El Dios que ha puesto eternidad en nuestros corazones es el único que puede dotar de algún sentido el momento que nos toca vivir.
El tiempo nos fascina. Como humanidad, llevamos toda nuestra existencia observándolo, examinándolo e intentando entenderlo. Al llegar el último día del año, se renuevan las esperanzas de millones de personas, esperando dejar atrás un año difícil y aventurarse hacia uno nuevo con ilusiones y propósitos renovados.
El 2020 ha sido un tiempo de crisis. La pandemia ha trastocado planes, truncado expectativas y se ha llevado a muchas vidas por delante. Es por eso que tantos sueñan con borrar este año de su memoria y esperan que el año próximo las circunstancias sean más favorables.
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
tiempo de nacer, y tiempo de morir;
tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
tiempo de matar, y tiempo de curar;
tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
tiempo de llorar, y tiempo de reír;
tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras;
tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;
tiempo de buscar, y tiempo de perder;
tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
tiempo de romper, y tiempo de coser;
tiempo de callar, y tiempo de hablar;
tiempo de amar, y tiempo de aborrecer;
tiempo de guerra, y tiempo de paz.
Eclesiastés 3:1-8
En este poema que se encuentra en el libro de Eclesiastés, el predicador nos presenta catorce parejas de contrarios que cubrirían prácticamente cualquier situación que una persona pueda atravesar.
Al cerrar 2020 y abrir 2021 constatamos algo obvio: que el tiempo sigue transcurriendo. Pudimos experimentar lo malo -limitaciones, miedo ante una enfermedad desconocida, o el llanto ante la pérdida- pero también lo bueno, aprendiendo a valorar la familia, la libertad o la amistad.
El cambio de año nos ayuda a tomar perspectiva y darnos cuenta que, como dijo Jesús, no podemos hacer demasiado para prevenir las circunstancias que nos tocarán vivir: “¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida?”. La respuesta es: no podemos. Realmente, no sabemos siquiera en qué momento podría llegar la realidad inexorable de la muerte.
Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.
Eclesiastés 3:11
Pero la reflexión también presenta un matiz esperanzador. El predicador puede ver en ese deseo de esperar algo mejor aquello que nos hace singulares en la naturaleza. Dios “puso eternidad en el corazón” del ser humano.
La clave para el ser humano no es solo ser consciente de ese deseo de bienestar, sino acudir a la fuente capaz de saciar ese deseo. El Dios que puso eternidad en nuestros corazones es el único que, al revelarse por medio de Jesús, puede dotar de algún sentido el momento que nos toca vivir. Así ha sido en este 2020, donde la fe y la esperanza se han hecho más reales en los corazones de los cristianos. Y así tendrá que ser en el 2021, ya sea que enfrentemos unas circunstancias difíciles o un tiempo de bonanza.
Porque si todo tiene su tiempo, la pregunta es si estoy buscando la perspectiva eterna de Dios sobre mis circunstancias temporales. Si Dios está presente en tu calendario, no importará tanto si es 2020 o 2021, porque lo eterno estará asegurado.
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