Hay pastores que, quizás por su falta de preparación teológica y por rigideces culturales, se creen un poco víctimas de la nueva situación y están desorientados ante la afluencia de inmigrantes en sus templos. Estos nuevos miembros no siempre son acogidos sin recelo. De hecho, hay inmigrantes que se ven presa de la exclusión y marginación por ser simplemente de piel más morena… o pobres. De ahí a la potenciación de iglesias étnicas, sólo hay un paso.
Muchas veces lo que se esperaría por parte de algunos españoles con respecto a sus hermanos inmigrantes, es la asimilación total y fagocitaria de estos nuevos miembros a nuestras formas culturales dentro de la iglesia. Incluso, algunos, tachando a los inmigrantes evangélicos de conservadores en lo político y de fundamentalistas en lo teológico, los quieren catequizar de alguna manera por si estos conservadores inmigrantes no llegaran a entender que un hombre de izquierdas también puede ser cristiano. ¡Qué planteamientos catequizadores! Sin embargo, no se plantea el cese de la prepotencia cultural, la puesta en marcha de la humildad y el ponerse todos en un plan igualitario y plural respetando la diversidad e intentando enriquecerse, sin ningún tipo de prepotencias, de las relaciones entre las culturas en el respeto, la igualdad y la valoración mutua. No debemos de trabajar desde una identidad cultural estanca y prepotente. La defensa, consciente o inconsciente de una identidad cultural cúltica eurocéntrica, frente a otras identidades y formas de vivir el evangelio, puede ser una forma encubierta de racismo y una ofensa a Dios.
La iglesia evangélica en España debe dar pasos de interrelación, en humildad y en plan de igualdad, entre las iglesias étnicas y las nacionales ya establecidas. Y que no se diga, como algunos han dicho, que las iglesias establecidas hace tiempo en España también son étnicas. Si todos entendemos lo que es una tienda étnica en relación con las tiendas de españoles, no creo que presente mucha dificultad el saber lo que es una “iglesia étnica”, formada por personas de otras lenguas, culturas, países o razas distintas, provenientes de la inmigración. Desde los organismos evangélicos como la FEREDE o los Consejos Evangélicos, se deberían dar las iniciativas de interrelación, en un plan de igualdad, entre las iglesias étnicas -mientras éstas tengan la necesidad de seguir existiendo- y las nacionales, tendentes a la comunión mutua y creando las condiciones que no hagan necesarias en el futuro las iglesias étnicas, bajo el prisma orientativo de que en la iglesia de Dios no hay nacionales ni extranjeros. También se deben dar líneas de reflexión para la buena interrelación de los miembros dentro de una iglesia que intenta integrar inmigrantes, para que se haga de tal forma que nadie se sienta extraño ni foráneo en la casa de Dios.
Para que esto pueda tener éxito,
lo primero que deberíamos hacer los creyentes españoles, o del mundo occidental, es confesar que a lo largo de nuestra historia hemos cometido el error, que en el fondo es un pecado de orgullo, de identificar el cristianismo con nuestra cultura. Pero hete aquí que, actualmente, nos vemos retados y nos sentimos inseguros ante las iglesias étnicas cuyos pastores pasan de los condicionamientos teológicos occidentales y muestran la vivencia de un cristianismo inculturado en otros moldes culturales. La disidencia de los modelos occidentales en los que hemos querido verter nuestro cristianismo no impide la vivencia de la espiritualidad cristiana en autenticidad. Ya ha llegado el momento en España en que se levanten iglesias y hayan llegado hermanos que nos animen a vivir el cristianismo en otros moldes diferentes de los modelos occidentales. Esto no tiene por qué ser un problema, sino un enriquecimiento de todos si se sabe tratar el tema desde los valores cristianos.
Lo importante es tomar iniciativas de interrelación con estas iglesias e iniciativas para que las iglesias españolas con presencia de inmigrantes, casi todas, se vayan transformando en iglesias que se enriquecen por la vivencia de la interculturalidad, en donde nadie sea marginado por la diferencia. Esta vivencia de la interculturalidad sería el posibilitante de que los evangélicos de allende los mares y de las fronteras se pudieran ir integrando en las comunidades españolas sin sentirse asimilados culturalmente, ni fagocitados por una cultura prepotente que les pone barreras. Una iglesia intercultural sería aquella en la que el africano puede vivir el evangelio “en africano”, a la vez que cualquier latinoamericano o de la Europa del Este lo puede vivir sin necesidad de fuertes renuncias culturales.
Pensemos que los evangélicos españoles fuimos obligados a vivir, durante muchos años, un cristianismo “a lo anglosajón” y, en algunos casos, a lo germánico, habiendo tenido que cantar himnos que tenían la música de los himnos nacionales de estos países. ¿Cuánto de ello nos queda todavía? Quizás, algunas iglesias españolas, por esta influencia de la que no se han podido liberar, sigan siendo “iglesias étnicas” especiales.
Para fomentar la interrelación entre las “iglesias étnicas” y las españolas, no debemos pretender imponer modelos de vivencia del ritual que sean excesivamente chocantes con otras formas culturales de vivir la espiritualidad cristiana.
El Evangelio puede predicarse y vivirse adaptándose a la interculturalidad y al respeto a la vivencia del cristianismo dentro de las diferentes peculiaridades culturales. Esto dará como resultado un enriquecimiento para todos, los nuevos ciudadanos miembros y los españoles miembros de siempre. Ver las aportaciones de todos y cada uno que componen la iglesia local, sin exclusiones, orgullos ni prepotencias. Fomentar la relación de igualdad, pluralidad y diversidad, viviendo todo esto dentro del ámbito que nos marca el concepto de projimidad que nos ha dejado Jesús.
En España sabemos, por experiencia propia, que el Evangelio se puede vivir “a lo gitano”, con sus gritos desgarrados, aflamencados y sus “ayes”. Quizás ahí tenemos también una deuda de interrelación, de interculturalidad, de cese de prepotencia y de amor entre hermanos.
Es una locura, auténticamente algo demencial, el pensar vivir un cristianismo evangélico “a lo español”, en medio de una sociedad en donde el mundo entero se mueve dentro de nuestras puertas. Si somos capaces, en un acto de humildad, de romper las barreras de separación cultural entre los cristianos, quizás la interrelación y comunión entre las “iglesias étnicas” y las españolas llegue a ser una realidad tan notable que el concepto de “iglesia étnica” pueda ir cesando.
Porque todos somos un pueblo, iguales en dignidad. Un pueblo en donde toda prepotencia es pecado. El mensaje evangélico rompe toda hegemonía cultural. Nadie mejor que los cristianos puede romper los muros de separación. Para eso se necesitan dosis de humildad y de reconocimiento del otro, incluso como superior a nosotros mismos.
La iglesia evangélica en España no alcanzará su madurez ni su plenitud, mientras no haya sido capaz de romper lo que nos separa respetando las diferentes peculiaridades culturales. Es entonces cuando la iglesia evangélica en España se habrá enriquecido siendo todos un cuerpo que respeta la diferencia y la diversidad.
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