Contenedor

Hay personas que, sin ser conscientes de ello, son excelentes contenedores de  escombros de otras vidas, por eso muchos acuden a ellas y durante un tiempo alzan su fama y los encumbran, ¡qué buena persona es!¡Ahí está cada vez que la necesito!  Cualquiera puede acercárseles, desahogarse, soltarles los problemas y disimular la propia falta de interés en la búsqueda de soluciones. Se trata de puro lamento. 

El receptor siempre escucha, no se queja. Ve marchar libre de angustias a quien acaba de vaciar en él su equipaje. El que ha sido cargado queda en tal estado de deterioro que no puede respirar y el que se ha desahogado queda tan a gusto que procura disfrutar de la vida ya que ha dejado la solución de sus inconvenientes en manos de otros. 

Pasado un tiempo, casi siempre breve, vuelven al contenedor para preguntarle  cómo va “lo suyo” y en el caso de que no se lo haya resuelto se enfadan y ya no están tan convencidos de las bondades que tanto proclamaban. Para ellos, sus problemas son tan duros que no pueden compararse con los de nadie más. Llegan incluso a culparle de no ser un buen amigo, un buen hermano de la iglesia y le exige remedios ¡ya! Hasta te retira la palabra si no le arreglas la vida. 

Son criaturas tóxicas que realmente se han acostumbrado a vivir con cierta comodidad y han tergiversado el mensaje del evangelio a su favor, todos tienen que ayudarle sin que él o ella tenga que ayudar a nadie. Lo creen firmemente así. 

Tus problemas son tuyos y los del otro, también. Así piensan y así exigen, por derecho. Aquello de que cada uno tome su cruz no terminan de asimilarlo, más bien procuran equilibrarle los hombros a quien con interés le ha prestado oídos.  

Ven en el amigo su tabla de salvación sin que ellos se vean obligados a mover un solo dedo por resolver lo propio. Exigen ser atendidos sin pretextos y al instante. Se han vuelto egoístas, caprichosos y manipuladores. Enseguida te acusan de no estar a la altura. 

No tienen ningún remordimiento al dejar el contenedor lleno e irse libre. No se paran a pensar en la sensibilidad de quien escucha, en los asuntos propios que puede estar sufriendo y en los que mentalmente le puedan estar ocasionando los suyos. No. Impera el egoísmo, la exigencia, la prontitud de acción y la crítica. Amarás a tu prójimo como a ti mismo es pura utopía para sus mentes sesgadas porque ¿acaso el otro importa fuera de mí mismo?