Jesús agregó a la evangelización un lenguaje no verbal que fue determinante en su predicación del Evangelio, y que dio credibilidad a su palabra, un lenguaje de gestos concretos, de modos de ser, de signos, de señales y de milagros. ¿Podemos usar nosotros algo de este lenguaje no verbal?
En Jesús, la proclamación del mensaje iba unida a milagros, signos y señales, normalmente de rehabilitación y dignificación de las personas, que daban una garantía y credibilidad a sus palabras. No me cabe duda que hoy, los signos y señales que deben acompañar a la evangelización están también en línea con la rehabilitación y dignificación de las personas.
Lo que más nos ubica en esta línea de comunicación no verbal que debe unirse a La Palabra, es la acción social comprometida en defensa de los que sufren, de los pobres, de los desclasados y proscritos de la sociedad. Es uno de los
“milagros”, signos y señales que todavía hoy podemos hacer, sin negar la posibilidad de que Dios, no nosotros, pueda seguir haciendo otros tipos de milagros que nos superan como humanos. Ahí tenemos un lenguaje no verbal que conforma una gramática muy especial, todo un estilo de comunicación que debe redundar en dar credibilidad a los mensajes comunicados a través de la gramática tradicional.
Nuestra palabra evangelizadora debe ir acompañada de gestos comprometidos siguiendo el ejemplo del Maestro. Gestos que son parte de la sintaxis evangelizadora y que conforman todo un lenguaje evangelístico.
El lenguaje evangelístico tiene una gramática compuesta de palabras y de hechos, palabras y hechos que implican que el evangelista esté lleno de amor y de misericordia, a la vez que de humildad sabiendo que todos los resultados evangelísticos no dependen de él, sino del Señor.
Los hechos y las palabras de Jesús, conformaban todo un modo de ser humano que iba conformando el lenguaje evangelístico. En el modo de ser, de comportase, de presentarse ante los demás con sus prioridades y estilos de vida, se podía apreciar toda una gramática evangelizadora. Para el evangelista, el lenguaje no verbal que constituye la manera de ser y de actuar, forma parte del lenguaje, de esa gramática, de esa sintaxis evangelizadora que acompañan, apoyan y dan credibilidad a la evangelización. Estas formas no verbales comunican tanto como la Palabra hablada.
Del amor y de la misericordia de Jesús, que impregnaban su evangelización, brotaba toda una manera de ser que comunicaba tanto como la palabra. Manera de ser, de vivir, de actuar. Formas de dirigirse a los demás, de compartir el pan, de preocuparse por las situaciones concretas de las personas que evangelizaba, de expulsar demonios que el evangelista hoy debe expulsar -y no me refiero a los exorcismos que algunos evangelistas practican hoy-. ¡Cuántos demonios son expulsados de las vidas de muchos a través de nuestra acción social misericordiosa, cuántos signos, cuántas señales, cuántos milagros dignificadores y rehabilitadores!
Estos signos y señales, este lenguaje no verbal evangelizador es necesario en la evangelización que el mundo necesita hoy, una evangelización que no da la espalda a los oprimidos, a los sufrientes del mundo, a los pobres y a los excluidos de los bienes de la humanidad y despojados de su dignidad.
¿Cómo se puede hablar de evangelización sin los signos y señales rehabilitadores de estos colectivos, sin proclamar justicia y sin añadir al anuncio la denuncia que forma parte de la gramática evangelizadora? El modo de ser-decir-hacer-denunciar-dignificar que da lugar a un talante y a un estilo de vida, es parte del lenguaje evangelizador. Estos modos de comportamiento que dan lugar a signos y señales muy especiales en relación con la dignificación de las personas, ya son modos de comportamiento evangelizadores. El evangelista que no cuida su modo de ser y de vivir y que no produce los signos, señales y milagros que derivan de este lenguaje evangelizador tan especial, no debe ser llamado evangelista.
De la mirada compasiva y misericordiosa de Jesús, de su palabra liberadora, de su modo de presentarse al mundo en solidaridad con los sufrientes, marginados y endemoniados por los demonios que brotan de las estructuras sociales injustas, brotaba todo el lenguaje evangelizador de Jesús que unía el ser al hacer, la comunicación de salvación eterna unida a la idea liberadora y salvadora de las situaciones de dolor y falta de dignidad a la que habían sido reducidas muchas personas. Su lenguaje evangelístico, era el lenguaje del amor, su gramática, la de la solidaridad con los sufrientes del mundo, su modo de ser y caminar por el mundo, el de ser una mano tendida de ayuda y de denuncia que le lleva a asumir la conflictividad que le llevará hasta la muerte.
Ese es el estilo evangelizador que el mundo necesita, esa es la gramática evangelizadora que debe enseñar la iglesia. La pedagogía de la evangelización misericordiosa que comparte la vida, el pan y La Palabra y que no sólo anuncia el Reino, sino que lo acerca y lo realiza entre los hombres, fundamentalmente entre los más débiles. Gramática evangelizadora impregnada de amor, un amor que unas veces se concretará en palabras, otras en lenguajes no verbales y otras en hecho liberadores, pero no de forma puntual y aislada, sino como elementos que forman parte del proceso evangelizador, de la gramática evangelizadora que nos puede llevar incluso a dar la vida por los demás.
Así de duro es aprender y practicar el lenguaje evangelizador, la gramática liberadora y salvadora.
Ayúdanos, Señor, a no ser cobardes y a poder asumir la gramática evangelizadora que emana del pesebre y que culmina en la cruz como signos de identificación con los pobres, humildes, pecadores, sufrientes de la tierra… y de entrega de vida.
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