El auténtico propósito de nuestras vidas y oraciones es la gloria de Dios. Y es igual si oramos por cosas grandes o pequeñas.
El hombre no vive solo de pan, sino de toda palabra que viene de la boca de Dios. Es la gran lección que nos enseñan tanto Moisés1 como Jesucristo2. El Señor es nuestra fuente de vida. Una persona que no le conoce está muerta - espiritualmente hablando. No vivimos solo de pan. Pero el pan también nos hace falta. No podemos vivir sin comida, porque nuestro cuerpo también necesita alimentarse. Esto nos distingue de los ángeles.
Es la razón porque la fe cristiana no es ascética. Comer y beber es una necesidad. Pero es más que esto: también es un deleite:
“Él hace producir el heno para las bestias y la hierba para el servicio del hombre, sacando el pan de la tierra, y el vino que alegra el corazón del hombre, el aceite que hace brillar el rostro y el pan que sustenta la vida del hombre.”3
Lo que Dios requiere de nosotros son dos cosas: confiar en que Él nos facilite lo que nos haga falta y moderación a la hora de consumirlo. Privarnos de comida por razones espirituales - ayunar - no es señal de espiritualidad superior y mucho menos una obligación, sino una opción puntual. Por lo demás, debemos recibir de su mano con gratitud lo que Él provea para disfrutarlo. Por eso damos gracias antes de comer.
El padrenuestro nos recuerda que no solamente enfocamos el futuro, sino que también vivimos en el presente. Pedimos que su Reino venga y que su voluntad se cumpla. Pero no podemos solo mirar la gloriosa mañana del Reino de Dios y ocuparnos de cosas venideras. El equilibro entre presente y futuro evita que la fe cristiana se vuelva sectaria. Por lo tanto, Jesucristo nos enseña a orar: “Nuestro pan de cada día, dánoslo hoy”4.
Nuestro mundo marcado por el pecado es un mundo complicado y peligroso: la tendencia de una persona sin Dios es querer ser su propio dios, y establecer sus propios parámetros de la vida. Esta actitud caracteriza a la soberbia humana que crucificó al Mesías y pidió la liberación de un terrorista en su lugar. Hacernos ilusiones sobre este mundo es muy peligroso.
[destacate]Jesús nos enseña a pedirle al Padre el pan de cada día, y así reconocemos nuestra dependencia de Él.[/destacate]No es buena idea ignorar los peligros y desgracias diarias que nos rodean para convertirnos en estoicos, sabios arrogantes y soberbios que pretenden vivir más allá del bien y del mal y que no dejan que los asuntos de cada día nos influyan. No somos zombis que deambulan indiferentes por el mundo. En el padrenuestro reconocemos que fuimos creados por Dios y que lo necesitamos hoy y en todo. Cierto: no debemos reducir nuestras oraciones a peticiones por nuestra propia vida. La gloria de Dios y el cumplimiento de su voluntad tienen prioridad, como hemos visto. Pero qué duda cabe que tenemos necesidades urgentes. No es una vergüenza reconocerlo. Somos pedigüeños frágiles.
Cuando el Señor nos enseña a pedirle a nuestro Padre celestial el pan de cada día reconocemos esta dependencia de Él.
Y en este contexto recibimos una promesa muy alentadora: “Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.”5
A todo el mundo le debería quedar más claro que el agua que en este versículo Jesucristo no extiende un cheque en blanco para que podamos pedir lo que nos dé la gana. Hay dos condiciones: Primero debemos de orar en el nombre de Cristo. Esto quiere decir: pedir las cosas que Él también pediría. Y en segundo lugar, lo que pedimos debería glorificar el nombre del Padre. Ambas cosas excluyen ya un buen número de oraciones y peticiones. Y esta es la razón por la que la oración es una experiencia frustrante para muchos. Parece que Dios simplemente no quiere darnos lo que pedimos. Y la razón es sencilla: no glorificaría su nombre. Nunca hay que orar teniendo una idea equivocada de lo que es la oración.
El auténtico propósito de nuestras vidas y oraciones es la gloria de Dios. Y es igual si oramos por cosas grandes o pequeñas. La condición sigue siendo la misma.
Precisamente por eso nos anima el Señor a orar por el pan de cada día. El pan es el alimento más básico en nuestro mundo, símbolo de todas las necesidades de la vida. Es exactamente el significado de la palabra griega epioúsios que se traduce con la expresión “de cada día”. La palabra “pan” representa a todo lo que es necesario para suplir las necesidades fundamentales de una persona: comida, bebida, ropa y un lugar que nos protege de las inclemencias del tiempo. Son cosas sencillas y básicas. Realmente no nos hace falta mucho para vivir.
En esta petición queda incluido un principio espiritual que no es fácil de aceptar: Dios exige de nosotros paciencia y confianza en su provisión diaria.
Una buena ilustración de esta verdad son los 40 años que el pueblo de Israel pasó en el desierto. Dios proveyó el maná para ellos, pero no de una forma que permitía recogerlo y almacenarlo. Tenían que hacerlo todos los días y además era necesario confiar que el Señor lo facilitaría cada día de nuevo. Y así ocurrió. No faltaba el maná nunca, ni un solo día y eso también era cierto en los tiempos de desobediencia y rebeldía.
Esta petición nos recuerda como Dios cuida de nuestras necesidades físicas, no solamente de las espirituales. Hay gente que tiene problemas con este concepto. Les cuesta aceptar que Dios cuida de los pormenores de sus vidas. Es una herencia del neoplatonismo griego que considera todo lo que tiene que ver con nuestras necesidades físicas como algo vulgar. Infelizmente esta corriente filosófica entró en la teología cristiana ya en los primeros siglos y desde entonces no nos ha dejado.
[destacate]Ni el futuro ni el presente están en nuestras manos.[/destacate]No debemos olvidar que la promesa de la salvación no solamente se refiere al espíritu, sino también al cuerpo. No solamente el espíritu importa, sino también el cuerpo. La enseñanza cristiana lo deja claro con su énfasis sobre la resurrección del cuerpo (1 Corintios 15). En el capítulo 6 de la misma epístola, Pablo escribe que debemos glorificar al Señor con nuestro cuerpo. Y por eso, le pedimos al Señor que provea lo que nuestro cuerpo necesita, para que le podamos servir y honrar.
Además, la petición por el pan diario nos recuerda de otra cosa: no debemos preocuparnos por nuestro futuro ni por nuestro presente. No cometemos un error cuando trabajamos y ahorramos para el día de mañana. Para eso hace falta previsión y planificación. Es correcto y los ejemplos - sobre todo en el libro de Proverbios - abundan.
Pero al mismo tiempo tenemos que reconocer que no tenemos ni el futuro ni el presente en nuestras manos. Si Dios no cuida de nosotros estamos perdidos. Esto fue el error de cálculo del hombre rico con sus graneros a rebosar en Lucas 12. Dios nos advierte seriamente contra la arrogancia de creer que dependemos de nosotros mismos según el lema: “mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza”.6
La oración por provisión divina no está reñida con nuestra responsabilidad personal. Hubo que comprar la harina para el pan de hoy ayer. Pero el proceso de convertir harina en pan es algo diario que depende de muchos factores que están fuera de nuestro control. Es bueno no olvidarlo en un tiempo donde dependemos del buen funcionamiento las cadenas de abastecimiento como nunca antes. Y que son una construcción muy frágil lo hemos visto con la aparición de un virus con el cual nadie contaba y ha dejado estanterías vacías en los supermercados.
Muchas veces Dios provee lo necesario justo cuando lo necesitamos y no antes. Porque antes de aprender que Dios es nuestro proveedor tenemos que asumir la verdad que en esto además tiene el monopolio.
Notas
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