Watson, Crick y Wilkins recibían el Premio Nobel por sus estudios sobre el ADN. Ninguno mencionó a Rosalind Franklin en cuyo trabajo se basaron.
“Una de las lecciones con las que crecí,
fue la de mantenerme fiel a mí misma
y nunca permitir que lo que otros digan
me distraiga de mis metas”.
Michelle Obama
La química británica Rosalind Elsie Franklin nació en una familia judía próspera y prestigiosa el 25 de julio de 1920, en Notting Hill, Londres, Inglaterra. Rosalind mostró una inteligencia excepcional desde la primera infancia, sabiendo desde los 15 años que quería ser científica. Recibió su educación en varias escuelas, incluida North London Collegiate School, donde se destacó en ciencias.
Rosalind Franklin se matriculó en Newnham College, Cambridge, en 1938 y estudió química. En el año 1941, se le concedieron honores de segunda clase en su final, que en ese momento, fue aceptada como una licenciatura en las calificaciones para el empleo. Luego pasó a trabajar como asistente de investigación en la Asociación Británica de Investigación de Utilización del Carbón, donde estudió la porosidad del trabajo con carbón que fue la base de su Ph.D. tesis «La química física de los coloides orgánicos sólidos con especial referencia al carbón».
En el otoño del año 1946, Franklin fue nombrada en el Laboratorio Central de Servicios Chimiques de l’Etat en París, donde trabajó con el cristalógrafo Jacques Mering. Le enseñó la difracción de rayos X, que jugaría un papel importante en su investigación que condujo al descubrimiento del «secreto de la vida»: la estructura del ADN. Franklin fue pionera en el uso de rayos X para crear imágenes de sólidos cristalinos al analizar materia compleja no organizada, no solo cristales individuales.
En enero de 1951, Rosalind comenzó a trabajar como investigadora asociada en King’s College London en la unidad de biofísica. En su estancia en el King’s College, Rosalind Franklin mejoró el aparato para obtener imágenes con ADN, cambió el método y obtuvo fotografías, junto a su estudiante de doctorado Raymond Gosling, con una nitidez que nadie había conseguido antes. En noviembre de 1951 dio una charla para exponer sus resultados a sus colegas del King’s College. Entre el público estaban Watson y Crick, también interesados por la estructura del ADN, y que trabajaban en el Laboratorio Cavendish, en Cambridge, a unos 90 kilómetros al norte de Londres. Era Maurice Wilkins, compañero, aunque no se llevaban bien, de Rosalind Franklin en el King’s College, y también estudioso de la estructura del ADN y buen amigo de Watson y Crick, quien les había invitado. En aquel seminario, Watson y Crick empezaron a conocer el trabajo de Rosalind Franklin y a utilizar sus datos.
Fue también Wilkins quien, en los meses siguientes, fue enseñando a Watson y Crick imágenes de ADN tomadas por Rosalind Franklin, rara vez con su permiso y la mayor parte de las veces sin que ella lo supiera. En febrero de 1953, vieron tres imágenes y, entre ellas, la famosa fotografía número 51. Para entonces, Watson y Crick llevaban más de un año sin conseguir nada positivo. Años después, Watson recordaba lo que sintió cuando vio esa imagen: En cuanto vi la foto quedé boquiabierto y se me aceleró el pulso. Por lo que se sabe, Rosalind Franklin nunca se enteró de que Watson había visto la fotografía.
Estas imágenes, más los datos de la charla de Rosalind Franklin de noviembre de 1951, y algunos datos más proporcionados por Wilkins, llevaron a Watson y Crick a su propuesta de la estructura del ADN y la publicaron en Nature en abril, solo un par de meses después de ver la Foto número 51.
En un número de la revista Nature, Rosalind Franklin y su doctorando Raymond Gosling, publicaron un artículo muy técnico sobre sus fotografías, con la famosa 51, y demostrando su honradez científica, y personal apoyando el modelo propuesto por Watson y Crick.
Hay quien ha propuesto que para entonces, Rosalind Franklin había llegado a las mismas conclusiones que Watson y Crick, pero la rapidez de la publicación le impidió proponer su modelo. En 1951 había escrito que sus resultados sugerían una estructura helicoidal con 2, 3 o 4 cadenas y con los grupos fosfato hacia el exterior. Esto lo escribió 16 meses antes del famoso artículo de Watson y Crick.
John Desmond Bernal, uno de los científicos más conocidos y polémicos del Reino Unido y pionero en cristalografía de rayos X, elogió a Franklin en el momento de su muerte en 1958. «Como científica, la señorita Franklin se distinguió por su extrema claridad y perfección en todo lo que ella emprendió», dijo. «Sus fotografías se encontraban entre las más bellas fotografías de rayos X de cualquier sustancia jamás tomada. Su excelencia fue el fruto de un cuidado extremo en la preparación y montaje de las muestras, así como en la toma de las fotografías».
A pesar de su ética de trabajo prudente y diligente, Franklin tenía un conflicto de personalidad con su colega Maurice Wilkins, que terminaría costándole mucho. En enero de 1953, Wilkins cambió el curso de la historia del ADN al revelar sin la autorización o el conocimiento de Franklin su Foto 51 al científico competidor James Watson, que estaba trabajando en su propio modelo de ADN con Francis Crick en Cambridge.
Gracias a los aportes de Rosalind Franklin, los dos científicos usaron lo que vieron en la Foto 51 como la base de su famoso modelo de ADN, que publicaron el 7 de marzo de 1953, y por el cual recibieron un Premio Nobel en 1962. Aparte de Rosalind Franklin y sus aportes a la biología, Crick y Watson también pudieron tomar la mayor parte del crédito por el hallazgo: cuando publicaron su modelo en la revista Nature en abril de 1953, incluyeron una nota al pie reconociendo que estaban «estimulados por un conocimiento general» de la contribución inédita de Franklin y Wilkins, cuando de hecho, gran parte de su trabajo estaba enraizado en la foto y los hallazgos de Franklin.
Randall y el director de laboratorio de Cambridge llegaron a un acuerdo, y los artículos de Wilkins y Franklin se publicaron en segundo y tercer lugar en la misma edición de Nature. Aún así, parecía que sus artículos simplemente apoyaban a Crick y Watson.
Según Maddox, Rosalind Franklin no sabía que estos hombres basaron su artículo de Nature en su investigación, y tampoco se quejó, probablemente como resultado de su educación. Franklin «no hizo nada que pudiera provocar críticas, eso fue criado en ella», dijo Maddox en una entrevista con NPR en octubre de 2002.
Mucho más tarde, en el libro “La doble hélice”, crónica muy personal del descubrimiento de la estructura del ADN, James Watson escribió sobre ella, dijo que el mejor lugar para una feminista era el laboratorio de otra persona; y todavía unos años más tarde, Francis Crick escribió que, en el King’s College de Londres, donde Rosalind Franklin trabajaba, había restricciones muy irritantes –no podía tomar café en la sala de profesores de la facultad porque estaba reservada para los hombres- pero solo eran trivialidades, o al menos así lo parecían entonces. Watson y Crick se referían a Rosalind Franklin como una “feminista que se quejaba de trivialidades”. Y sin embargo, su propuesta de estructura del ADN se basaba en imágenes de esta molécula tomadas con la técnica de difracción de Rayos X y obtenidas por Rosalind Franklin, quizá en aquella época, la única persona del mundo capaz de conseguirlas con una calidad tan extraordinaria. Y de nuevo, años más tarde, tanto Watson, con reticencia y muchas dudas, como Crick, reconocieron la extraordinaria calidad como científica de Rosalind Franklin y su participación esencial e irreemplazable en el descubrimiento de la estructura del ADN.
Pero ya estaba cansada de sus discusiones con Wilkins, Watson y Crick y, en general, del ambiente del King’s College. Es entonces cuando se traslada al Birbeck College, también en Londres, al laboratorio dirigido por John Bernal, donde permaneció hasta su muerte.
En este centro su carrera investigadora siguió adelante, con importantes trabajos sobre virus, en concreto, el del mosaico del tabaco y el de la polio que todavía citan los expertos. Pero en 1956 se siente mal durante un viaje por Estados Unidos y pronto se le diagnostica cáncer de ovario, quizá provocado por la excesiva exposición a radiaciones durante sus investigaciones con Rayos X. Todavía trabajó durante otros dos años, y después de tres operaciones quirúrgicas y quimioterapia, técnica que entonces estaba empezando a aplicarse, murió en Londres el 16 de abril de 1958, a los 37 años.
Cuatro años después, en 1962, Watson, Crick y Wilkins recibían el Premio Nobel por sus estudios sobre la estructura del ADN. Ni Watson ni Crick mencionaron a Rosalind Franklin en sus discursos de aceptación.
Es curioso, pero son las tonterías que Watson hizo en los cincuenta y relató en los sesenta, las que crearon la admiración con que Rosalind Franklin es hoy recordada. Sus colegas del King’s College la consideraban demasiado “francesa”, o sea, liberal en sus costumbres, vestidos, intereses intelectuales y temperamento. Era directa y apasionada, le encantaba el debate.
El certificado de defunción de Rosalind Franklin dice: Una científica investigadora, soltera, hija de Ellis Arthur Franklin, un banquero.
Puede que a unos cuantos, les valga esta definición de “La dama oscura del ADN”, a mí se me queda demasiado corta, coja y falta de veracidad.
Franklin murió sin ser consciente del agravio que había sufrido, pero fue precisamente uno de los responsables de ese agravio, el estadounidense James Watson, quien la rescató del olvido muy a su pesar. En su famosa autobiografía La doble hélice, publicada en 1968, Watson se refirió a Rosalind con comentarios tan despectivos que provocaron la reacción airada de quienes la conocían, la curiosidad de la comunidad científica -especialmente la femenina- y, a la postre, la magnífica biografía con la que Brenda Maddox la ha rescatado para la historia de la ciencia.
En su libro, Watson se refiere a Franklin como "Rosy" y la define como una mera ayudante de Wilkins que "podía haber sido bonita de haberse quitado las gafas y haber hecho algo con su cabello". Tras otros desafortunados comentarios, la despide con esta frase: "No podía evitarse pensar que el mejor hogar para una feminista estaba en el laboratorio de otra persona".
He visto muchas fotografías de esa mujer tan especial, y os aseguro que era bonita, bonita de verdad…. Me parece indignante como la define este señor...
Una amiga de Rosalind reaccionó al libro de Watson con una fogosa réplica, titulada Rosalind Franklin y el ADN, en la que la investigadora aparecía como "un genio cuyos dones habían sido sacrificados a la gloria del hombre". Había nacido, en palabras de Maddox, "el mito Franklin; un mito que no decae, un icono feminista".
Podéis preguntaros el por qué me he detenido tanto en recopilar mucho de su biografía y trabajo, hoy es considerada un icono del feminismo sano; es cierto que tenía una inteligencia muy superior a la de cualquiera, hombre o mujer, tenía carácter, las ideas claras, y le encantaba el debate; aun así, como he dejado más arriba, fue robada en sus investigaciones, calló muchas cosas…. por la educación recibida… si me apuráis, aquel Premio Nobel tendría que haber recaído sobre ella y mucho más.
Y también os podéis preguntar qué tiene que ver todo esto con el cristianismo. Para empezar era de familia judía, ¡esto me encanta! Y nunca llegó a sentirse realmente inglesa… soportó todo tipo de opiniones, vejaciones y hasta el robo de sus logros e investigaciones. Pero el tiempo, que de la mano de Dios pone absolutamente todo y a cada uno en su lugar, se encargaron de que al día de hoy, la “dama oscura del ADN” llegue a nosotros tal como realmente fue.
Nunca han sido fáciles los reconocimientos, logros, valores o lo que sea para una mujer… antes, y tristemente ahora. Pero en medio de todo esto, me quedo con el consuelo, a la vez que el desafío y desagravio de las palabras de mi Jesús:
“Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo...
Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber….
La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?...
Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla….
Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.
En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer….
Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres…”
Entresacado de Juan 4.
No me puedo comparar con Rosalind Franklin, tampoco tengo nada que ver con la Samaritana, pero ¿sabéis algo? Estoy encantada de la vida de que Dios me hiciera mujer, a pesar de todo y más; porque Él, mi Dios, me ama, me conoce, me escogió con un propósito definido y especial que intento y deseo cumplir del modo que sea hasta el final, y volvería una y otra vez a luchar por muchos ideales por los que he pagado demasiado precio; todo ha valido y vale la pena, Él es mi Dios, y las mujeres, son de mi mismo género, compañeras de luchas y fatigas, y estar de su parte y a su lado, me sigue fascinando.
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