Las contradicciones en las que incurren las supuestas apariciones de vírgenes las descalifican.
¡La que ha armado en Canarias, con repercusiones en otros puntos de España, el sacerdote Fernando Báez Santana! La información de los hechos es del periodista G. Vega, publicada en El País el pasado 15 de junio.
Refiriéndose al asesinato de las niñas Anna y Olivia, y al presunto suicidio del padre, Tomás Gimeno Báez, de 74 años, culpa del crimen a la propia madre de las niñas, Beatriz Simmermann. En una grabación publicada en Facebook, dice el sacerdote que “esto que acaba de pasar en Tenerife no habría pasado si ese matrimonio hubiera sido fiel”. En otra publicación Fernando Báez afirma que el padre de las niñas, supuesto asesino, es también una víctima, en su caso de la ruptura matrimonial. El Gobierno de Canarias y el Cabildo de Gran Canaria, isla de la que es originario Báez, están recabando la documentación necesaria para presentar una denuncia contra el sacerdote. Los obispos de Canarias han rechazado “las indignas manifestaciones de Báez”, aunque no revelan si tomarán alguna medida contra el sacerdote.
No es la primera vez que obispos de la Iglesia católica en Canarias se ven obligados a reprender al sacerdote Fernando Báez. En otra ocasión lo hicieron por unas declaraciones suyas en torno a la Virgen del Pino, patrona de Canarias. Según el sacerdote, “la Virgen no se ha aparecido en ningún sitio. Ni en Fátima, ni en Lourdes, ni en ningún lugar. Y menos en un pino”.
La tradición popular referida por católicos canarios afirma que la Virgen María apareció de manera sobrenatural en lo alto de un pino en Teror, en el norte de la isla, el año 1481. Tal aparición, como todas las demás, siempre ha estado envuelta en un halo de misterio. Unos creen que fue una aparición piadosa. Otros sostienen que nunca tuvo lugar y corre el nombre de la persona que llevó a la isla la imagen desde la península. La Virgen fue coronada canónicamente en 1905 y declarada por el Vaticano Patrona de Canarias.
Si en el caso de las niñas Anna y Olivia el sacerdote canario disparataba sin piedad, en el caso de la Virgen del Pino acertaba por completo.
Está suficientemente probado que la Virgen María murió en Éfeso, Turquía, donde fue llevada por el apóstol Juan antes de ser desterrado a Patmos. Allí existe una basílica de la Iglesia ortodoxa donde se dice que está enterrada la Virgen. Al morir, su alma subió automáticamente a presencia del Padre. El cuerpo no. Y se impone la pregunta. Fuera enterrada en Éfeso o en Jerusalém, ¿puede un cuerpo muerto miles de años después aparecerse a seres vivos?
Está también la clase de instrumentos que utilizan las apariciones para llevar a cabo sus fines. El escritor católico Raúl Arango dice, en Las lecciones de Fátima, que “la Virgen ha venido del cielo a menudo a visitar a niños muy pequeños”. Ofrece esta lista:
María visitó a Bernardita en Lourdes.
María dio la medalla milagrosa a una encantadora niñita en París.
María se le apareció a un niñito en México.
Nuestra Señora apareció a tres niños en Fátima.
Pudo haber añadido que la supuesta Virgen María se apareció en tiempos más recientes, 18 de junio de 1961 en San Sebastián de Garabandal, Santander. ¿Por qué estas vírgenes escogen siempre a niños? El niño no tiene suficiente capacidad para razonar y para distinguir lo divino del juego humano. ¿Por qué la Virgen no se aparece a hombres espirituales acostumbrados a cultivar el trato con Dios y discernir entre lo verdadero y lo falso? ¿Por qué no se aparece a filósofos y a científicos?
Respecto a San Sebastián de Garabandal, el obispado de la diócesis nombró una comisión especial para que estudiara los hechos. El informe remitido por la citada comisión al obispado el 4 de octubre de 1962 concluía “juzgando que tales fenómenos carecen de todo signo de sobrenaturalidad y tienen una explicación de carácter natural”. Siguiendo el dictamen de la comisión, el obispo de Santander, señor Eugenio, publicó un comunicado, reproducido por la Agencia Cifra y periódicos de toda España, en el que decía entre otras cosas: “Prohibimos a todos los sacerdotes, tanto diocesanos como extradiocesanos, el concurrir al mencionado lugar. Recordamos a todos los fieles que deben abstenerse de acudir a la citada aldea con este motivo”.
En su opinión sobre las apariciones, el sacerdote canario, Fernando Báez, denuncia especialmente las supuestas apariciones de Lourdes y Fátima.
En la aparición de Lourdes lo tragicómico se encuentra en el mensaje a la niña Bernardita. La contradicción la destaca el escritor belga Michel de Saint-Pierre en el libro Bernardette et Lourdes. Cuenta que cuando la niña Bernardita preguntó a la aparecida por su nombre, esta respondió “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Esto ocurría el 25 de marzo de 1858, es decir, cuatro años después de que el papa Pío IX promulgara el dogma de la Inmaculada, del que se hablaba del mismo en ciudades y pueblos de toda Francia y que la niña habría oído. Las palabras de la aparecida erraban. De haber sido la auténtica Virgen María lo más natural habría sido que dijera: “Yo soy la inmaculada concebida”. La otra frase era una definición dogmática promulgada por el Vaticano. El supuesto mensaje se las traía. Según la niña, la aparecida le dijo: “Ve a beber y a lavarte en la fuente y come yerba que allí encontrarás”. ¿Alguien puede creer que la auténtica Virgen María descendiera del cielo a un pequeño pueblo de Francia y dijera a una niña que comiera yerba?
El genial autor francés Emile Zola (1840-1902) se adentró en el tema en un libro muy crítico con las apariciones publicado en 1894 con el título Lourdes. Zola atribuye los fenómenos de Lourdes a causas de exaltación histérica, catalepsia y alucinación de los videntes. Todo ello, trabajando en un espíritu ya preparado por el ambiente supersticioso del pueblo. Zola explica que Bernardita era muy aficionada a las historias de vírgenes, por las cuales sentía una especial preferencia. También le gustaba oír relatos de brujos y brujas y en especial una leyenda que circulaba en torno a las apariciones demoníacas a un escribano del pueblo. Añade Zola que la niña tenía un miedo atroz a los demonios.
Fátima fue algo similar a Lourdes o copia de la farsa. En 1917 tres pastorcillos de la aldea, Lucía y sus primos Jacinta y Francisco, llamaron la atención del mundo católico diciendo que la Virgen María se les había aparecido y habían hablado con ella.
Los primeros hechos en Fátima fueron semejantes a los de Lourdes. Según Las apariciones de Fátima, de C. Bonthas, Barcelona 1955, cuando Lucía preguntó a la aparecida quién era, le contestó: “Yo soy nuestra Señora del Rosario”. A Bernardita de Lourdes le dijo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”, palabras referidas a una definición dogmática procedente del Vaticano. A Lucía le dijo: “Yo soy nuestra Señora del Rosario”. ¿Señora de quién, de ella misma? Y a continuación: “Deseo que en este lugar se levante una capilla en mi honor”. En su honor se ha levantado en Fátima no una capilla, una impresionante basílica y un centro comercial dedicado a productos relacionados con la supuesta aparición, que si Cristo visitara hoy Fátima, en lugar de uno solo tendría un látigo en cada mano para herir las espaldas de los que comercian con lo sagrado.
Las contradicciones en las que incurren las supuestas apariciones de vírgenes en La Salelte, Guadalupe, Canarias, Fátima, Lourdes, San Sebastián de Garabandal y centenares de lugares más las descalifican. Sólo en Dios no hay contradicción alguna. Y las alegadas apariciones contradicen a Dios en las declaraciones que hacen, en los honores que reclaman, en las actitudes que adoptan, en los homenajes que permiten. La Virgen María, madre de Jesucristo, vive tranquila en el lugar celestial junto al Padre y al hijo, al hijo de sus entrañas. No tiene necesidad, como dijo el sacerdote canario, bajar a tierra y trepar hasta la cúpula de un pino verde.
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