El que escribe, escriba. El que lee, lea. Ambos se fortalezcan.
Tanto si se tiene capacidad para reconocerlo, como si no, escribir es un ministerio, un trabajo que presta servicio al prójimo. No, no hace falta dar más explicaciones. Lo que se escribe, escrito queda, sea una profecía, una reflexión, ya esté enfocado a un hecho acontecido. Cada uno lo tome como quiera, es libre de estar de acuerdo o en desacuerdo, de ver bien o mal desarrollado el tema contenido en el texto que se ofrece.
La lucha de quien escribe, si es honrada, es el deseo de cambiar lo que considera mejorable y apoyar esto último siempre. De alguna manera intenta aportar algo positivo, sanar el mundo, hacer sublime este planeta Tierra que Dios entregó en manos de mujeres y hombres para que lo cuidásemos.
Ser cristiano es dar buena cuenta de nuestra fe. Esto ha de verse a través de nuestros frutos. El que escribe, escriba. El que lee, lea. Ambos se fortalezcan.
Sin embargo, no todos actúan con la misma integridad. Existen personas que sólo miran sus ombligos. Andan repartidos por todos lados y eso es inevitable. Nos guste o no, son así.
¡Cuántos ombligos dicen que vienen de parte de Dios y sólo a él deben dar cuentas! ¡Qué postura más cómoda y menos responsable! Pero, al mismo tiempo, se sienten con derecho a pedir toda clase de explicaciones a los demás. Por ejemplo, a quien escribe. Hurgan hasta encontrar el error.
El mensaje es expuesto ante los demás sin saber el resultado que puede ocasionar, ni a quien puede herir en su amor propio o beneficiar.
Por otro lado, ¡cuánta ansia tienen los ombligos del mundo por verse reflejados en alguna página! Cualquier detalle les sirve para agarrarse a él, ¡cuánta importancia se dan! Y también, ¡cuánto espíritu de enfado si creen reconocerse como personajes de algunas historias, algún cuento que les resulte desagradable! Qué deseos de pasar a la posteridad, de sentirse héroes o víctimas dignas de conmiseración. Cualquier cosa vale con tal de verse retratados en alguna línea.
En definitiva, mientras los ombligos del mundo bailen solos no son peligrosos. Lo son cuando quieren o(m)bligar al resto a estar a favor de lo que opinan, a reírles las gracias si es el caso, a defenderlos si se ven contrariados, a serles sumisos para que no se enfaden demasiado.
Para los que aceptan este servilismo hay una frase de Platón que contiene una gran enseñanza:
No conozco un camino seguro para el triunfo, pero sí un camino para el fracaso seguro: querer complacer a todo el mundo.
Téngase en cuenta este mensaje para no ser manipulados por nadie a ningún precio.
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