Las diferentes culturas que se mueven dentro de unas mismas fronteras se están acostumbrando cada vez más a estar en un diálogo abierto con la disponibilidad de parte de las diferentes culturas de estar también abiertas y, si es necesario, modificar lo modificable. Lo importante va a ser el mantener esa relación de igualdad y de equidad. En todo este fenómeno intercultural es imprescindible tener en cuenta los fenómenos migratorios. El mundo entero se mueve dentro de los diferentes países. Las personas que entran continuamente de allende los mares, no solamente nos traen una cultura elaborada que desea interrelacionarse en plan de igualdad, sino que también el fenómeno migratorio comporta la acogida de multitud de individuos que rompen la casi monolítica situación religiosa de España. ¿Se podría apreciar, también, en las relaciones interreligiosas el multiforme rostro de Dios? Quizás esto sea más difícil, especialmente para los que creen que su religión tiene la verdad en exclusiva y no compartida con otras religiones.
En nuestros países, tanto los políticos como los sociólogos o representantes de la intelectualidad, no sólo deben hacer reflexiones y tener actuaciones diversas en torno a la diversidad cultural, sino que deben tener en cuenta que el fenómeno de la diversidad religiosa acompaña a todos estos fenómenos sociales que cruzan nuestras fronteras. No se debe ocultar esta verdad que hace que a lo intercultural acompañe, necesariamente, lo interreligioso.
De todo esto se debería desprender que si en las relaciones interculturales las sociedades deben cuidar de que las relaciones entre las culturas sea de igualdad y con idéntico reconocimiento en toda la esfera pública sociopolítica, recibiendo el mismo tratamiento estatal -a esto se debe tender en las relaciones interculturales-, de igual forma se debería proceder en términos de derechos y de actuaciones políticas con la interreligiosidad a la que están llamadas las sociedades ricas occidentales. Si se ha repromover al mismo tiempo la diversidad cultural y, a su vez, la igualdad entre las culturas, en esa misma línea debería caminar el mosaico religioso dentro de nuestros países. Este debería ser un debate serio en nuestras sociedades que debería incidir, incluso, en las relaciones entre las religiones ya establecidas hace tiempo en nuestro país.
La verdad es que se están dando pasos en esas líneas, porque si todavía las diferentes identidades culturales no reciben el mismo tratamiento estatal dentro de España, menos aún en el ámbito del fenómeno interreligioso. Está claro que en España se habla mucho más de interculturalidad y se están tratando estos temas desde muy diferentes perspectivas positivas, que del fenómeno interreligioso.
Mientras que muchos verían interesante las relaciones interculturales, las relaciones interreligiosas siguen moviéndose en una gran desigualdad de trato por parte del gobierno con respecto a las diferentes confesiones religiosas. Si es la propia gente de a pie la que debe ir asumiendo el fenómeno de la interculturalidad, se han dado muchos más pasos en esta línea intercultural, que en la línea de que el pueblo llano vaya asumiendo lo interreligioso como algo normal de nuestras sociedades plurales. A los creyentes de las diferentes religiones, cuesta más trabajo ver el multiforme rostro de Dios en las relaciones interreligiosas que en las interculturales. Tanto el fenómeno intercultural como el fenómeno interreligioso se tiene que ver como posible de ir asumiéndose con actitudes y comportamientos que se deben socializar en la población en general de forma normal y no extraordinaria y chocante.
Si los gobiernos tienen una voluntad clara intercultural, el tratamiento de las religiones que se ha de tratar dentro del estudio del fenómeno de las migraciones, va a ser la que va a mostrar la auténtica voluntad intercultural de las sociedades de acogida. La casi exclusividad de la religión católica en España que recibe apoyos desequilibrados del gobierno en relación con las demás confesiones religiosas, debe ir cediendo y dando paso a una sociedad interreligiosa en donde todas las confesiones religiosas tengan un tratamiento paritario e igualitario. Así, en este ámbito de las migraciones, se deben ir dando pasos no sólo interculturales, sino interreligiosos.
Es una falacia el que los gobiernos quieran ir dejando la religión al ámbito de lo privado y lo íntimo. Si el tratamiento político de la diversidad cultural se debe considerar como algo importante y relevante en nuestras sociedades, nadie puede dudar de la necesidad de un tratamiento político de la diversidad religiosa. Ambos tratamientos se deben dar en paridad, en una relación de igualdad sin ningún tipo de exclusivismo ni exclusión de nadie. El gobierno debe escuchar a todos los grupos religiosos en una forma paritaria, así como a todas las sensibilidades culturales. Todas las religiones tienen una proyección social indudable, unos valores que no son irrelevantes desde el punto de vista social.
La sociedad está llamada a favorecer encuentros de diálogo tanto intercultural como interreligioso con unos parámetros comunes: la igualdad, la acogida, el compartir y la escucha. Esperemos que, en los esfuerzos que se puedan hacer desde el gobierno o desde las instituciones en la línea interreligiosa, no haya religiones que, creyéndose en posesión de la verdad absoluta, se cierren al diálogo interreligioso que debe promoverse desde todos los ámbitos sociales, políticos, culturales y, lógicamente, religiosos.
Cualquier cerrazón en esta línea es dar un frenazo tanto a la interculturalidad como a lo interreligioso. Y la pregunta vuelve: ¿Se puede observar el multiforme rostro de Dios en la variedad de cultos, en las relaciones interreligiosas?
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