El tweet de Dios sobre el azar

Uno de los juegos que en mi tiempo de infancia practicábamos los niños era el de la taba, consistente en un pequeño hueso procedente de los corderos y que tiene cuatro caras; dependiendo de en cuál de ellas quedara la taba al ser echada, así sería el resultado. Lo que no se quería era que saliera la cara donde estaba el hoyo, que suponía la pérdida por parte de quien había efectuado el lanzamiento. Al ser un hueso asequible, no porque comiéramos cordero, que era algo prohibitivo por el precio, sino porque fácilmente el carnicero te proporcionaba uno, el juego estaba al alcance de cualquiera. Parece que procede de la antigüedad y ya los griegos y romanos se entretenían de esa manera.

Hoy los juegos de azar son más sofisticados y han adquirido una dimensión insospechada, hasta el punto de que es fácil encontrar en muchas ciudades establecimientos dedicados exclusivamente a ese menester, cosa que en ciertas latitudes no existía hasta no hace mucho tiempo. Y así, lugares en miniatura a los de Las Vegas proliferan por doquier, aunque sin olvidar que los juegos de azar tradicionales, como la lotería en todas sus variedades, siguen teniendo un enorme tirón popular.

El azar está basado en lo aleatorio, que forma parte de la existencia, y que consiste de los sucesos que son impredecibles, estando, por tanto, más allá del control y del conocimiento por anticipado. Mientras que lo que controlamos y conocemos de antemano nos proporciona tranquilidad, lo que escapa a nuestro control y conocimiento nos origina perplejidad, desazón y hasta temor. Pero como es imposible controlarlo todo y conocerlo todo por adelantado, es por lo que se recurre a ciertas soluciones que ayuden.

El paganismo inventó una divinidad a la que se dio diferentes nombres, siendo uno de ellos Fortuna, que era quien personificaba tal fuerza ciega. Tenía sus templos, sus adoradores y sus ritos, para aplacarla, evitando su acción perjudicial y procurando su lado beneficioso. De hecho, andando el tiempo las imágenes pictóricas de Fortuna fueron abundantes, siendo una de las más numerosas la que representaba a la diosa asociada con una rueda, la Rueda de la Fortuna, que ella hacía girar a su antojo, de modo que los que en un momento dado estaban arriba, en la cúspide, podían, en otro momento, caer a la parte más baja, porque Fortuna había movido la rueda, y los que estaban abajo, subían arriba. También a Fortuna se la ilustraba con un rostro en el que la mitad era blanco y la otra mitad oscuro, denotando sus dos facetas, de la buena o mala suerte.

En nuestros tiempos, tan moldeados por la ciencia, la creencia en Fortuna no ha perdido un ápice de su vigor, por la sencilla razón de que la ciencia no puede conocer ni controlar de antemano lo aleatorio, que pertenece al terreno del misterio, y que puede ser bueno o malo. Lo bueno que es de carácter aleatorio, la ciencia no puede proporcionarlo ni tampoco garantizarlo. Lo malo que es de carácter aleatorio, la ciencia no puede predecirlo y muchos menos eliminarlo. Por eso Fortuna sigue siendo una divinidad muy popular en el paganismo moderno, como lo fue en el antiguo.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘La suerte se echa en el regazo; mas del Señor es la decisión de ella.’ (Proverbios 16:33). A diferencia que en el paganismo, donde hasta los mismos dioses estaban bajo la caprichosa influencia de Fortuna, la Biblia enseña que nada escapa a la soberanía de Dios, ni siquiera lo aleatorio. Como seguimos sujetos a un montón de desconocidas e inesperadas contingencias, algunas de las cuales rompen nuestros esquemas y trastocan el suelo bajo nuestros pies, sacudiendo cimientos que parecían inmutables, qué bueno es percibir que la soberanía de Dios está sobre todas ellas, no escapándosele ninguna.

El tweet hace mención a la costumbre de echar la suerte en el regazo del atuendo, tal vez mediante alguna piedrecita, algo parecido a la taba de mi infancia, porque la palabra hebrea usada tiene relación con otra semejante en árabe que significa piedrecita. No se especifica con qué objetivo se efectúa tal acto, pero eso no es lo importante, porque lo que de verdad importa es que el misterio de lo que será el resultado no es ningún misterio para Dios. Además, el texto inserta algo que en esta traducción al español no aparece y es que toda la decisión o resultado es suya, de Dios. No meramente una parte de la misma, ni siquiera una gran parte, sino toda ella. También es preciso tener en cuenta que la palabra que se ha traducido como decisión tiene que ver con gobierno; es decir, que Dios gobierna totalmente el universo de lo aleatorio, misterioso y contingente.

¡Qué descanso es saber que no estoy en las manos de Fortuna, falsa divinidad de lo impredecible!, sino en las de Aquél de quien está escrito: ‘Lo mismo te son las tinieblas que la luz’ (Salmo 139:12), porque conoce y controla perfectamente todo a lo que nosotros llamamos azar.