Hay una luz de esperanza en el fondo del túnel. Las sociedades y las personas pueden cambiar. Nos queda por delante la utopía, una utopía movida por la esperanza. Debemos ser un poco utópicos. La fuerza de la utopía debe mover nuestra lucha, nuestro trabajo, nuestros desvelos... quizás, con el esfuerzo de muchos, estemos caminando hacia un mundo mejor para todos, para mí, para ti y para los tuyos... y para el mundo. Por eso quiero dejar estos mensajes de esperanza, desde el cariño que he tomado a esta serie después de casi un año de trabajo en ella, dedicados especialmente a los migrantes del mundo.
Ten esperanza. Por eso, no decaigas, no te duermas, no dejes que se paralicen tus manos y tus pies. Sigue trabajando y buscando justicia. Sigue corriendo en pos de la libertad, de un mundo más justo e igualitario, un mundo plural en donde nadie se sienta prepotente en su cultura. Tus manos y tus pies cansados van hacia el futuro abriendo un camino en donde todos nos sintamos ciudadanos del mundo. Se puede ser pionero de la igualdad, de la paz, de la justicia, del respeto a la diferencia y la pluralidad.
Ten esperanza. Encontrarás incluso cristianos, personas de tu misma fe en muchos casos, que te consideren un igual ante Dios, pero desigual ante las leyes. ¡Terrible forma de vivir el cristianismo! Encontrarás personas que se cierran en su cultura... que se mueren dentro de ella enclaustrados y culturalmente empobrecidos. Tú muéstrate culturalmente abierto, aunque sin abandonar tus raíces, enriqueciéndote en la apertura y en el disfrute de la pluralidad cultural..., pero no necesitas dejarte asimilar por la cultura dominante en la lejanía de tu país. No hay culturas inferiores. Nuestro eurocentrismo debe estar abierto también a la pluralidad. Es la única forma de no morirse, de no quedarse estático y poder vivir la interculturalidad de la que hemos hablado. Lo otro, la cerrazón cultural y la prepotencia, es el comienzo de la decadencia de las culturas. Mira hacia el futuro de forma abierta y confiada. Hay esperanza. Hay luz al final del túnel.
Ten esperanza. Déjala como motor de una utopía sana, de un mundo mejor. Tu esperanza debe ser activa y comprometida, no sólo con los tuyos, sino con el mundo. Haz que tu esperanza actúe en compromiso para con los tuyos, para con el mundo, camino de una sana utopía. Nadie te podrá hacer frente si te llenas de una esperanza activa y en búsqueda de justicia, de ciudadanía universal, del respeto entre los pueblos, de búsqueda de dignidad y de posibilidades de vida plena.
Ten esperanza. La esperanza te puede dar un mejor sentido a tu vida y hacerte más feliz. Pero no caigas en una esperanza ingenua, porque en el mundo hay conflictos. Tenemos que caminar por en medio de ellos. El mundo no es una balsa de aceite. Tendrás problemas, pero mantén el optimismo que da una esperanza activa. Por eso, si caes a lo largo del camino de tu lucha, no te hundas. Levántate, asume el fracaso... es parte de la vida. Si te levantas, habrás aprendido del fracaso y habrás encontrado una puerta al éxito. El fracaso no siempre está lejos del éxito. El fracaso enseña, pule y nos prepara. También nos educa para saber vivir.
Ten esperanza. Ésta no te permitirá nunca quedarte tirado al lado del camino. Quizás la esperanza también mueve montañas como la fe. La esperanza te puede dar alas para volar por encima de los problemas, lejos de tu patria, de los tuyos... pero nunca vas a tirar la toalla por dura que sea la lucha si tienes esperanza, si crees en la utopía de un mundo mejor para ti y para los tuyos, para todos los que nos siguen en la lucha por la vida, por la dignidad humana.
Ten esperanza. Quizás fue esta virtud la que te animó a salir, dejar tu patria y tu parentela y marcharte a tierra extraña. Quizás la esperanza te hizo ser inconformista y te llevó a la no aceptación de tu realidad cotidiana. Aprendiste a decir algo importante: ¡No! El inconformismo es sano. Cristianamente es sano:
“No os conforméis a este mundo...”, quizás dicho en un contexto espiritual, es también válido en cuando a la realidad social. No te conformes con el hambre, con la indignidad de muchas situaciones sociales, con la desigualdad, con la injusticia, con la muerte. Di un no al sufrimiento humano de los niños subalimentados y con carencias educativas y sanitarias... mientras el 20% del mundo rico nada en todo tipo de bienes y servicios. Sé crítico con esta realidad. Lanza tu no y ponte a trabajar, a buscar nuevas posibilidades para todos. De ti también depende el futuro de la historia de la humanidad.
Ten esperanza. El inconformismo no debe lanzarte a la amargura, sino a la responsabilidad ante un mundo mejor, no solamente para ti y para los tuyos, sino para todos los humanos. Hay que ser solidario. Todos estamos en un mismo barco. Tu responsabilidad debe ser activa en busca de un mundo más justo. Sé utópico, nunca pongas fronteras a las posibilidades del hombre. También hay algo de bueno en él, en todos nosotros. En el fondo, todos somos un reflejo de la imagen del Dios vivo, del Dios liberador y hacedor de justicia. La realidad que te circunda lejos de los tuyos, puede ser cambiada. No estamos, como algunos dicen, en el final de la historia. Ésta puede seguir cambiando y consiguiendo mayores niveles de justicia y de paz.
Ten esperanza. Tenemos que seguir el camino hacia un mundo mejor hasta que Dios venga. Las desigualdades, la injusticia, la pobreza y el robo de dignidad deben desaparecer. ¿Utopía? Tenemos que ser utópicos, fundamentados en la gran utopía del Reino que irrumpe en nuestra historia con la figura de Jesús. Mientras, aprende tú también a ver el rostro del Creador, cuando contemplas el rostro tan diverso de tus semejantes. No hay razas buenas ni malas. Desde ahí, desde ese rostro, verás que todos somos diferentes, pero también todos iguales, ya que nos reflejamos en lo que a lo largo de todos estos artículos hemos estado llamando el multiforme rostro de Dios. Un Dios que no tiene color, ni raza, ni etnia, ni idioma concreto, porque Él es el todo y en todos.
Una gran razón para no abandonar la esperanza.
Ten esperanza, no decaigas, porque hay esperanza para todos los pueblos. De lo contrario, nunca habría escrito esta serie que hoy acaba de frente a la LUZ que fundamenta esa esperanza. Luz de esperanza que debe reflejarse, desde el multiforme rostro de Dios, en los también multiformes rostros de los migrantes del mundo. Fin de la serie.
Si quieres comentar o