Vencer el odio

“Alguna vez tiene que cesar el odio, tienes mi completo perdón”, le dice Eric Lomax, el oficial inglés a Takashi Nagase, el soldado japonés que le había maltratado cuando era uno de los sobrevivientes en el campo de concentración, al que le habían llevado como prisionero durante la segunda guerra mundial. La frase aparece en la película australiana Un largo viaje (2013, dirigida por Jonathan Teplizky) , basada en la historia real del oficial del ejército británico, que recorrió medio mundo para ir a Japón y perdonar a su oponente. La película está basada en una historia real, que termina con el final más feliz que pudiera imaginarse: los dos se encuentran y se hacen amigos. Una amistad que duraría hasta la muerte de Nagase en el año 2011. Lomax falleció un año después.              

Hemos resaltado la trascendencia del perdón en varias ocasiones. Necesitamos recordar ahora que, en todos los  procesos en el que una persona ha sido herida, siempre se establece una lucha entre el honor y el odio;

El dolor y el perdón

La justicia y el olvido

La ira y las lágrimas 

La venganza y la sonrisa

Los malos recuerdos y el corazón limpio

La satisfacción personal y la amargura

Quizás tu mismo/a estás pasando ahora mismo por ese proceso… y necesitas dar el paso para derrotar por completo al odio y ofrecer a la otra persona el honor del perdón. 

Sin ninguna duda, Dios es nuestro ejemplo. A Él no le importó perder todo su honor para perdonarme. Su amor y su justicia se besaron para abrazarme a mí. La ira que merecían mis acciones fue lavada por las lágrimas del Salvador. La venganza que me amenazaba se transformó en una sonrisa cuando vi como el rostro de mi Padre resplandecía sobre mí. Tenía todo el derecho a odiarme, pero me regaló su amor inquebrantable.

Yo no podía ofrecerle nada, salvo mi rebeldía. Nadie podía hacerlo, tú tampoco. Por muy buenos que creamos ser aparentemente, nuestro interior nos delata. No había remedio para nosotros, pero Él no lo dudó, ¡Nos ofreció su gracia y su perdón de una manera incondicional! “Te he quitado la carga de los hombros, te he aliviado del trabajo duro. En tu angustia me llamaste y te salvé... abre tu boca y Yo te satisfaré” (Salmo 81:6-7).

Dios conquistó mi corazón de tal manera, que mi vida entera le pertenece. Jamás habría soñado con que alguien me amara así. Jamás podría haberme sabido y sentido tan amado: su amor no tiene límites, es eterno. No me pidas que intente explicarlo ¡Ese amor sólo se puede agradecer y disfrutar!