No se trata de estar a favor o en contra de un partido político. Tampoco de ser “conservador” o “progresista”. Abortar es debatir cuándo, cómo y por qué puede ser lícito acabar con un embrión.
Inicio una serie de reflexiones semanales a raíz de vivir la aprobación de la nueva Ley del aborto en Argentina, aunque lo que escribo es aplicable a cualquier país. Pero el debate surgido en torno a esta última batalla legal me ha hecho sentir obligado a poner en blanco y negro una serie de ideas que me desgarran el corazón.
Creo que es esencial saber que cuando hablamos de “interrumpir el embarazo” la gran cuestión es si se termina o no con una vida humana. La respuesta a esta cuestión será fundamental en todas las demás cuestiones sociales, éticas y legales que abordaré en artículos próximos.
Por ello en este primer artículo quiero intentar centrar este punto básico que, como el famoso elefante en la habitación, pasa desapercibido, como si no tuviese importancia: ¿el embrión es o no es un ser humano?
Y la respuesta en este artículo no voy a hacerla con fundamentos bíblicos (que abordaré en un apartado específico más tarde), sino científicos.
En primer lugar, me constan los argumentos que intentan dar la idea de que el nuevo ser concebido se trata de una mera agrupación de células.
Pero, ¿es que el ya nacido no es también una mera agrupación de células? Luego se refieren a la apariencia. Pero siguiendo el mismo argumento alguien desfigurado, discapacitado, disfuncional, amputado, leproso ¿es menos humano o deja de serlo con respecto a quienes tienen una apariencia “normal”?
Esta idea de la identidad humana en base a la superficialidad es típica de nuestro tiempo, donde el ideal de bienestar, de belleza, de eterna juventud, se han convertido en la utopía del estilo y concepto de vida; y que cuando esto se pierde, la vida (humana) carece de sentido. Pero ese es otro tema.
Otro razonamiento paralelo es que aún no se han desarrollado las funciones (especialmente cerebrales) que dan el rango de “humanidad”.
¿Quién establece esas funciones y ese nivel? ¿Quién decide en qué momento ese embrión se convierte en persona con derechos? O se asume la continuidad desde su origen, o si se elige un punto siempre será arbitrario. Podrá colocarse donde la “masa social” quiera. Incluso hasta poco antes del nacimiento.
Por otro lado, viendo a quienes sufren enfermedades que lastran las funciones intelectuales: ¿ponemos una medida para identificarlos como seres humanos, o les otorgamos ese reconocimiento a pesar de esas discapacidades? Y recordamos que ningunear el valor del embrión como vida humana históricamente va de la mano de la eugenesia.
Finalmente, la evidencia científica: desde la concepción el embrión tiene toda la identidad genética que le confiere vida propia, le hace único en el mundo, y esto no variará a lo largo de toda su existencia. Existe y es, y será siempre igual en su esencia (no en su forma).
Desde la concepción el embrión dispone en sí mismo de todo el potencial necesario para crecer, madurar y desarrollarse hasta extremos increíbles.
Por supuesto necesita cuidado y alimento a través de la placenta y el cordón umbilical, como el niño recién nacido necesita la leche materna y estar arropado de todo peligro; y así será cada vez en menor medida hasta que logre la madurez. Pero ¿deja de ser humano, de ser persona en algún momento? No.
Antes de mi encuentro personal con Jesús, que me hizo ver y asumir la revelación de su Palabra (que como antes dije trataré en uno de los artículos de esta serie) yo tenía clara esta idea como médico. Me asombraba la ligereza con la que se enfocaba este tema, la facilidad con las que se eliminaba la vida del embrión del debate del aborto, priorizando muchos otros factores o derechos.
No soy simplista, sé y defiendo que existen derechos de la mujer. Situaciones terribles de abuso sexual y de otros tipos, circunstancias extremas que llevan al límite de abordar escenarios más que dolorosos.
Pero incluso en estos casos extremos (que no son la causa más frecuente de abortos, al contrario), nadie tiene derecho a obviar, a olvidar, a invisibilizar, al gran protagonista inocente que es el primero que sufre todos estos factores y que ponen su existencia en riesgo: plantear abortar es en su primer y fundamental aspecto acabar con una vida humana.
A partir de ese hecho y del derecho a la vida de todo ser humano, incluido el embrión, podemos debatir y estructurar el edificio de la legislación del aborto.
No se trata de estar a favor o en contra de un partido político o movimiento social, Tampoco de ser “conservador” o “progresista”. Al tratar el aborto se debate cuándo, cómo y por qué puede considerarse lícito acabar con un embrión, una vida humana.
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