Vamos a considerar que la salida del pueblo de Israel de su esclavitud en Egipto pueda considerarse también una alegoría del campo de batalla de la mente, de la lucha de la conciencia en su conquista por la libertad espiritual.
Por Iván Campillo Moratalla
El capítulo 14 del libro de Éxodo narra la salida del pueblo de Israel de la tierra de Egipto, tierra de servidumbre y esclavitud. Creemos que esta historia realmente ocurrió, pero al mismo tiempo nada nos impide pensar que también pueda tratarse de una alegoría del campo de batalla de la mente, de la lucha de la conciencia en su conquista por la libertad espiritual.
Egipto, el pueblo de Israel, el desierto, el Mar Rojo, la columna de nube y la de fuego, el ángel de Dios, Faraón y su ejército, y Moisés y Aarón son también una pluralidad de personajes arquetípicos que quedan deglutidos en el singular colectivo Historia y en la vida espiritual del creyente. En este punto se difuminan los límites entre la historia temporal del hombre y la eternidad instantánea de Dios, entre la acción natural del hombre y la intervención sobrenatural de Dios, de modo que la historia deja de ser solo la de la humanidad. En esta dialéctica temporal, de la cual el hombre no puede sustraerse, quedan entrelazadas las fuerzas espirituales, la lucha entre los ángeles y los demonios, entre el bien y el mal (Efesios 6:12). Quisiera comunicar algunos insights a través de este capítulo.
1. Acorralados
En el verso 3: Una de las estrategias preferidas del diablo es “encerrarnos en el desierto”, dejarnos arrinconados sin saber a dónde ir, no siempre en un sentido físico, pero sí en un sentido psicológico y espiritual.
En la dimensión mental de todo hombre y mujer se desarrollan ciertos patrones de conducta por medio de la repetición que son como una rueda. Es lo que llamamos “costumbres” y “hábitos” personales. Estos patrones pueden ser conscientes o inconscientes y constructivos o destructivos. El hombre sabio es el que conoce este poder y crea una disciplina que le ayude a alcanzar los propósitos de Dios para su vida. El hombre negligente, en cambio, es el que gira en una rueda que no tiende a ningún propósito, dominada por otras personas o por los vicios y deseos que surgen a cada momento. La Palabra de Dios y Su Espíritu pueden ayudarnos a desarrollar un estilo de vida sano, exitoso y armonioso.
2. Con determinación
En el verso 8: Egipto no solo es un país, sino que en un sentido espiritual puede simbolizar también cualquier entorno, comportamiento, dependencia, estado físico, mental, emocional, espiritual y económico que nos haga vivir una vida limitada. El espíritu del hombre ha sido diseñado por Dios a su imagen y semejanza para ser libre, nunca podrá aceptar ningún yugo que le impida crear, crecer, desarrollarse, aprender, expresarse, disfrutar de la naturaleza y de las bondades de la vida. Por eso es que los esclavos siempre han tendido a unirse y a rebelarse contra el estado opresor. El hombre no ha nacido solo para trabajar ni mucho menos para ser oprimido o explotado por otros, sino para mirar el cielo (para lo cual tiene que trabajar).
Israel salió de Egipto con “mano poderosa”, es decir, sin dudar y con determinación. Esta es la actitud que se necesita para romper con las malas costumbres y un estilo de vida limitante. Esto no significa que el hombre no pueda fracasar, pero el fracaso no será nunca el destino para aquel que lo vuelve a intentar. Puede fracasar mil veces, pero basta con que triunfe una vez y para siempre. ¡El fracaso solo puede ser un lugar de paso!
3. Firmeza de ánimo
Versos 13 y 14: Habiendo salido el pueblo de Israel de la tierra de Egipto con permiso de Faraón, este se arrepintió y decidió salir con su ejército para hacerlo regresar a su posición de esclavitud. Hecho curioso, que lo que el mundo ofrece normalmente se arrepiente de habértelo dado. Israel temió y dudó cuando vio a uno de los ejércitos más imponentes de aquella época persiguiéndole. Estaba en una encrucijada, aparentemente solo tenía la opción de rendirse o luchar, pero Moisés fue un hombre de fe, y ante esta circunstancia dijo al pueblo: “No temáis, estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros… Jehová peleará por vosotros y vosotros estaréis tranquilos”.
Cuando se está en el desierto, rodeado por el Mar Rojo y arrinconado por Faraón, es el momento decisivo para afirmarse en las promesas de Dios. Este es el momentum exacto donde la fe crea un efecto milagroso, donde Dios produce la verdadera transición hacia otro modo de vida. Mantenerse firme y determinado en la fe y el coraje, no tener miedo y ser positivo mueven el corazón y a los ángeles de Dios a nuestro favor.
4. No clames, ¡actúa!
Versos 15 y 16: Cuando Israel ve de lejos al ejército de Egipto, se aterroriza y culpa a Moisés. Este rápidamente revierte la actitud negativa del pueblo, lo anima y clama a Dios. Pero el Señor le dice: “¿Por qué clamas a mí? Dí a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar en seco”.
Hay un momento que es para orar, pero hay otro momento que es para actuar. Ambos tiempos denotan la fe, pero son distintos. Orar cuando ya se tiene una respuesta de Dios es una muestra de falta de confianza en Él (y una señal de miedo) que retrasa el milagro divino; de la misma manera, actuar sin haber consultado a Dios, es no contar con Él para las decisiones importantes de la vida y privarnos de grandes beneficios futuros. Cuando uno camina con fe, aunque no haya sendero, mientras va a avanzando Dios le va abriendo el paso (Isaías 43:19). Caminar produce el milagro, pararse lo detiene y retroceder lo revierte. Dios está de tu lado. ¡Camina y no clames!
5. Tu posición con respecto a Dios determina tu perspectiva
Versos 19 y 20: El ángel de Dios estaba en la columna de fuego y de nube que estaba sobre el pueblo de Israel en su travesía por el desierto. La columna de fuego daba calor e iluminaba en la noche y la de nube protegía del sol y refrescaba en el día.
El ángel de Dios no solo tiene una figura visible determinada que se explica en las Escrituras (Isaías 6), sino que además podría también tener una forma invisible. No parece que el pueblo de Israel viese al ángel de Dios, pero él estaba en la columna. Cuántas cosas nos van bien en la vida, de cuántos males hemos sido librados por los pelos, cuántas veces han surgido conexiones sobrenaturales para cubrir una necesidad, o hemos encontrado a una persona en la que estábamos pensando y necesitábamos su ayuda. ¡El ángel de Dios se esconde en nuestra bendición y protección!
También se nos dice que el ángel alumbraba en la noche al pueblo de Israel y era tinieblas para los egipcios. Esto nos da esperanza de que cuando somos ofendidos, perseguidos, oprimidos y heridos, Dios es nuestro vindicador. Por un tiempo podemos sufrir en las manos de nuestros adversarios. ¡Tranquilidad! No nos tomemos la justicia por nuestra propia mano, no nos volvamos malos ni nos convirtamos en unos “listos” para vencerlos con su propia astucia. Dios los confundirá a su tiempo, no nos alcanzarán ni nos acabarán. No devolver mal por mal hace que el mal del otro no atraiga juicio sobre mí.
6. La liberación absoluta
Versos 24 al 31: Después de una larga noche empezó a alzarse el sol y Dios decidió que era el momento de liberar definitivamente al pueblo de Israel. Bajó desde la columna de fuego y nube y confundió la mente de los egipcios. Cosas extrañas empezaron a pasar: las ruedas de los carros de batalla se salieron, los caballos relincharon y tiraron a sus jinetes al suelo, la ansiedad se apoderó del ejercito al verse rodeados por muros de agua a punto de derrumbarse, tal vez los soldados se empezaron a matar entre ellos, y finalmente las aguas del Mar Rojo se cerraron sobre los opresores para siempre.
La travesía del pueblo de Israel por el desierto no termina aquí, todavía quedaba una Tierra Prometida que conquistar, nuevos enemigos saldrían al encuentro, pero nunca más los egipcios volvieron a cruzarse en el camino. La vida se alza, se renueva y evoluciona. Nos hacemos fuertes venciendo (y fracasando) y la fe se regenera más madura en cada liberación. Somos el pueblo de Dios si hemos nacido de nuevo, tenemos el ADN de Cristo, la sangre de los campeones corre por nuestras venas. ¡Nada es imposible excepto que “algo es imposible”!
Iván Campillo Moratalla – Estudiante de Filosofía – Reino Unido
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