El único documento que Dios escribió de su puño y letra

Son tan solo 172 palabras en el original hebreo. Pero han influenciado y moldeado la humanidad más que ningún otro documento. No es de extrañar, porque estas palabras fueron escritas hace 3.500 años por nadie menos que Dios personalmente. Y para que nada se cambiase, el Todopoderoso lo escribió en piedra¹.

Estamos hablando de los Diez Mandamientos. A los teólogos les gusta llamaros el “decálogo”, las diez palabras. Es lo mismo, pero suena más erudito.

Los diez mandamientos aparecen en la Biblia en Éxodo 20 y en Deuteronomio 5, pero sin numeración. Esto ha causado cierta confusión a más de un lector de la Biblia porque en el caso del primer mandamiento para algunos no queda del todo claro dónde termina y donde empieza el segundo. Y para complicar las cosas aún más, a Martín Lutero se le ocurrió unir el primer y segundo mandamiento en uno y dividir el décimo en dos. Por eso, judíos, católicos romanos, reformados y luteranos no se ponen de acuerdo en el reparto exacto del primer y el último mandamiento. Pero todos coinciden en una cosa: son diez y así el texto original lo dice. De hecho, el hebreo habla de las “diez palabras” en Éxodo 34:28 y Deuteronomio 10:4.

Son palabras que han marcado la historia de la humanidad. Nuestra cultura, la cultura occidental, les debe su existencia. Nuestro mundo sería distinto sin ellos. De los Diez Mandamientos se deducen lo que hoy se llaman “derechos humanos”, la igualdad de todos los hombres, la idea de la libertad, el libre comercio y el derecho a la propiedad, por nombrar solo algunas bendiciones. Y por cierto: contienen uno de los grandes regalos de Dios a la humanidad: el día de descanso, desconocido fuera de la influencia judeocristiana. 

Los Diez Mandamientos eran revolucionarios en su momento. Y lo siguen siendo. Eran decisivos para el progreso de la humanidad, comparable en lo secular solo con la invención de la rueda, la imprenta o internet.

Destacan en dos aspectos: en primer lugar, sus preceptos se aplican a todo el mundo sin excepción - también a los gobernantes. Nadie está exento. Y en segundo lugar, la adoración que implican no se dirige a un panteón de dioses sino al único y verdadero Dios.

Pero esto no es todo. La misma estructura de los diez mandamientos es digna de admiración y asombro: no nacen de la arbitrariedad de un déspota celestial, sino reflejan el mismo carácter de Dios. Este principio nos revela Jesucristo en Marcos 11. Cuando le preguntó el escriba cuál era el mandamiento más importante, el Señor no responde con ninguno de los diez mandamientos, sino habla de su fundamento: Deuteronomio 6:4, el famoso “Shema Yisrael”. “Oye Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.” Es todo lo que se puede decir de Dios, resumido en una frase. Asombrosamente revela por lo menos una veintena de verdades en cuanto a Dios en seis palabras.

De esta base fundamental que resume el carácter divino, se deducen los dos grandes temas de los diez mandamientos: nuestra relación con Dios en la primera tabla y nuestra relación con el prójimo en la segunda. Hay cinco mandamientos que regulan nuestra relación con Dios y cinco que regulan nuestra relación con los demás.²

Y de estos 10 mandamientos vienen los demás 613 mandamientos y preceptos que contiene la Torá, la Ley de Dios. A cada uno se le puede asignar uno o varios de los diez mandamientos.

El impacto de estas “diez palabras” se debe a un hecho insólito: reflejan el mismo carácter divino. Y así forman la base de lo que podríamos llamar la “ética divina”: la forma correcta de actuar que siempre tiene que tener una base teológica y teocéntrica: el hombre tiene que ajustar su comportamiento en consonancia con el ser divino. Porque todo lo que va en contra del carácter de Dios se define como “pecado”.

En los siguientes artículos vamos a emprender un viaje fascinante para entender mejor -así espero por lo menos- la importancia de los Diez Mandamientos como base de la ética. La palabra "ética" viene de la expresión griega éthos que significa "costumbre, moral o ley". La ética en el sentido bíblico es la doctrina de cómo el hombre debe comportarse según la voluntad y en consonancia y armonía con el carácter de Dios. De no ser así hablamos simplemente de moralina.

Desde el inicio hay que acabar con un malentendido que hasta el día de hoy confunde a mucha gente: los Diez Mandamientos regulan nuestro comportamiento pero en ningún caso son un camino de la salvación. Nunca lo han sido. Nadie jamás se salvó por cumplirlos, tampoco en el Antiguo Testamento.

[destacate]Los mandamientos no nos atan, sino que nos liberan de nosotros mismos, de las ataduras del egoísmo y la idolatría.[/destacate]Desgraciadamente, hoy el mundo (y una parte de la Iglesia) los ha olvidado de la misma manera como se ha perdido la capacidad de recitarlos de memoria sin titubeos. Sería una pena no tenerlos siempre presente puesto que aquí -de forma breve y compendiada- se halla toda la sabiduría que necesitamos para vivir.

Y hay que acabar con otro error: los Diez Mandamientos no son obra de un Dios aguafiestas que nos quiere fastidiar e impedir la libertad humana. Todo lo contrario. Los hemos recibido de parte de Dios para que ellos nos conduzcan por los caminos que nos llevan a la verdadera libertad de los hijos de Dios. En vez de esclavizarnos nos liberan de nosotros mismos y de las ataduras del egoísmo y de la idolatría.

Y esto hoy en día -como también en tantas ocasiones en el pasado- no se entiende por sí solo. Se ha extendido la idea peregrina de que para el cristiano los mandamientos de Dios son simplemente orientativos, pero en ningún caso una obligación. Esa idea tiene que ver con un grave malentendido de lo que es el Antiguo Testamento. Esa parte que compone tres cuartos de nuestra Biblia está abandonada y enterrada por muchos cristianos debajo de un montón de ideas equivocadas. Los Diez Mandamientos no son camino de salvación. Pero esto no quiere decir que no tengan carácter obligatorio e universal.

Los mandamientos de Dios establecen normas morales y espirituales absolutas para la vida. Y no llevan fecha de caducidad, sino tienen la autoridad de Dios para siempre porque reflejan a Dios. Y Dios no cambia. Es necesario dejar bien claro que la enseñanza moral del Antiguo Testamento no es inferior a la del Nuevo Testamento. De hecho: la del NT se basa en la ética del AT.

Vale la pena recordar el principio hermenéutico que establece Jesucristo: todos los mandamientos que no fueron abrogados o cumplidos explícitamente en Él, siguen siendo válidos. Jesucristo dijo en el Sermón del Monte (Mateo 5:17) que no vino para abrogar la Ley, sino para cumplirla.

Las leyes que tienen que ver con la redención y el perdón de los pecados en el Antiguo Testamento (sacrificios, leyes de purificación etc.) fueron cumplidas en Jesucristo. Es decir: sus demandas siguen siendo válidas hasta el día de hoy, pero la muerte y la resurrección de Cristo cumplieron estas demandas para el creyente. Por lo tanto, las leyes ceremoniales del Antiguo Testamento, reflejan diferentes aspectos de la redención perfecta en Jesucristo.

Lo que Jesucristo abrogó fueron las explicaciones inadecuadas de la Ley, no la Ley de por sí (Mateo 5:21-48; Mateo 15:1-9). Al clarificar su concepto verdadero, en realidad volvió a proclamar de nuevo la Ley. El Sermón del Monte consiste al completo de temas de los Diez Mandamientos desarrollados en el contexto del Reino de Dios. Resulta por lo tanto un poco extraño cuando se quiere construir una contradicción entre la Ley del AT y el sermón del Monte. Es una de las incongruencias de una teología huérfana de un contexto bíblico global.

Esas 172 palabras, talladas en piedra por el dedo de Dios son fundamentales y contundentes. Sin ellas, no existe ni orden, ni justicia. Son tan sencillas que hasta un niño las puede entender. Los Diez Mandamientos son el baluarte contra un paganismo sectario aunque se disfrace de progresista y secular.

Y realmente en vez de 10 mandamientos, son 10 “palabras” de amor divino que convierten cada día en un canto de adoración.

Notas