¡Te necesito!

Ha pasado mucho tiempo y ahora soy feliz porque te encontré,

¡He estado llorando y derramando tantas lágrimas y perdiendo tanto tiempo!

Ahora puedo verte… ¡Te necesito tanto! ¡Te amo!”. 

(“Long, Long, Long”)

Al leer estas líneas, todos podríamos pensar que se trata de una canción de amor, pero lo curioso del caso es que su compositor, George Harrison, siempre reconoció que esa melodía se la había dedicado a Dios. La canción la puedes encontrar en el álbum blanco de los Beatles, y ¡claro que se trata de una canción de amor! Pero el destinatario es el Creador. 

Muchos no quieren creer en Dios y olvidan que, cuando no le amamos, nuestra vida termina desmoronándose porque perdemos nuestra guía, la paz de nuestro corazón, el sentido de lo que hacemos, el valor de quienes somos… ¡Lo perdemos todo! 

Los marineros miran al cielo cuando están en alta mar, buscando la última estrella de la noche para saber el lugar en el que se encuentran; y la primera de la mañana para conocer hacia dónde van. De la misma manera, en nuestra vida necesitamos pasar tiempo a solas con Dios cada mañana y cada noche para saber dónde estamos y adónde vamos, no sólo en el día a día, sino también para saber dónde estaremos en la eternidad. Si no lo hacemos, viviremos completamente perdidos.

Todos hemos pasado por situaciones en la vida en las que nos hemos sentido solos, y eso nos ha llevado a desesperarnos; pero déjame decirte que la soledad existencial es mucho más grave, porque el alejarnos de Dios nos lleva a consecuencias irreparables. Si despreciamos al Autor de la vida terminamos viviendo sin rumbo. Sus palabras deberían hacernos pensar, ¡cómo mínimo! “Convertiré la tierra en desolación y en soledad, y cesará el orgullo de su poder; (…) Y sabrán que yo soy el Señor, cuando yo convierta la tierra en desolación y en soledad por todas las abominaciones que han cometido’” (Ezequiel 33:28-29).

Fuimos diseñados para conversar con Dios, para depender de Él y descansar en Él ¡Toda nuestra vida se basa en eso!. No solo la vida eterna, sino también nuestro día a día. Cuando no es así, le estamos dando la espalda a quién más nos ama, y nuestra existencia se vuelve solitaria aunque estemos rodeados de gente. Solo su presencia le da sentido a lo que vivimos; cuando le abandonamos terminamos destruyéndonos a nosotros mismos y a los demás. Esa es la razón por la que nuestro mundo no encuentra sentido y, al mismo tiempo, es la causa de la maldad del ser humano: si nos rebelamos contra Dios, no solamente estaremos perdidos, sino que nuestro interior vivirá eternamente enfermo.

Es el momento de volver a Él y decirle: “Te necesito”. La oración más sencilla y más profunda.