Jesús huido, Jesús refugiado, Jesús migrante

Parece un tanto oscuro el tema de Jesús huyendo en medio de la noche, buscando refugio porque alguien le iba a matar. Puede parecer un tanto tétrico pensar en el Jesús que tiene que emigrar a tierra extraña en medio de la noche. Siendo niño, ya tuvo que buscar la oscuridad, aunque, sin duda, en su rostro se reflejaba el sufrimiento de todos los niños del mundo que tienen que huir en medio de oscuridades, neblinas y negros fantasmas, para buscar posibilidades de vida. un ángel aparece en sueños a José y le dice: “Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto”, fue el extraño mensaje del ángel a los padres terrenales del Mesías.

¡Qué más da huir del fantasma del hambre que de las garras de un rey sanguinario! El caso curioso es que Jesús pasó por la experiencia de miles y millones de niños que han tenido que huir buscando refugio para salvar sus vidas. La experiencia de buscar lugares seguros para ponerse a salvo. Si asumiéramos esta imagen de Jesús, quizás miraríamos con otros ojos la llegada del extraño, del extranjero, del huido por las violencias, sea del hambre, de la guerra o de las ideologías políticas. Seguro que este tema es una de las aristas que adornan el multiforme rostro de Jesús.

¡Qué antiguo eso de emigrar a tierra extraña! Afectó al Maestro, pero, quizás, muchos de sus seguidores han olvidado estos relatos: los del ver a un Jesús migrante, refugiado, huido para salvar su vida. Si empatizáramos con Jesús en esto, seguro que miraríamos con otros ojos el rostro de tantos y tantos migrantes de nuestro mundo que, sumergidos en oscuridades, en débiles y peligrosos cayucos o caminando hasta que los pies comienzan a doler mucho, llegan a nuestras puertas. Son la viva imagen del Jesús migrante.

¡Cuántos Herodes de hoy han hecho políticas que han hecho sufrir a niños migrantes en el mundo! No hay que citar nombres ni sistemas políticos para entenderlo. Niños que huyen de oscuros fantasmas y, luego, se pueden enfrentar con otros espantapájaros mucho más crueles que les pueden separar de sus familias o estigmatizarlos por sus diferencias. Quizás un tema cristiano importante sea amar, respetar y acoger al diferente.

Por eso, qué curioso que, en el mundo, se haya hablado tanto del Jesús carpintero, del Jesús que crecía en sabiduría, estatura y gracia, del Jesús sentado preguntando a los doctores en el templo, pero parece que la historia no ha recogido el tema del Jesús migrante, del Jesús huyendo en la oscuridad en brazos de su madre, del Jesús refugiado. ¿No debería la iglesia hoy, en un mundo en movimiento debido a las migraciones internacionales, a los refugiados y a los que huyen de los negros nubarrones del hambre, retomar el tema del Jesús migrante, el Jesús refugiado y huyente en medio de penumbras, miedos y densas oscuridades? Lo querían matar. Es un ángel el que les tiene que avisar para que escapen de la violencia.

Ahí sí que podríamos hacer una imagen de Jesús, pero que sea solamente una imagen conceptual en donde podamos percibir esta situación para poder empatizar mejor con los migrantes de la tierra. Una imagen, un icono que no necesita talla de madera, ni de bronce ni de piedra, pues como dice la Palabra, lo mejor de estas imágenes para nada es útil, aunque hay creyentes de otras confesiones que lo consideran como una mediación para facilitar el empatizar con Jesús. Sin embargo, incluso, sobre este tema hay pocas tallas icónicas, pocas imágenes que, en el fondo, para nada sirven.

Oscura historia, fuerte relato que no hemos recogido con la importancia que tiene, sobre todo en estos años que nos ha tocado vivir. Si asumiéramos la historia con la intensidad que merece, cómo no vamos a asumir el reto de las migraciones, de sus problemáticas, junto al problema del odio al diferente, la xenofobia o el racismo. Cómo no vamos a empatizar con las opresiones de tantos y tantos trabajadores, muchos de ellos ilegales, que son presa del odio, del rechazo y de la opresión de los más fuertes.

Debemos acordarnos de todo lo que la Biblia nos enseña con respecto al amor al extranjero, al inmigrante al que no debemos ni engañar ni robar. Tenemos que ayudarles a que salgan de sus oscuridades y, a través de nosotros, puedan encontrar un faro guía, algo de luz que rompa sus tinieblas, que los anime y, de alguna manera, les rescate y libere. 

La Biblia dice al pueblo de Israel que no olvidara que fueron extranjeros y emigrantes en tierra de Egipto. No olvidemos que nosotros, los españoles, también fuimos migrantes por múltiples causas: Latinoamérica, Alemania, Francia, Suiza y tantos y tantos países en donde se ha emigrado por causas de guerras o de grandes dificultades económicas. Al amar al extranjero, al inmigrante, al refugiado y al huido por causas de violencias o del hambre, nos estamos identificando con el Maestro.