En el 99% de los casos de denuncias de abuso sexual, no se da credibilidad de entrada a la mujer. Se cree como verdad última y única al varón.
Mirando a nuestro alrededor, en el mundo que nos rodea y también en el campo evangélico, vemos que la gran mayoría de las veces, cuando una mujer denuncia por abuso, acoso o violación, no es creída.
Generalmente no pueden, de entrada, aportar pruebas, y esto es lo complicado. Sin pruebas es evidente que no se puede aceptar cualquier denuncia. Pero lo que se está demostrando es que muchas veces la mujer está diciendo la verdad. Y os aseguro que uno de los mayores sufrimientos es haber sido víctima de cualquier tipo de abuso y que no te den credibilidad porque el abusador (o a veces abusadora) es una “gran persona” pública, o un/a “gran líder”. Unimos “éxito cristiano” con ser un gran siervo o sierva de Dios de forma acrítica.
Quiero levantar mi voz y mi palabra escrita para expresar mi tristeza e indignación porque lo normal es negar la credibilidad a la mujer agredida o abusada. Aún existe el mito y el estereotipo de género femenino de que las mujeres somos histéricas, exageradas, mentirosas o en cualquier caso “ella provocó” la situación.
Muchas denuncias simplemente se desestiman… es así. Entramos también en el tema del “si es sí” y “no es no”. ¿Consintió ella o no consintió? Porque si se quedó paralizada (bloqueada por miedo o por drogas) es que consintió. En todo caso, todo está en el mismo paquete: abuso, agresión, violación y la víctima es la mujer.
En el 99% de los casos, no se da credibilidad de entrada a la mujer. Se cree como verdad última y única al varón. Hay que romper esta tendencia por justicia. La mujer debe tener también el beneficio de ser creída, exactamente de la misma manera que los hombres. No se puede seguir con ese prejuicio en nuestra mente hacia las mujeres. Porque lo que sucede es que se desestima la denuncia y ni si quiera se investiga. Sobre todo cuando se trata de grandes hombres, de cargos públicos, políticos o religiosos…
El hashtag, #MeToo, usado en 85 países, ha hecho públicas, miles de historias. En este sentido el movimiento #MeToo ha sido positivo y podemos estar agradecidos de que haya sacado a la luz el problema del abuso/acoso /agresión sexual. Sin duda ha dado lugar a destapar muchos casos de mujeres que no denuncian por miedo, por temor a represalias, a no ser creídas, a perder sus trabajos. Y eso es una realidad.
El movimiento #MeToo ha ayudado a tomar conciencia del tema y de que no todo lo que brilla es oro. Ha destapado la triste y dolorosa situación de muchísimas mujeres atrapadas y atadas a estos abusos y cargando cadenas que no le correspondían. El #MeToo ha sido posible por todo el trabajo anterior que han hecho muchas mujeres en el camino hacia la igualdad de derechos de ambos sexos. El terreno ha sido preparado con duro esfuerzo y mucha valentía.
Existe también, por cierto, un #MeToo dentro del mundo evangélico, surgido en EEUU. Recientemente fue tendencia el hashtag #ChurchToo. (“la iglesia también”). No creo que haya que ir abriendo los armarios de todo el mundo para investigar a ver si encontramos algo oscuro. No hay justo ni aún uno.
Pero sí doy la voz de alarma para que las mujeres sean escuchadas y tengan las mismas posibilidades de ser creíbles. Que no se las rechace y se las tome por mentirosas en un principio, que no caigan ellas bajo sospecha, que es lo más grave. Sino que se investigue quién realmente dice la verdad.
“Sabemos que hay pastores y líderes que también han sido abusadores y que sus víctimas nunca han tenido la libertad de decir #metoo. Se les ha callado para “proteger la obra” o “al hombre de Dios”. Y esas víctimas han tenido que sufrir en silencio. En nombre de ellas decimos #wetoo”. (Francisco Martínez)
El Día Internacional de la Mujer que celebraremos próximamente desde Seneca Falls y otras asociaciones de mujeres evangélicas, es un recordatorio crucial para que los cristianos nos involucremos en revisar todos los temas que implican desigualdad de la mujer, en el ámbito social y eclesial.
Por esto y muchos otros asuntos que se dan también en las iglesias es muy importante que existan Plataformas como Seneca Falls, de inspiración evangélica, y otras, que ayuden a cambiar nuestra mente en cuanto a la visión de la mujer, para darle las mismas posibilidades y derechos que al varón, sobre todo en temas tan fundamentales como ser creídas, que afectan a su dignidad
¿No estaremos aún bajo la influencia de la visión machista de que la mujer no podía ser testigo y no tenía personalidad jurídica? ¿o bajo la influencia de que Eva engañó a Adán y somos todas mentirosas? ¿Seguimos con el estereotipo de que la mujer es perversa per se y por su sexo? Esto pensaban los padres de la iglesia, y también Agustín y Tomás de Aquino influenciados por los filósofos griegos, entre otros Aristóteles y Platón. ¿Seguimos bajo el peso de hacer lícitas las estructuras de pecado, las consecuencias que tuvo para la mujer??? Creo que sí.
Por eso es necesario educar a niños y adultos para desterrar mitos, estereotipos y roles de la mujer (y del hombre) que no son más que culturales y tradicionales, y que hacen mucho daño a las mujeres. Desde los púlpitos, los líderes debemos formar y dar la auténtica y bíblica visión de la mujer, a la que Dios, junto con el varón, encomendó gobernar y administrar el mundo.
Dice así un documento del movimiento Lausana: “Sea por convicción teológica o por casualidad, el liderazgo cristiano está dominado por varones. Esto significa que las perspectivas masculinas toman preferencia en las estructuras institucionales y la teología, y pueden ser rápidos en afirmar #notallmen o lentos para escuchar a mujeres, porque les resulta ofensivo la franqueza con la que las mujeres lo han traído a su atención. La solución debe ser escuchar más de las mujeres, para que los líderes varones puedan ampliar su perspectiva y obtener una mayor empatía”.
Es imprescindible introducir la perspectiva de la mujer en las iglesias para entender temas como “feminismo bíblico”, violencia psicológica, maltrato, abuso sexual etc. y así poder tratar estos casos en nuestras congregaciones. Para esto también es imprescindible dar paso a las mujeres a lugares de responsabilidad.
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