La amiga murmuración

Charles Steinmetz fue uno de los más conocidos electricistas del siglo XX. Le construyó a Henry Ford todo un entramado de turbinas, generadores, etc. en sus fábricas de automóviles que funcionaron a la perfección, con lo que la conocida marca “Ford” comenzó a tener una producción de coches muy superior a todas las demás marcas.

Un día todo se paró. La compañía llamó a varios especialistas eléctricos de la ciudad, pero no pudieron hacer nada. Desesperado, Henry Ford fue a buscar a Charles para que arreglase el problema. Steinmetz revisó la instalación y en sólo diez minutos hizo unos pocos arreglos con lo que poco tiempo después todo estaba funcionando a la perfección otra vez. Cuando le envió al magnate automovilístico una factura de diez mil dólares, Henry le contestó: “¿No es demasiado por chapucear sólo un poco con algunos cables durante diez minutos?”. Steimiez le reenvió la factura en estos términos:

“Por chapucear unos minutos en los cables: 100 dólares

Por saber dónde chapucear 9.900 dólares”.

Muchas veces no somos capaces de comprender cual es el peligro de la murmuración, el riesgo de dejarnos llevar por el descontento y vender nuestra tranquilidad a cambio de cualquier desprecio. Olvidamos que cuando hablamos mal de otra persona, llenamos de amargura nuestro corazón y dejamos de ser nosotros mismos porque sólo nos preocupa lo que esa persona dice y hace ¡abandonamos nuestra felicidad porque ya no disfrutamos de lo que somos y tenemos, simplemente fijamos nuestro corazón en quién consideramos nuestro enemigo!

El diablo es el príncipe de los murmuradores, esa es una de las razones por la que jamás será feliz ¡ni puede serlo! Aunque lo sabe, quiere seguir viviendo como un calumniador ¡incluso nos ataca en el interior de nuestra propia mente diciéndonos mentiras y hablándonos de nuestros fracasos! “Vive” siempre intentando que Dios sea deshonrado para intentar pasar por encima de él ¡Y esa es la fuente de su infelicidad! Para él es imposible dejarlo: el sentido de su vida es la causa principal de su desgracia mayor.

No hagas de la murmuración tu amiga. Aléjala de tu casa lo más que puedas. Puede darte la impresión de que te invita a una celebración en la que todos pueden disfrutar de algunas malas palabras, pero es como esas fiestas en las que muchos acaban sintiéndose muy mal por todo lo que han bebido. Te arrepentirás de lo que has hablado.

Comienza a admirar a los demás y verás como llega el contentamiento. Los niños son felices cuando admiran y se asombran, deberíamos no dejar de ser como ellos siguiendo lo que Jesús dijo…“Porque Dios el Señor nos alumbra y nos protege ,el Señor ama y honra a los que viven sin tacha y nada bueno les niega. Felices los que en Ti confían!”(Salmo 84:11-12). Al final, nosotros escogemos cómo queremos vivir, si como calumniadores o como admiradores.