Usemos la fuerza de la Palabra, de la denuncia, de la solidaridad y amor entre los hombres.
¿Qué podríamos hacer los cristianos ante tanta injusticia, racismo, opresión y pobreza en el mundo? ¿Necesitas un arma? ¡Usa la palabra! Ésta puede ser, sin duda, el arma más potente, menos mortal, pues la palabra, sabiamente usada, puede ser algo que transforma, que cambia estructuras de maldad, de injusticia, que las destruye, que puede construir sistemas solidarios alternativos a los de las actuales sociedades que, en muchos casos, están de espaldas a Dios.
Yo creo que los creyentes, fueran poderosos o no, jamás deberían pensar en la violencia de las armas mortíferas, de los carros de combate, de los misiles. Usemos la fuerza de la Palabra, de la denuncia, de la solidaridad y amor entre los hombres. La palabra también puede tener su violencia, pero siempre será una violencia o una fuerza no teñida de sangre y que, además, puede ser sumamente eficaz. El arma del creyente, sin duda alguna, debe ser la Palabra. Es verdad que también está la oración, pero ésta, en el fondo, también es palabra.
La palabra comprometida de los creyentes a favor de la justicia y del uso de la misericordia en el mundo, puede abrir nuevas perspectivas de novedad de vida, nuevos horizontes de confianza en las gentes, nuevas vías de esperanza en el mundo. El mundo necesita del arma de los creyentes: la palabra, palabra que siempre debe estar fundamentada en La Palabra. Es verdad que, a veces, damos mucha importancia a la palabra para la alabanza, el ritual, la evangelización tal y como se la viene entendiendo en nuestras iglesias, pero, sin duda, siguiendo a los profetas y a Jesús mismo, la palabra también puede ser usada como un “arma” de denuncia, de búsqueda de justicia, de solidaridad con el prójimo sufriente, posibilitando sociedades más justas, una mejor redistribución de los bienes del planeta tierra, un mundo más solidario y humano.
Por eso, la palabra puede ser usada para cualquier tipo de liturgia dentro de la iglesia, pero no olvidemos nunca la misión profética de la iglesia. No en vano Jesús entronca con los profetas que usan su voz a favor de los débiles, de los abusados, los oprimidos y contra los poderes injustos. Todo ello con la finalidad de conseguir transformaciones en una sociedad injusta. Lo mismo que en el huerto del Edén el hombre fue colaborador de Dios hasta la caída, también el hombre hoy debe colaborar con su Creador usando su voz en búsqueda de justicia y de forma misericordiosa para con los abusados y desclasados del mundo.
La palabra como arma, puede difundir nuevos valores, puede ayudar a expandir los valores del Reino en un mundo injusto, puede abrir los ojos de muchos que andan desorientados en medio de nuestra historia. Por eso la pregunta: ¿estás concienciado sobre la injusticia y opresión en el mundo, y necesitas un arma? ¡Usa la palabra! No te calles. No te escondas dentro de las cuatro paredes de la iglesia. Intenta salir a la palestra pública. Tu voz puede ser difusora de nuevos valores que cambien el mundo en medio de sociedades consumistas, de espaldas a Dios y que han olvidado lo que es la justicia y la misericordia o, si se quiere, que han olvidado lo que es la justicia misericordiosa.
Lógicamente, la palabra como arma, puede ser usada tanto de forma hablada como escrita. Escribir, como hacemos desde estos artículos, noticias, informaciones y opiniones, también es usar la palabra como arma. Queremos expandir nuevos valores solidarios, nuevos estilos de vida, nuevas solidaridades y amor hacia el prójimo, nuevas prioridades para ir eliminando facetas de la injusticia en el mundo, abrir ojos que se unan al uso de la palabra como arma.
Tenemos que dar gracias a Dios por los medios de comunicación evangélicos, por sus revistas, tanto digitales, como de prensa escrita, emisoras de radio y de televisión evangélicas. Todos estos medios tienen la meta de ir usando la palabra como una de las mejores y más efectivas armas que hay en este planeta mundo. Palabra que. Inmediatamente, se puede leer en cualquier lugar del mundo, palabra que anima, que conciencia, que crea nuevas metas y nuevas solidaridades humanas. No desestimemos nunca el uso de la palabra como arma cristiana. Por eso, tanto los que escriben, como los que hablan en el nombre del Señor, buscando esas transformaciones tan necesarias en nuestro planeta, los que trabajan la palabra buscando justicia y misericordia, clamando por transformaciones de las estructuras económicas de poder y de pecado, son verdaderos agentes del Reino de Dios en el mundo. Por tanto, preguntamos de nuevo: ¿necesitas un arma? La respuesta siempre debe ser la misma: usa la palabra o, si se quiere, La Palabra.
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