandaloso para nuestra gran parte de la humanidad cristiana hoy. Igualmente, si además de sus enseñanzas, pensamos en sus estilos de vida y prioridades, ocurriría lo mismo. Y estoy de acuerdo en que los cristianos no somos Jesús para tener la capacidad y las fuerzas para andar en la radicalidad de doctrina y vida que Él anduvo, pero de ahí a pasar de puntillas escandalizándonos de estas radicalidades que se muestran en las enseñanzas y estilos de vida de Jesús, darles la espalda, puede representar una gran disfunción en la vivencia de nuestra espiritualidad cristiana.
Un tema central de gran radicalidad y que también solemos pasar de puntillas es el tema de los pobres. ¡Cuánta enseñanza bíblica en torno a este tema desde el Antiguo Testamento hasta las bienaventuranzas y los ayes de Jesús! Ayes que se dan en paralelo con las bienaventuranzas y que dejan con claridad meridiana nuestra responsabilidad ante los pobres, aunque lógicamente habla de los ricos, de los que ríen y otros. (Ver las Bienaventuranzas y Ayes en Lucas 6:17-24). Los Ayes de Lucas que pone junto a las Bienaventuranzas, pueden ser los grandes reveladores del significado último de las Bienaventuranzas, tanto de Mateo como de Lucas.
Sin embargo, nos llamamos seguidores de Jesús, pero seguidores light que nunca pensamos en la alianza de Dios con los pobres y, para nada, entramos en la identificación con los débiles, ni en la denuncia social en la que entraron tanto los profetas como Jesús mismo. No sé si es que nos da miedo la radicalidad de Jesús, o que amamos la comodidad dentro de las cuatro paredes de nuestra iglesia lanzando todo tipo de los amenes y aleluyas que nos demanda el ritual, mientras que, insolidariamente, damos la espalda al grito y al gemido de los pobres y excluidos de la tierra.
Si pudiéramos interpretar las Buenas Nuevas a los pobres y el Bienaventurado los pobres desde los ayes de Lucas, quizás nuestra alma quedaría iluminada de una manera importante. Si la iglesia no sabe, o no quiere o no puede llegar a percibir este tipo de identificación con la radicalidad de Jesús y se dedica al gozo del ritual, jamás podrá ser la transmisora de las Buenas Noticias para los Pobres, para los proscritos, para los oprimidos, los injustamente tratados, los abusados, ni para los despojados por los enriquecidos, necios acumuladores y aquellos adoradores del dios Mamón que tienen sobre sus mesas la mismísima escasez de los empobrecidos.
No. No somos capaces de, al menos en alguna medida amplia, aunque nos llamemos seguidores del Maestro, seamos capaces de asumir ese tipo de radicalidad que, en los valores del Reino, llegaría a expresarse como que muchos de estos últimos deben llegar a ser los primeros entre nosotros. Sé que muchos no entenderán esta radicalidad, ni entra en la vivencia de su espiritualidad cómoda.
Quizás nuestras doctrinas, nuestras teologías, nuestras seguridades teológicas aunque estén mutiladas, nos ciegan ante las exigencias del Maestro para con el prójimo que está en la opresión o en el abandono. Cómo vamos a poder asumir el ejemplo profético reflejado Tanto en el anuncio, como en la denuncia de la opresión, como la búsqueda de justicia o la defensa de los débiles, proscritos y abusados por los ricos y poderosos, acumuladores necios de nuestro planeta. Nos podemos quedar en la simple epidermis del Evangelio.
Nos podemos quedar con el ritual y olvidar al hombre que está en el centro del amor de Dios, quizás por encima de nuestras iglesias, reglamentos, rituales, alabanzas u oraciones. Estos también serían temas proféticos que se alinean con la radicalidad de Jesús que, quizás, será el último de los profetas, pero que entronca con ellos de una forma radical.
Cuánto podríamos hablar también de otras de las radicalidades de Jesús que están en torno al dinero. Ahí estará el otro dios de la muerte, el otro dios de la esclavitud y el responsable de la pobreza, la opresión y el abuso de los débiles. Ahí estaría la prepotencia del dios Mamón, el dios de las riquezas que tiende su mano insolidaria y cruel protegiendo a los necios que acumulan al estilo de la Parábola del rico necio.
Curiosamente, en este tema no solo que no alcanzamos ni con mucho algo de la radicalidad de Jesús, sino que el dios Mamón nos lleva a la admiración del que acumula, al considerar, de forma antibíblica, al rico como símbolo de prestigio y al que seguimos dándole los primeros asientos en las primeras filas en nuestras vidas y en nuestras congregaciones. Los valores del Reino están en contracultura con los valores del dios Mamón, pero no nos damos cuenta y loa antivalores, los de la muerte, los que esparce el falso dios Mamón, también se mete en nuestras iglesias para que vivamos como los que no tienen esperanza.
¡Cómo no va a estar Dios al lado de los pobres y oprimidos en un mundo tan injusto en el que se da uno de los mayores escándalos que han azotado nunca a la humanidad, que son las dos terceras partes del mundo en pobreza! El mundo necesita que los cristianos tomemos conciencia de la radicalidad de Jesús y de la importancia que esto tiene para que podamos vivir la auténtica experiencia de la vivencia de una espiritualidad cristiana en línea con los ejemplos de Jesús, sus radicalidades, sus enseñanzas y prioridades.
Ser iglesia del Reino, ser un ciudadano del Reino de Dios, implica, necesariamente, el asumir lo más posible que podamos de la radicalidad del Maestro. ¿Te vas a atrever, o te vas a quedar en las simples comodidades que te ofrecen tanto el ritual como el templo?
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