Yo observo, en ocasiones, la entrada y salida de los niños al colegio de la C/ El Olmo en Lavapiés, muy cercana a nuestro centro de Misión Evangélica Urbana en la C/ Calvario y, solamente en los rostros de los niños de tan diferentes países, sus expresiones, observando a los padres o a las madres que van a buscarlos, en los colores de la piel y en otros detalles, uno se conciencia de la importancia de un buen enfoque intercultural de la escuela. Es imprescindible acertar en esto.
El gran reto hoy de las escuelas en todas las Comunidades Autónomas de España, es ir creando en los niños una identidad abierta, plural, cosmopolita, que no gire sobre ejes excluyentes de ningún tipo, en plan de igualdad y respeto a la diversidad. Una enseñanza que no sea localista, que no sacralice los terruños de las diferentes regiones españolas ni potencie los independentismos, que sea abierta no solamente al resto de la historia de España, sino al mundo en su diversidad. Los localismos, si los hay, deben estar abiertos al resto de la Nación o Estado y los nacionalismos abiertos a los ámbitos internacionales. Se debe dar, en alguna manera, el diálogo interreligioso en un total respeto, y siempre debe estar abierta una ventana al mundo en cuanto a la política, el arte, las culturas y toda su diversidad.
Aprender no es sólo conseguir los conocimientos instrumentales de las matemáticas o de la gramática, sino ir formando personas, ciudadanos, en aquellos principios, valores y afectos que necesitan en una educación para la práctica de una ciudadanía intercultural. Aprendizaje que no solamente debe estar orientado a conocimientos prácticos que en el futuro forme profesionales u obreros, sino una educación en principios éticos, de formación y ajuste de la propia personalidad, buscando la aproximación a una ética mundial, que respete y potencie el enriquecimiento que nos trae la diversidad de la creación.
Si de la escuela no parten individuos formados en el respeto a la diferencia, a la diversidad, a la dignidad inherente a toda persona, formados en el diálogo intercultural con la consideración respetuosa y en plan de igualdad a las diferencias culturales que confluyen en nuestras ciudades, en la búsqueda de una identidad abierta que se interrelacione con otras identidades no malignas ni excluyentes…, si no salen preparados para vivir en una sociedad democrática respetuosa en donde continuamente se están incorporando nuevos ciudadanos que vienen de allende los mares con otras culturas, si no salen formados en la idea del respeto a los Derechos Humanos aplicables a todas las personas que conviven hoy en sociedades plurales y diversas, la escuela no está cumpliendo bien su función intercultural. Si los maestros y la escuela intentan formar en el monoculturalismo de siempre y de forma uniforme, sin tener en cuenta la diversidad cultural, fracasará en sus intentos. No estará inculturada para practicar el aprendizaje intercultural de los alumnos que se le han confiado.
En las escuelas españolas ya no se dan los grupos homogéneos de antaño. La diversidad está gritando que cambie la pedagogía teniendo en cuenta la pluralidad cultural. El maestro no debe tener como referencia a un grupo que quiere homogeneizar, sino a individuos concretos con los que tiene que trabajar dentro del respeto a la diversidad. Más que sensibilizar de una forma suave en la interculturalidad, tiene que hacer que los alumnos se acostumbren a tener un respeto absoluto a las culturas. Tiene que fomentar conductas, actitudes y formas en el plan diario de las clases tendentes a la vivencia respetuosa, igualitaria y sin prepotencias identitarias. Todo esto lo debe tener en cuenta en la resolución de conflictos entre los alumnos, o entre los padres, si estos conflictos, enraizados en las diferencias étnicas o culturales, se dieran entre ellos.
Tenemos todo un reto en nuestras sociedades en donde se está dando continuamente la acogida de nuevos ciudadanos portando nuevas culturas, nuevas religiones, nuevas pautas de conducta que no tienen que sufrir una asimilación en la cultura del país de acogida, una asimilación fagocitaria que intenta eliminar, o, en su caso, marginar al diferente sin buscar la convivencia respetuosa en la diversidad y la pluralidad a la que están llamadas las ciudades y los pueblos de España.
Y todo esto afecta también a la función pedagógica que, sin duda, tienen tanto la familia como la iglesia. Iglesia que tiene que ser motivada por esa posibilidad de ver en el rostro de los inmigrantes el multiforme rostro de Dios mismo.
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