Todo cristiano debería hacer una reflexión para ver si su espiritualidad porta cadenas de esclavo o, realmente, es libre en la vivencia de los auténticos valores del Reino.
Al ser cadenas de lujo, aunque sean traidoras y nos encaminen a los pozos del mal, intentamos soportarlas bien. La razón es que, estas cadenas, son bien aceptadas por la sociedad de consumo, por los valores consumistas que nos esclavizan. En el fondo, hay cadenas de lujo que, al ser traidoras, nos esclavizan. Se transforman en cadenas de esclavo, en cepos y en grilletes que nos hunden en el cieno, pero que, a veces, si las gentes las ven como cadenas de lujo, las soportamos, incluso con una sonrisa en los labios. Son cadenas que nos apartan de los auténticos valores. Cadenas de traición.
Muchos cristianos, de una manera que parece inconsciente, aunque dicen seguir a Dios, es difícil saber si, realmente, siguen a Dios o al sistema mundo con sus valores antibíblicos. Las cadenas son un tema de valores, de qué valores elegimos, de qué valores son los que atrapan nuestro corazón y nuestra mente. Muchas veces, los valores en contracultura con la Biblia, pueden torcer nuestra sensibilidad y percepción de las cosas. Podemos llegar a pensar que nuestras cadenas de esclavitud son buenas, prestigiosas.
Todo cristiano debería hacer una reflexión para ver si su espiritualidad porta cadenas de esclavo o, realmente, es libre en la vivencia de los auténticos valores, los valores del Reino. Porque en el fondo, los valores esclavizantes, los que nos amarran con cadenas y grilletes traidores, muchas veces los vivimos como algo natural. Es por falta de reflexión y compromiso con lo que debería ser la auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana.
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Esto es lo que nos ata con cadenas de lujo: la defensa de la competitividad, de la escalada social sin importar quién quede tirado y bajo la suela de nuestra bota, la necedad de la búsqueda del beneficio y el considerar la riqueza como prestigio, cadena de lujo que muchos cristianos desearían tener, aunque en el fondo sea una cadena traidora y en contracultura con los valores bíblicos. También, el fuerte individualismo que nos convierte en malos prójimos. No nos importa el que queda tirado al lado del camino, siempre que nosotros estemos llenando nuestros almacenes.
También son cadenas traidoras que nos paralizan el alma, la insolidaridad ante la pobreza y el dolor del otro, el culto al dios Mamón, al Dios mercado. Para estos esclavos es una necedad el buscar “el pan nuestro de cada día” que debemos pedir a Dios, porque ellos piensan no sólo en el día a día, sino en almacenar para un futuro, aunque no saben si Dios les pedirá hoy el alma. Se encadenan y, en apariencia, se sienten satisfechos de esas cadenas antibíblicas, con cepos consumistas, pero, en su propia consideración, de lujo.
A muchos, dando la espalda a Dios y al prójimo, aunque calienten los bancos de las iglesias, les gusta estar atados con esas cadenas, les encanta el brillo y el esplendor del lujo que ansían como meta importante en el mundo, el lujo de la vestimenta, los complementos de oro o piedras preciosas. ¿Quién no se dejaría esclavizar por estas cadenas? Cadenas impregnadas de un peso traidor que nos impide el verdadero seguimiento del Maestro. Cadenas de egoísmo, de falso prestigio, de apariencias, de necedades. Vas a morir. ¿De quién será toda esa fatua acumulación de cadenas, grilletes y cepos de lujo que te impedirán volar, que te impedirán esa sabiduría bíblica de que “la vida no consiste en la abundancia de loa bienes que se poseen?”.
Pues sí. En este mundo consumista e insolidario, la esclavitud y las cadenas de traición nos están acechando continuamente. Cadenas envenenadas que nos convierten en personas exentas de projimidad. Quien cae en los lazos de estas cadenas, no es apto para la búsqueda de justicia, para hacer justicia “al huérfano y a la viuda” como diría la Biblia, para tener misericordia.
Cuando muchos cristianos observamos como algunos están esclavizados por estas cadenas, es difícil hacer la denuncia de Jesús. A veces quedamos paralizados y creemos que sería una descortesía o un atrevimiento el poder decirles: “Necio, ¿de quién será todo lo acumulado?”. ¿De qué te van a servir tus cadenas de lujo cuando el Señor te llame? Pero más importante aún es mirarnos a nosotros mismos, reflexionar, analizarnos, ponernos delante del Señor y pedirle que no nos gaga caer en cadenas de esclavitud, aunque el mundo las pueda considerar de lujo. Son cadenas de traición, de muerte, que nos hunden en una infravida de pobreza intelectual y humana.
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Debemos pensar en lo que significa el seguimiento, la projimidad, la autenticidad de la vida cristiana y de los valores del Reino. Evitemos llevar esas cadenas de esclavo que nos hacen cómplices de la injusticia del mundo, no sea que la maldición bíblica para aquellos que tienen en sus casas el despojo del pobre, nos llegue también a nosotros… pero no sólo por eso, sino por vivir vidas plenas y espiritualidades cristianas auténticas y comprometidas con el mensaje del Evangelio.
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