La libertad, alma de todas las cosas, no depende de las circunstancias sociales o políticas. La libertad la tenemos dentro de nosotros mismos o no la tenemos.
Esta cita del novelista francés Honoré de Balzac (1799-1850) figura en su libro Pensamientos y máximas: “¡Cuántas tonterías humanas se encierran en ese recipiente que lleva como rótulo Libertad!”.
Y esta otra, que figura en el tomo Historias, salió de la mente del emperador romano Marco Claudio Tácito (años 200 – 276): “Libertad y otros nombres pomposos se adoptan como pretextos”.
Las dos citas dirigen los pensamientos a lo que ocurrió en Madrid entre abril y mayo. Fue la señora Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la comunidad, quien destapó la caja de los truenos, utilizando la palabra libertad como divisa de la campaña.
El pomposo nombre de libertad se utilizó de pretexto.
En nombre de la libertad se dijeron algunas tonterías humanas.
Cuando Isabel Díaz Ayuso inició la cita electoral, creyendo que Pedro Sánchez era el principal adversario en sus discursos, repetía el emblema socialismo o libertad, aludiendo al partido del presidente. Más tarde, cuando Pablo Iglesias irrumpió en el juego electoral, Ayuso cambió el lema por este otro: Comunismo o libertad.
¿Qué asesor sopló a Ayuso que la libertad del individuo está sujeta al partido político al que pertenezca? La señora presidenta de la Comunidad de Madrid estaba demostrando que su concepción de la libertad dependía de la filiación política de la persona. Error. Donde un partido político regule la libertad de sus afiliados, no existe tal libertad. A muy pocos políticos interesa la libertad de sus votantes. Actúan exclusivamente para alcanzar el poder y perpetuarse en él. La libertad de los políticos es cargarse las libertades.
La noche del 4 de mayo, conocido el triunfo de Isabel Díaz Ayuso, estalló la locura. Miles de gargantas lanzaron sus gritos al aire en la Puerta del Sol, en Madrid, pidiendo libertad. ¿Qué libertad querían?
¿Estaban en un Gulag siberiano?
¿Estaban en un campo de concentración nazi?
¿Estaban en un puerto de Senegal desde donde embarcaban esclavos camino de plantaciones en las dos Américas, el Caribe y otras zonas de la tierra?
No, en absoluto. Pedían libertad en un país libre. Pedían libertad en una plaza rodeada de tiendas de lujo, restaurantes, bares, protección, seguridad personal.
Ocurría lo que la Historia ha venido registrando a lo largo de siglos. La libertad, alma de todas las cosas, no depende de las circunstancias sociales o políticas. La libertad la tenemos dentro de nosotros mismos o no la tenemos. Si se pedía a gritos libertad, como se hizo aquella noche en la madrileña Puerta del Sol, evidenciaba que no la tenían. La libertad no es una concesión de las leyes ni reclamo de los partidos políticos. Si se pide a gritos libertad es porque no se tiene.
En el capítulo 49 de la segunda parte de Don Quijote hay una historia ejemplar. Estando Sancho Panza ejerciendo como gobernador de la Ínsula Barataria, los hombres que la custodiaban le llevan un joven cuyo comportamiento les pareció extraño. Sancho Panza lo interroga. El joven responde con evasivas. Perdida la paciencia, Sancho le recuerda que tiene poder para que aquella noche “duerma” en la cárcel, a lo que el joven responde: “Presuponga vuesa merced que me manda llevar a la cárcel, y que en ella me echan grillos y cadenas … con todo si yo no quiero dormir y estarme despierto toda la noche ni pegar pestaña, ¿será vuestra merced bastante, con todo su poder, para hacerme dormir, si yo no quiero?”.
Aquí tenemos el verdadero y único sentido de la libertad. Ni amenazas, ni cárceles, ni ninguna otra cosa pueden arrebatar la libertad a la persona que no la hace depender de las circunstancias que atraviesen. Quienes la imploran a gritos es porque no la tienen. No son seres libres.
Aún fue peor lo que ocurrió pasada la media noche del 9 de mayo. España volvió a ser un circo máximo cuando el gobierno proclamó el fin del Estado de alarma vigente desde el 14 de marzo del 2020. El país perdió la cabeza. En Madrid se celebró como si se tratara de una nochebuena: alcohol, gritos, baile. En Barcelona hubo macrofiesta en la playa. Una madrugada de botellones y fiestas, además de Madrid y Barcelona, en Sevilla, Salamanca y otras ciudades. Manifestaciones de felicidad por poder viajar de una comunidad a otra y visitar familiares. Restaurantes con todas las mesas ocupadas. Bares llenos de gente que no respetaban la distancia ni llevaban mascarillas. Chiringuitos de playa que abrían por primera vez después del Estado de alarma. Volvieron las discotecas. “Vamos a por todas”, gritaban algunos. Murió el silencio.
El conductor de un coche patrulla de la Policía Municipal que hacía el trayecto desde la calle de Correos a Sol, declaró a medios de comunicación establecidos en la zona: “Lo más coreado fue sin duda la palabra libertad”. ¿De qué libertad hablaban? Nadie es verdaderamente libre si es esclavo de su propio cuerpo, como estaba ocurriendo.
El mundo de la libertad vive dentro de uno mismo, no en las circunstancias ambientales.
La libertad entendida en sentido único, la libertad verdadera, es la que está escrita en las páginas sagradas, inspiradas de la Biblia. La libertad que Dios concede a aquellos que le aman. El Dios que nos dio la vida nos concedió al mismo tiempo la libertad. La libertad verdadera es la que vive en el corazón de Dios y nos la concede gratuitamente.
El concepto de libertad, libertad auténtica, se expresa en el Nuevo Testamento, segunda parte de la Biblia. La libertad que Cristo ofrece es más que la libertad política o civil. Cristo dice que conoceremos la verdad y la verdad nos libertará. ¿A qué verdad se refiere? A Él mismo. Aquí Cristo se da el nombre de verdad. En otra ocasión dijo: “Yo soy la verdad”. ¡Enteráos de una vez, evocadores de la libertad! ¡La libertad que pregonáis nunca será posible sin una unión profunda con Cristo. Con Cristo, no con religión alguna. Con la persona de Cristo. Con la vida de Cristo. Con la muerte de Cristo. Con la resurrección de Cristo. Con las promesas de Cristo. La otra libertad, la libertad de la calle es paja y humo.
La oferta de Cristo en el Nuevo Testamento va más lejos. Si os unís a Él y Él a vosotros hallaréis la libertad, la única, la verdadera, la libertad que impone el Dios de los cielos, no los dioses tierra de esta tierra. Porque si Cristo os libertare seréis verdaderamente libres. No busquéis otra alternativa. Vuestra identificación con la verdad, con Cristo y su doctrina, supondrá el goce de la libertad. Y si Cristo os libertare seréis verdaderamente libres. Olvidaos de los políticos que os camelan. Ni ellos mismos son libres. No pueden daros lo que no tienen. Ellos os esclavizan. Esto lo denunció el apóstol Pablo hace más de dos mil años en carta a la Iglesia de Galacia. No viváis con el yugo de la esclavitud. Optad desde ahora por la libertad con que Cristo os hace libres.
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