Angela Merkel es hoy reconocida como una de las líderes políticas más exitosas y fiables del mundo. ¿Por qué?
Inaugurada en 2001, la Cancillería Federal (Bundeskanzleramt) en Berlín es la sede del gobierno más grande del mundo, unas ocho veces el tamaño de la Casa Blanca en Washington.
El apartamento de 200 metros cuadrados en el octavo piso es la residencia oficial del canciller alemán, y fue ocupado de inmediato por el entonces canciller Gerhard Schröder. Sin embargo, su sucesora, la hija de un pastor de la antigua República Democrática Alemana (Alemania del Este), ha preferido no ejercer este derecho y vivir en el mismo apartamento privado en Berlín donde vivía antes de ser elegida en 2005, como cualquier otro ciudadano alemán.
Angela Merkel, de formación científica y con un doctorado en química cuántica, compra los alimentos ella misma siempre que es posible, haciendo cola en los mostradores de caja. Sin ayuda doméstica, comparte las tareas del hogar con su esposo: “Yo arreglo la ropa y mi esposo pone la lavadora”. Cuando los periodistas le preguntaron por qué usa la misma ropa con tanta frecuencia, su respuesta fue: “Soy una empleada del gobierno, no una modelo”.
Cuando se convirtió en la primera mujer escogida canciller de Alemania, su propio partido la consideró una líder “temporal” que rellenase el hueco hasta que surgiera un “verdadero” sucesor de Helmut Kohl. Merkel, que demuestra que no debe ser subestimada, es hoy reconocida como una de las líderes políticas más exitosas y fiables del mundo.
Tony Blair, George Bush, Jacques Chirac y Silvio Berlusconi estaban en el cargo cuando ella fue elegida. Quince años y siete primeros ministros italianos, cinco primeros ministros británicos, cuatro presidentes franceses y cuatro presidentes estadounidenses más tarde, Merkel, de 66 años, se prepara para dejar el cargo este año disfrutando de la popularidad tanto de sus propios compatriotas como a nivel mundial.
Una encuesta reciente del Pew Research Center con datos sobre catorce países revelaba altos niveles de confianza en la líder de la Unión Demócrata Cristiana alemana. Cuatro de cada cinco alemanes confían en su liderazgo y, a menudo, la llaman cariñosamente mutti (madre). En todas las naciones encuestadas, tres de cada cuatro expresan su confianza en que haría lo correcto en los asuntos mundiales, es decir, un nivel de confianza más alto que respecto a Emmanuel Macron (63%), Boris Johnson (50%), Vladimir Putin (23%), Xi Jinping (19%) y el expresidente Donald Trump (17%).
Entre los adjetivos utilizados para describirla se incluyen los de ‘estable’, ‘diplomática’, ‘tranquila’, ‘racional’, ‘directa’, ‘confiable’, ‘humilde’ e incluso ‘aburrida’, pero - en marcado contraste con muchos de los líderes mundiales ella ha sobrevivido, nunca ‘glamurosa’, ‘errática’, ‘carismática’ ni ‘corrupta’.
Su liderazgo pronto se vio desafiado por la crisis financiera de 2008, que sacudió tanto a la eurozona como al sistema económico mundial y llevó a las economías del sur de Europa hacia una deuda desesperada.
Sus duros e impopulares recortes presupuestarios y su austeridad fiscal fueron el núcleo de la respuesta a la crisis de deuda de la Eurozona que llevó a Alemania y a Europa a volver al crecimiento, con la canciller emergiendo como líder de facto del continente europeo.
Merkel ha actuado de acuerdo con lo que consideró moralmente correcto, en lugar de políticamente conveniente; poner fin a la energía nuclear en Alemania tras el desastre nuclear de Fukushima en Japón en 2011 y abrir las fronteras de Alemania a más de un millón de refugiados sirios en 2015.
“Si podemos salvar a los bancos, podemos salvar a los seres humanos”, dijo en ese momento. Muchos criticaron la medida, y el partido de extrema derecha y xenófobo, Alternativa por Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), creció en apoyo.
A pesar de esto, fue reelegida para un cuarto mandato. Desde entonces, la AfD se ha desvanecido en las encuestas, y la política de Merkel de dar la bienvenida a refugiados y migrantes en un país que enfrenta una bomba de tiempo demográfica parece ahora estar dando sus frutos económicamente. La mitad de los refugiados en edad laboral estaban empleados en febrero del año pasado.
Merkel, científica de formación y anteriormente ministra de Medio Ambiente, ha priorizado los problemas climáticos, presidiendo la primera Conferencia de la ONU sobre el Clima en Berlín y persuadiendo a otros líderes del G8 para que reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero.
El año pasado, Merkel enfrentó su último gran desafío. La pandemia de la Covid-19 no fue solo “un engaño” o “una gripe leve”, como inicialmente desestimaron algunas figuras mundiales. “La situación es grave”, instó. “¡Tómatelo en serio!”, pedía. Con 15 millones de personas más que Gran Bretaña, por ejemplo, Alemania ha sufrido la mitad de las muertes.
En su último debate presupuestario a fines del año pasado, Merkel instó apasionadamente a sus compatriotas a luchar contra la propagación del coronavirus. “Las teorías de la conspiración no solo son peligrosas y falsas”, dijo al Bundestag con emoción y pasión. “También son cínicas y crueles con los que sufren”.
Merkel ha destacado a los cónyuges turco-alemanes que desarrollaron el primer fármaco aprobado de forma fiable del mundo, la vacuna BioNTech-Pfizer, desarrollada en Mainz. Merkel ha señalado las 60 nacionalidades que trabajan para la empresa y “no se le ocurre mejor ejemplo de cómo la cooperación europea e internacional, la fuerza de la diversidad, genera avances”.
Ante una respuesta de fuerte y sostenido aplauso, declaró: “Nunca habíamos recibido el nuevo año con tanta esperanza, a pesar de todas nuestras preocupaciones y escepticismo”. Que Dios nos conceda nuevos líderes con la humildad y la claridad moral de esta hija de pastor, para Alemania, para Europa y para el mundo.
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