Un nudo en la garganta

La verdad es que no pasa un día sin que escuchemos en los medios de comunicación sobre algún caso de corrupción en la política y/o los poderes públicos. “Todos tenemos un precio”, dijo alguien una vez, y eso parece ser cierto, por lo menos para ellos. Ya hace bastantes años que el poeta J.M. Serrat los retrataba de una manera genial, en una de sus canciones:

“Cubra sus bajos instintos con una piel de cordero.

El hábito no hace al monje, pero da el pego (…)

Firme sentencias de muerte, pero con buena letra

Ponga por testigo a Dios y mienta convincentemente (…)

Cultive buenas maneras dónde esconder sus pecados

Que Usted será lo que sea – escoria de los mortales-

Un perfecto desalmado, pero con buenos modales” .

Lecciones de Urbanidad (J.M.Serrat)

Estamos construyendo una sociedad basada en la apariencia, en la que los “buenos modales” muchas veces son la mejor distinción de un ladrón. Incluso los llamados “hombres de corbata” terminan por representar a aquellos delincuentes de guante blanco que se mueven por los bancos y las bolsas comerciales, como si estuvieran en su casa (¡en realidad, esa sí es su casa!). Es curioso como, figurada y físicamente, un simple complemento de vestir, la corbata puede poner un nudo en la garganta que impide a tu mente escuchar a tu corazón. Si se tiene que hacer algo de una manera fría, insensible y demoledora, lo hará un hombre de corbata.

De verdad, los que engañan y manejan las layes, las circunstancias y las personas a su antojo para lograr todo lo que desean, no tienen ningún valor para mi: no pierdo ni un solo minuto de tiempo en conocer sus nombres ni sus “hazañas”; ni quiero dedicarles más allá de tres o cuatro palabras, porque está demostrado que cada uno termina pareciéndose a aquellos héroes a los que admira. 

Déjame decirte que, personalmente, admiro a alguien a quién jamás se puede comprar. Alguien cuya palabra se mantiene firme aunque el universo se venga abajo: el Señor Jesús. A Él jamás le preocuparon los líderes ni los gobernantes; aunque amó a todos sin excepción pero cuando alguien quería impresionarle con su “poder”, simplemente no le contestaba. Sus seguidores hicieron lo mismo; fíjate lo que dejó escrito su hermano Santiago: “Habéis vivido lujosamente sobre la tierra, y habéis llevado una vida de placer desenfrenado; habéis engordado vuestros corazones para el día de la matanza” (Santiago 5:5, LBLA).

Aún así, tampoco podemos mirar a los demás de una manera cruel porque podemos acabar cayendo en la misma trampa. Dime sino ¿qué estarías dispuesto a hacer si te dieran mil millones de euros? ¿Mentir? ¿Engañar? ¿Huir a otro país y abandonar a tu familia? Todos tenemos que luchar contra nuestra propia maldad, porque sólo cuando nuestro objetivo en la vida es ser como Jesús, encontramos sentido a todo y podemos transformar el mundo.