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Construir un púlpito móvil para la salud mental

Tenemos la obligación divina de representar bien el mensaje de Dios y ser mensajeros sanos. Un artículo de Hebert Palomino.

LAUSANA 13 DE NOVIEMBRE DE 2020 09:00 h


Introducción



Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente” (3 Juan 2).



El apóstol Juan escribe una carta personal de preocupación, amor y bienestar a su querido amigo Gayo, una carta que es un tratado de buenos deseos y un estímulo a la consistencia en la verdad. La versión griega (peri pantōn euchomai; en español, “deseo sobre todas las cosas”) tiene la connotación de prosperidad y la condición de gozar de buena salud. Juan no sugiere una práctica doctrinal, sino un profundo deseo de plenitud en la vida diaria.



En nuestro mundo contemporáneo, la predicación es una herramienta poderosa para expresar deseo, amor y preocupación. La predicación debería tener un gran impacto en el bienestar presente y futuro de la raza humana. En el Antiguo y Nuevo Testamento, el proclamador/predicador/profeta jugaba un papel clave y notable en el bienestar integral del pueblo.



Breve fundamento bíblico de la proclamación y el papel del proclamador



En el Antiguo Testamento



Los profetas eran los representantes de la proclamación en el Antiguo Testamento. Literalmente, servían como mediadores entre Jehová y su pueblo. Sus mensajes podían ser presentados como una afirmación, una reprimenda o un consuelo. Los mensajes de los profetas estaban vinculados a la historia del pueblo, su cultura, costumbres e influencias políticas y sociales. Eran una parte constante de la realidad diaria.



Cuando considero su papel, encuentro un sentido de “pacto” en una relación polifuncional: Dios, el profeta y el pueblo. Actuaban como una “conciencia” ambulante, en contacto y en sintonía con Dios, y al mismo tiempo, en sintonía con el pueblo. Eran profetas de ese día, y no del día siguiente. De manera similar, los predicadores de hoy necesitan entender y abordar los muchos y complejos problemas que enfrenta el mundo.



Los profetas como proclamadores estaban vinculados a la cultura a la que pertenecían. El diálogo entre cultura y mensaje es dinámico y contextual. En otras palabras, el mensaje afecta e influye en la cultura de las personas al dar forma, cuestionar o confrontar su sistema de creencias, para el bienestar del pueblo.



En el ministerio y el mensaje de Jesús



El valor central del ministerio y el mensaje de Jesús era integral. El “bienestar” o la “buena noticia” del mensaje era inclusivo. En palabras de Mateo, “Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia” (Mateo 9:35). Es evidente que Jesús tiene un enfoque integrador y natural en el cuidado de la gente. Siglos después, la dicotomía entre “anunciar las buenas nuevas” y “sanar” continúa, aunque cada vez más se está produciendo un nuevo enfoque en los círculos religiosos y científicos.[1]



Jesús era consciente del contexto cultural en el que ejercía su ministerio, y su mensaje estaba contextualizado a las personas y las circunstancias.[2] La predicación de Jesús ejercía una profunda, saludable y poderosa influencia en el bienestar integral de sus oyentes. Hoy, la predicación de Jesús debería ser revisada, especialmente cuando hay una amplia gama de interpretaciones y métodos de entrega en la predicación.





El modelo de impacto de la predicación en la salud mental de un público debe provenir de nuestro Señor y Maestro, Jesús. Su impacto en la salud mental de las personas fue evidente en sus encuentros con personas como la mujer samaritana, Nicodemo, Zaqueo, Bartimeo y sus doce discípulos. Se encontró con ellos donde estaban; por ejemplo, para los discípulos, en las playas, porque eran pescadores.



De la misma manera, los predicadores de hoy deben encontrar a las personas con el mensaje de Dios donde están, en su punto de necesidad. Es crucial explorar, profunda y hermenéuticamente, la composición teológica del mensaje. La imago Dei, la imagen de Dios, debe ser releída y proclamada. Los hombres y mujeres fueron creados a imagen y semejanza de Dios. Tal afirmación otorga a la humanidad un lugar, una posición, un valor, un propósito al ser creado, una razón de ser, una verdad que afirma la identidad de los seres humanos como “la corona de la creación” y “su tesoro especial”. Se entiende que la presencia del pecado denigra el plan original. Sin embargo, cuando el énfasis principal es sobre el pecado en lugar del plan divino original, entonces el mensaje aparece limitado, incompleto o mutilado y, como resultado, no es terapéutico para los oyentes.



Jesús fue intencional al enfatizar y rescatar el valor y la valía de los hombres y mujeres. En cada caso, hizo saber a sus seguidores que la vida es un proceso continuo en el que la fe, el amor, la compasión, la esperanza, la alegría, las pruebas, la enfermedad y la resistencia forman parte del peregrinaje terrenal en el camino hacia un destino eterno. Jesús, como mensajero con su mensaje, es un modelo para todos nosotros.



Una reflexión y un periplo personal



Según el Instituto Nacional de Salud Mental, aproximadamente 1 de cada 5 adultos en los EE.UU. (43,8 millones) lucha con la enfermedad mental en un año determinado. Del mismo modo, aproximadamente 1 de cada 25 adultos en los EE.UU. (9,8 millones) sufre una enfermedad mental grave que interfiere o limita sustancialmente una o más actividades importantes de la vida.[3]



Personalmente, como profesional de la salud mental y profesor de Cuidado Pastoral y Asesoramiento, este tema me preocupa profundamente. El hecho de ser miembro de un cuerpo docente interdisciplinaria en una facultad de teología[4] me desafía a ver la realidad que vivimos en los Estados Unidos y en otras partes del mundo. Nosotros, como iglesia, jugamos un papel crucial en el bienestar de las personas. Tenemos la obligación divina de representar bien el mensaje de Dios y ser mensajeros sanos. Cada día, al entrar en contacto con personas en la iglesia, en el trabajo o en el entorno de la facultad, escucharemos muchas historias dinámicas.



Esas historias, en sí mismas, están llenas de dolor, heridas, tristeza, decepción, frustración, dolor, o posiblemente contengan esperanza, alegría y celebración. Cada historia es un espejo de cómo las circunstancias de la vida han tocado a alguien en una etapa particular de su vida. Si a quienes celebran sus logros y alegrías se les da espacio para que sean escuchados, por la misma razón, sería grandioso si quienes enfrentan sus “puntos bajos” también pudieran tener el mismo espacio, entorno y oportunidad de compartir sus experiencias. Tal vez este podría ser nuestro desafío: crear una nueva forma de hacer comunidad y proclamación.



En nuestro mundo contemporáneo, nuestro “púlpito” debe ser móvil. La inferencia es que un púlpito móvil es un santuario sagrado en el que la teología y el cuidado pastoral se encuentran. El único propósito es llevar las historias de las personas a la historia de Dios. Si no lo hacemos, el mensaje para la gran mayoría de los oyentes seguirá siendo irrelevante para su realidad.



Crecí como hijo y nieto de predicadores. Respondí a un llamado a la obediencia como ministro y como misionero. Como teólogo y consejero clínico de salud mental he sido desafiado en mi propio peregrinaje a hacerme preguntas que me han llevado a comprender el poder, la validez y la pertinencia de las buenas nuevas en medio de los diversos momentos de la vida de las personas.



Este ejercicio intencional me ha llevado a explorar más profundamente mis propias parcialidades, presuposiciones teológicas, prejuicios e incluso algunas declaraciones doctrinales de creencias que, en nombre de la “buena hermenéutica”, han alienado a personas que se han considerado no valoradas ni dignas ante Dios. Ha sido un camino largo, pero agradable y significativo. En mi periplo me he encontrado con el dolor de personas que, en nombre de la creencia o doctrina “correctas”, fueron condenadas al ostracismo, no incluidas o simplemente ignoradas. He tratado de hacer que mi púlpito sea movible, interpretando lo que el Señor hizo, escuchando las historias y aprendiendo de ellas. Esto ha sido terapéutico, no solo para el narrador, sino también para los oyentes.



Al entregar un mensaje con reglas precisas y exactas de homilética, no debemos olvidarnos de encontrar un mensaje sólido y saludable bajo el fundamento de las Escrituras y la hermenéutica.



Hago énfasis en la palabra “saludable” porque creo que es uno de los principales retos que enfrentamos hoy, pero también una de las mayores oportunidades.



Algunos consejos prácticos



Como cuidador que quiere impactar a las personas con el mensaje, permítame compartir algunas ideas que pueden ser útiles:



1. Tenga en cuenta que la gente quiere experimentar cómo la Palabra de Dios tiene pertinencia en todos los pasajes de sus historias y su historia personales. Algunas historias de vida están llenas de vergüenza, frustración, temor, ira, tristeza, sueños incumplidos, relaciones rotas, angustia y cosas parecidas. A medida que el mensajero y el mensaje se acercan a sus realidades, el impacto de ellos se convierte en un triángulo saludable de conciencia, esperanza, significado, propósito y crecimiento. Por lo tanto, haga lugar para conectarse con las necesidades de las personas.



2. Dé espacio para mostrar a las personas cómo el amor incondicional de Dios está siempre presente. A veces comunicamos y articulamos muy bien las verdades bíblicas, pero los conceptos parecen muy fríos y distantes de lo que la gente está experimentando en su propia realidad. Por lo tanto, se alejan de Dios. Desde Génesis hasta Apocalipsis, vemos el amor incondicional y la presencia de Dios. Él ha mostrado constantemente una cercanía a la humanidad. Nos recuerda repetidamente que no está distante de nuestra historia personal.





3. Asegúrese de que nuestro mensaje presente a un hombre y una mujer que aún están en proceso, no un producto terminado. Pablo lo visualizó en su saludable experiencia personal: “No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí” (Filipenses 3:12)



4. Como mensajero, sea realista con el mensaje. Una de las responsabilidades clave de un cuidador no es generar falsas expectativas o promesas, sino poner un fundamento de salud, amor y cuidado. No hay respuestas fáciles para los problemas complejos de la vida. Sin embargo, no los evite, desestime o ignore. Podemos escuchar y acompañar a los que cuidamos en su peregrinaje y confiar en Dios para que en su tiempo pueda responder.



5. Tenga en cuenta que, en medio de nuestros feligreses, espectadores y lectores, hay personas que enfrentan problemas de salud mental, en un espectro que va de moderado a crónico.[5] También hay esperanza para ellos. Se ha investigado que “…la mayoría de los pastores, familiares y personas con enfermedades mentales agudas están de acuerdo en que los cristianos con enfermedades mentales agudas pueden prosperar espiritualmente”.[6] A pesar de su situación personal o familiar, el cambio estructural o funcional o la curación son posibles. Una palabra de aliento, esperanza, la presencia de Dios y el amor incondicional durante su tratamiento y cuidado es como agua en el desierto.



Conclusión



Predicar es un arte. El uso de las herramientas correctas en las manos de Dios es un vehículo de curación, afirmación, sana amonestación, restauración, cambio y esperanza. Las palabras del apóstol Juan aún tienen validez en nuestro mundo contemporáneo: “Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente”.



 



Hebert Palomino es profesor de Cuidado pastoral y asesoramiento en la Facultad de Teología de la Universidad de Gardner Webb, en Carolina del Norte.



Este artículo se publicó por primera vez en la web del Movimiento Lausana y se ha reproducido con permiso.



 



Notas



[1] For more in this area see: Cobb, M.R., C.M. Puchalski and B. Rumbold, eds., Oxford Textbook on Spirituality in Healthcare (Oxford: Oxford University Press, 2012); Koenig, H.G., D.E. King, and V.B. Carson, eds., Handbook of Religion and Health (Oxford: Oxford University Press, 2012); Puchalski, C.M., and R.N. Ferrel, Making Health Care Whole. Integrating Spirituality into Patient Care (West Conshohocken: Templeton Press, 2010). 



[2] To explore more about this concept see: D.A. Carson, Christ & Culture Revisited (Grand Rapids: Wm.B.Eerdmans Publishing, 2008). Besides, H.Richard Niebuhr, The Responsibility of the Church for Society and Other Essays(Westminster John Knox Press, 2008). 



[3] Ver estadísticas más detalladas aquí



[4] School of Divinity, Gardner-Webb University, Boiling Springs, NC (USA) 



[5] Nota del editor: Ver el artículo de Gladys Mwiti y Bradford Smith “Volver la atención de la iglesia hacia la salud mental” en el número de noviembre 2018 del Análisis Mundial de Lausana 



[6] Ver en LifeWay Research



 

 


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COMENTARIOS

    Si quieres comentar o

 

marco Antonio Aguilar sanchez
25/06/2021
03:59 h
1
 
es un desafío esta propuesta, lo mas preocupante es que es una información mental dentro de un medio espiritual . la salud mental sera tener la salvacion
 



 
 
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