Afortunadamente existen las videocámaras, porque no sabemos cuántos actos racistas y violentos se deben producir en Europa sin que sean recogidos de una forma tan clara por una cámara de videovigilancia, pero, insisto, esto no define el comportamiento de la generalidad de los españoles. Hay muchísimos españoles solidarios con los inmigrantes.
Se trata de los golpes y la patada que daba en la cara un joven español a una joven ecuatoriana menor de edad en el Metro de Barcelona. Sin embargo, por las mismas fechas en las que este ciudadano español en Cataluña, de forma gratuita y sin que mediara ninguna circunstancia provocativa, maltrataba, abofeteaba y daba una patada en la cara a esta joven menor ecuatoriana, imágenes que nos conmovieron a todos los televidentes, se nos informa también de un joven de color, pediatra, abordado directamente por un inspector revisor de tren que sólo pide el billete al joven negro, parando el tren durante siete minutos en la estación de Flaçà y otros 30 en la de Camallera en espera de que llegara la policía, los Mossos d´Esquadra. El joven pediatra de color muestra a los Mossos su billete validado y los pasajeros se amotinan en defensa del joven de color y en protesta por un acto que consideran racista por parte del revisor.
Por tanto,
ante actos individuales que reflejan cierta xenofobia o racismo, existe la solidaridad de muchos que se ponen del lado de la víctima en protesta por semejantes atrocidades xenófobas o racistas.
El acto racista y violento contra la menor ecuatoriana, transmitido por todas las televisiones, noticieros y telediarios, tanto en España como en Latinoamérica, ha conmovido no solamente a entidades como SOS Racismo, a la Secretaría de Estado de Inmigración o a la Guardia Civil española que actuó inmediatamente, sino a toda la opinión pública española y, lógicamente, a la latinoamericana.
Esperemos que, realmente, como se dice desde las instituciones y desde los estamentos policiales, esto sean hechos aislados. Sin embargo
hay que reconocer que en Europa en general resurgen el racismo y la xenofobia, la intolerancia, el antisemitismo y un mal que se da entorno a las oleadas de inmigrantes: el etnocentrismo, la prepotencia cultural, el no saber practicar la interculturalidad de la que estamos hablando en estos artículos. Las culturas deben actuar de forma abierta hacia las otras culturas y en un plan de igualdad y de pluralidad respetuosa y sin prepotencias ni deseos de asimilaciones culturales fagocitarias de las culturas autóctonas para con los nuevos ciudadanos trabajadores extranjeros en España.
No hay jerarquías entre razas y culturas. Los prejuicios y estereotipos históricos racistas de la cultura occidental, deben caer hechos pedazos. Igualmente los iconos de la xenofobia con sus recelos y fobias a los grupos étnicos diferentes. La xenofobia que rechaza y excluye a toda identidad cultural ajena a la propia repugna hoy, afortunadamente, a la inteligencia humana. Los que la practican, nunca podrán ver el multiforme rostro de Dios en los rostros de los diferentes. Diferentes, pero iguales, porque todos somos diferentes, pero, también, todos somos iguales en la diferencia, con la misma dignidad que nos confiere el ser imagen y semejanza de Dios mismo.
Los cristianos debemos trabajar para desmitificar el concepto de raza. La verdad es que el concepto jerarquizado de raza queda superado por otro concepto superior: sólo hay una raza, la raza humana. Las diferencias no justifican nunca ni la superioridad ni la prepotencia. Las diferencias humanas se deben dar siempre dentro de los conceptos de igualdad y unidad de la especie humana. Sobre esto se debe insistir en la Iglesia.
Eso también es hacer difusión de los valores del Reino, es evangelizar, puesto que la evangelización comporta la promoción humana, la promoción de las personas. Eso se debe decir también a los niños en la escuela. La educación tiene que ser intercultural, como forma de enriquecimiento cultural, personal y social... y, quizás, espiritual, porque fomenta el concepto de projimidad que nos trajo Jesús. En la iglesia, en la escuela y en la familia, se deben dar valores que fomenten la lucha contra la discriminación y las desigualdades. La iglesia que tiene miedo en entrar en estos temas, no es iglesia del Reino, se configura, más bien, como iglesia del antirreino que falsea el compromiso cristiano con el prójimo. Iglesia que, por su omisión de la palabra, la denuncia o la ayuda que reclama el concepto de projimidad, se alejan del proyecto de Jesús: El Reino de Dios y su justicia, Reino que se hace realidad allí donde se dignifican las personas, se ayuda a los débiles o se levanta a los caídos.
Hay que informar, eliminar estereotipos, iconos e imágenes que puedan dar lugar a la xenofobia o el racismo. Esto le corresponde tanto a la iglesia, como a la política y a los movimientos sociales de todo tipo, pero la iglesia nunca debe estar a la retaguardia.
La iglesia tiene que cooperar en la integración de las personas que vienen a buscar mejores perspectivas de vida en nuestro país... porque en la casa de Dios, nadie se debe sentir extranjero. Nadie es extranjero en los atrios de la casa de Dios ni allí donde pueda llegar su influencia. Si no lo hacemos, si no protestamos firmemente contra actos racistas como el perpetrado por este joven con la menor ecuatoriana, quizás estamos perdiendo el multiforme rostro de Dios que se puede desvanecer de la faz de nuestros templos.
Levantemos la voz. El Evangelio no es solamente anuncio. También es denuncia.
MULTIMEDIA
Puede ver aquí (o descargarse) el video de los tristes y execrables hechos, con la
agresión a la joven ecuatoriana, motivo de este artículo (video, 3 Mb)
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