Olvidar

La vida de Cinthya Lennon no fue nada fácil, a pesar de haberse casado con uno de los miembros de los Beatles (John), y haberle dado su primer hijo (Julian). Cuando se separaron llegó a tener problemas económicos, así que tuvo que vender las cartas que John le había dirigido cuando eran novios. Cuando Paul McCartney lo supo, recompró las cartas para regalárselas a Julian; “Quiero que sepas cuanto quería John a tu madre”, le dijo.  

A veces el pasado es nuestro peor enemigo. Podemos vencer cualquier circunstancia y enfrentarnos a las situaciones más difíciles, pero no sabemos como desprendernos de los recuerdos que nos hieren. Nos gustaría volver atrás para cambiar muchas situaciones, pero sabemos que eso es imposible. Tenemos que aprender a bendecir nuestros recuerdos, comprender que lo que sucedió, fuera culpa nuestra o de otras personas, tuvo un motivo y no debemos volver a revivirlo una y otra vez. 

Cada vez que pensamos “Si no hubiera hecho tal cosa…” o “Si no hubiera estado en tal lugar…”, “Si supiera que tal persona iba a engañarme…” dejamos que la amargura de los malos recuerdos nos robe las bendiciones de la vida. Tenemos que perdonarnos a nosotros mismos, a los demás, a las circunstancias… ¡Tenemos que aprender a vivir el presente y olvidar!

Olvidar lo que otros han dicho de nosotros…

Olvidar lo que nosotros hemos pensado de nosotros mismos…

Olvidar nuestras equivocaciones…

Olvidar el tiempo que hemos perdido… ¡Esa es la única manera de vencer la desazón de nuestra alma! Si no lo hacemos, podemos caer en la depresión, porque una de las causas de esa enfermedad del corazón es mirar siempre hacia atrás, creer que deberíamos haber vivido de otra manera y no ser capaces de mirar hacia delante.

¡Debemos aprender a meditar y pensar en lo que realmente merece la pena! Porque ¡seguro! que en nuestro pasado también ha habido situaciones absolutamente impresionantes, decisiones geniales, personas que nos han ayudado, momentos en los que hemos disfrutado de una manera extraordinaria…

Tenemos que pasar tiempo a solas con nosotros mismos y con el Señor para pensar qué estamos haciendo ahora y qué será de nosotros en el futuro. Tiempo para orar y derramar nuestro corazón delante del Señor; tiempo para entregarle absolutamente todo lo que hay en nuestra alma: “Deja tus preocupaciones al Señor y El te mantendrá firme, nunca dejará que caiga el hombre que le obedece” (Salmo 55:22).

Cuando hablamos con Dios comprendemos cuánto nos ama, y como Él se encarga de todo lo que no está bien dentro de nosotros. Cuando oramos, el Señor llena nuestro corazón de paz y nos ayuda a comprender que la vida es mucho más que nuestros fracasos y nuestras equivocaciones, porque su amor por nosotros no tiene límites.