Hoy, en nuestras ciudades, la diversidad se ha convertido en un hecho común. Podemos observar en medio de nuestras calles la diversidad de la creación, los mil rostros del otro que, siendo diferente, es también igual a nosotros. La frase “Somos diferentes, somos iguales”, vuelve a tomar una vez más una fuerza irrefrenable que nos habla de la igualdad de los hijos del pueblo de Dios, aunque en medio de la diversidad.
Esa diversidad es una de las características de la creación y, por tanto, no debe ser un elemento de rechazo, sino de alegría y celebración como oportunidad que Dios nos da de enriquecimiento y celebración de la diversidad. Dios se nos hace presente en su multiforme gracia en el paso de sociedades monoculturales y uniformes a sociedades multiculturales y diversas. Este es un elemento que nos debe servir de celebración de la común unión que debe reinar entre los hombres, la comunión, una comunión universal que nos habla de la grandeza del Creador.
La interculturalidad no implica el hecho de que aceptemos la diversidad cultural con cierta indiferencia, sino con un gran respeto a cada una de las culturas. Respeto que supera a la simple permisividad o tolerancia pasiva, es el respeto a las distintas identidades sin prepotencias, un respeto impregnado del amor cristiano que, en el momento adecuado, con nuestro ejemplo y con nuestro compromiso, nos puede llevar a la evangelización de una forma natural y no forzada.
Muchas veces se ha hablado de la inculturación de la fe. Nunca mejor ni en un mejor escenario que la ciudad intercultural, se puede aplicar el concepto de inculturar el Evangelio, contextualizarlo teniendo en cuenta la diversidad y el respeto a las diferentes culturas.
¿Cómo podrán los cristianos evangelizar en escenarios interculturales si desconocen y no se han preocupado por el acercamiento y el diálogo entre las diferentes y variadas culturas? ¿Cómo se va a poder evangelizar si no hay previamente una actitud respetuosa de escucha y acogida del otro, del diferente que es igual a mí? ¿Cómo vamos a contextualizar nuestro mensaje en la ciudad intercultural si no conozco los valores positivos o negativos de estos hombres que se mueven dentro de un escenario cultural diferente? El diálogo entre las culturas es previo y también simultáneo a la evangelización. Un diálogo abierto y respetuoso que nos debe llevar a la comprensión entre los hombres que se mueven en la diversidad de la creación y a la mutua confianza fundamentada en el respeto mutuo.
La evangelización en los ámbitos interculturales en los que se han convertido nuestras ciudades, la evangelización en estos nuevos marcos impregnados de la diversidad de la creación, debe convertirse también en una fuerza que se acerca a los mil rostros del otro promoviendo dignidad, libertad y constituyéndose en mano tendida de ayuda a las personas a las que intentamos transmitir el mensaje del Evangelio. Un mensaje que tiene que estar inculturado y que nos convierte en agentes de liberación de las personas en abierto diálogo intercultural.
El evangelio así predicado en medio de la diversidad, celebrando esa comunión intercultural universal se convierte en algo más que anuncio de la Palabra. Se convierte también en denuncia de la intolerancia, la xenofobia y el racismo, en denuncia de las desigualdades sociales entre los hombres, en denuncias de los robos de dignidad, en lazos de comunión fraternal universal, en compromiso solidario, en manos tendidas para el servicio y en búsqueda de la justicia.
Es el Evangelio integral que no sólo anuncia bendiciones para el más allá, que no habla sólo de elementos metahistóricos, sino que se complementa en su integridad, con la búsqueda de la justicia y la fraternidad entre los hombres en nuestro aquí y nuestro ahora. Eso es lo que se debe entender por acercar el Reino de Dios a los hombres. Un Reino de Dios que dignifica y acerca la justicia en medio de una comunión universal.
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