El tweet de Dios sobre el fastidio que causa el perezoso

Responsabilidad es una palabra que procede de otra palabra que es responder, no tanto en el sentido de responder a una pregunta sino de hacerse cargo para ejercer un determinado cometido. Por eso se puede decir que alguien responde a las expectativas puestas sobre él o ella, porque desempeña bien su tarea; es decir, se toma con responsabilidad lo que tiene que hacer, lo cual es sinónimo de madurez y solvencia. Pero responsabilidad también tiene otro significado, consistente en la obligación que se tiene de asumir las consecuencias de los propios actos, como cuando se dice que se ha de responder por lo realizado. En este sentido, la responsabilidad adquiere un matiz de exigencia y gravedad, que pone sobre los hombros de quien es responsable la carga de dar cuentas. Por tanto, una persona demuestra responsabilidad, por un lado, cuando ejerce la función que tiene asignada y, por otro, cuando da la cara y no escurre el bulto al pedírsele explicaciones.

Es obvio que si las cosas funcionan es gracias a las personas responsables, de ahí que sean un valor inestimable, allí donde se encuentran. Saber que se puede contar con ellas y que son fieles en el ejercicio de su deber, es un tesoro para los que están a su alrededor.

Desgraciadamente el sentido de la responsabilidad está en abierta retirada en muchos frentes, hasta el punto de que en algunos ya es una especie en vías de extinción. Es mucho más fácil, a la corta, carecer de sentido de responsabilidad, porque la comodidad es siempre más placentera que su contrario el desvelo. Es evidente que la responsabilidad demanda y exige, lo cual supone esfuerzo, aparte de dedicación y esmero. El irresponsable aparentemente es, si bien por poco tiempo, feliz, porque no se hace cargo de nada; pero llegado el momento los problemas le lloverán de todas partes, acabando por ser alguien de quien todos huyen.

Pero el problema del irresponsable no acaba en sí mismo, y ahí es donde radica el quebradero de cabeza en que se convierte, porque si el problema comenzara y terminara en él, entonces todo quedaría cargado a su cuenta, con lo cual nadie más sufriría las consecuencias. Mas el irresponsable se vuelve un pesado fardo para otros, especialmente si han depositado en él su confianza. Entonces, resulta patente el error cometido al entregar, a una persona así, cierto cometido, que queda sin efectuarse o lo efectúa tarde y mal. Si se trata de un puesto, la molestia se agrava, al haber una disonancia entre cargo y actuación, lo que requerirá tomar medidas urgentes y necesarias, aunque muy desagradables.

Si el irresponsable es un perezoso, el mal se ahonda, porque significa que su falta de responsabilidad está enraizada en su manera de proceder, en su personalidad, lo que le constituye en un conflicto de envergadura, dado que hay un hábito de negligencia que viene de atrás, muy difícil de ser extirpado, al haberse acostumbrado el perezoso a la ociosidad complaciente.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Como el vinagre a los dientes y como el humo a los ojos, así es el perezoso a los que le envían.’ (Proverbios 10:26). El texto nos presenta un par de ilustraciones bien descriptivas, como son la acción del vinagre en los dientes y la del humo en los ojos. Aunque actualmente se ha puesto de moda usar vinagre para blanquear los dientes, lo cierto es que al ser un producto con alto contenido en ácido, su efecto es corrosivo sobre el esmalte; por eso lo blanquea, pero es a costa del daño que le produce. La acción continuada del vinagre resultará fatal para la dentadura. Así, dice este tweet, es la acción del perezoso irresponsable sobre quienes le han encomendado una tarea. La segunda ilustración va más allá de lo que enseña la primera, al presentar la acción del humo sobre los ojos, porque mientras hace falta bastante tiempo para notar el efecto dañino del vinagre en los dientes, solo hacen falta unos segundos para notar el efecto pernicioso del humo en los ojos. No en vano es el sistema que emplea a veces la policía para dispersar una manifestación. Es imposible resistir el humo, porque hará llorar los ojos y los irritará, teniendo que huir inmediatamente del lugar el que ha quedado expuesto a su acción.

Pues bien, tanto a la larga como a la corta, el irresponsable perezoso provocará en quienes han depositado algún tipo de confianza en él, el mismo fastidio insoportable que el vinagre y el humo, produciendo una ingrata desazón, prolongadamente e instantáneamente. ¡Qué tormento!

La verdad de este tweet de Dios se aplica a todos los aspectos de la vida. Su lección es universal y válida para el estudiante y el trabajador; para el gobernante y el gobernado; para el hombre y la mujer; para el creyente y el no creyente; para el sencillo y el sofisticado; para el de derechas y el de izquierdas; para el que vivió hace 3.000 años y para el que vive en el siglo XXI.