En nuestro mundo no tendrían por qué existir los ochocientos millones de hambrientos que hay, y el hecho de que el ochenta por ciento de la humanidad esté en pobreza, en una proporción de más o menos precariedad hasta llegar a la pobreza severa y a los hambrientos, es un escándalo que se debe más al egoísmo humano, a la acumulación desmedida de bienes en unas pocas manos de los ricos del mundo, a la mala redistribución de las riquezas del planeta tierra y a un mundo demográficamente desequilibrado.
La inmigración existe porque la pobreza en el mundo hoy es algo más que una simple fatalidad. Es un escándalo, sobre todo en un mundo en el que se producen más bienes de los que se necesitan y en el que, según los sociólogos y economistas, podría haber alimentos suficientes para todos. La pobreza hoy es un atentado a la dignidad humana y una forma de exclusión de muchísimas personas que no cuentan para nada. En el siglo XIX, con la revolución industrial, las personas eran explotadas de sol a sol con salarios de hambre. Contra esta explotación y opresión de las personas surgen los movimientos comunistas y socialistas. Hoy sigue existiendo explotación y opresión, pero se da un fenómeno nuevo que es el de la exclusión: millones de personas que ni siquiera se les necesita para ser explotados, una especia de sobrante de la humanidad que, aunque estarían dispuestos a ser explotados para poder comer, ni siquiera pueden acceder a ello.
La lucha contra la miseria y a favor del alivio de los movimientos migratorios, exige sin demora el compromiso de los cristianos en el mundo que, con un mensaje nuevo y comprometido, fomenten medidas políticas valientes en tres ámbitos:
a) la lucha por la cancelación de la deuda externa que imposibilita el desarrollo de los pueblos;
b) la lucha por que estos pueblos posean la propiedad de los recursos naturales y su explotación;
c) el problema de la distribución de las tierras.
Esto en el ámbito internacional, pues en nuestro ámbito nacional español marcaremos otras líneas de acción que intentaremos ir demarcando. Pero la preocupación internacional, de misión, no debe ser nunca olvidada por nosotros y, como cristianos, debemos usar nuestra voz profética de denuncia e intentar cambiar y evangelizar las estructuras de pecado, las estructuras económicas injustas que oprimen y marginan.
Las perspectivas de la pobreza en el mundo no son halagüeñas. Por tanto, las presiones de la inmigración continuarán y nosotros las veremos como la punta de un iceberg que afecta al ochenta por ciento de la humanidad. Se ve en los últimos años que la distancia entre ricos y pobres se ve cada vez mayor. Cada vez hay ricos más ricos, concentrados en pequeños números, y pobres más pobres alcanzando cifras enormes de población lanzados, muchos de ellos, los más hábiles, a las migraciones internacionales. Casi las tres cuartas partes de la humanidad vive en pobreza. Esa es una causa primordial de las migraciones internacionales. Este amplio porcentaje no quiere decir que nos desanimemos y que consideremos imposible la erradicación de la pobreza. Hay que seguir testimoniando, concienciando, sensibilizando y actuando en la medida de nuestras posibilidades. Debemos unirnos a los objetivos de las Naciones Unidas, con uno de sus lemas que debemos hacer nuestro: “La pobreza puede y debe erradicarse en todo el mundo”. Hay que hacer todo lo posible para que los pobres accedan a la educación, a la capacitación, a la tecnología, a la información, a los mercados y a mejores infraestructuras de transportes y comunicaciones. Esto aliviaría las presiones de las migraciones internacionales.
Ya en el Siglo XXI con una población mundial que se aproxima a seis mil millones de personas, algo más de mil millones de personas, alrededor de un 22%, disfrutan de bienes acumulados, de energía casi sin límites y de todo tipo de servicios. Este pequeño 22% de personas que viven en el Norte rico, poseen el 84% de los bienes del mundo. El 77% de la población mundial posee solamente el 16% de los bienes mundiales, de los bienes del planeta tierra.
Dentro de los cuatro mil millones de pobres del SUR pueden establecerse también diferentes niveles de pobreza. Estaría por un lado la pobreza absoluta o pobreza severa. Serían aquellas personas que viven en el mundo con menos de un Euro diario. En pobreza absoluta hay en este momento más de 1.300 millones de personas. Son personas que viven en el límite de la supervivencia, comiendo algo de arroz y poco más. Por debajo de ellas, estarían los hambrientos del mundo, el tema del hambre en el mundo. Hay alrededor de unos 800 millones de personas hambrientas.
Así, pues, en las causas de la inmigración habría que destacar dos factores importantes. Por una parte, se da el efecto salida que les expulsa al exterior de sus países bajo los impulsos del hambre o de la hambruna, la destrucción de sus economías, incluyendo la destrucción de la agricultura, debido a que muchas multinacionales practican agriculturas de alto rendimiento para saciar las necesidades del NORTE rico, dejando los campos agotados, la presión de la deuda externa, regímenes políticos corruptos u opresores y también catástrofes medioambientales.
Y junto a este efecto expulsor o de salida, se da el otro efecto de llamada. Es el mito del emigrante que puede enriquecerse, el mito de Europa como la tierra que fluye leche y miel, el paraíso donde pueden progresar económicamente, captando una idea falsa de la realidad en donde hay mucha desinformación y desengaño.
Además de la pobreza se junta otro factor que es causa de las migraciones que el crecimiento demográfico del mundo que está desequilibrado. De ellos hablaremos en otro momento.
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