Ganar la lealtad

Hoy se defiende que las pequeñas mentiras no le hacen daño a nadie. Pero eso no es cierto porque al final todos engañan a todos.

CON OTRO RITMO AUTOR 47/Jaime_Fernandez 07 DE SEPTIEMBRE DE 2020 09:30 h

Foto de [link]Delaney Turner [/link] en Unsplash.

El príncipe valiente es una película muy antigua (1954) dirigida por Harrry Hathaway y ambientada en la edad media. Como en muchas otras de la historia del cine, la protagonista (En este caso Janet Leigh) luce espléndida durante toda la película: sus vestidos, el maquillaje, sus peinados de diferentes estilos… Uno se queda alelado viéndola. Sólo un pequeño problema: en la edad media no existía nada de eso ¡Y los cánones de belleza eran muy diferentes!

No tiene demasiada importancia, es sólo una película, pero nos hace pensar en los engaños de la vida. A veces vivimos muy lejos de la verdad y casi ni nos damos cuenta ¿Sabes una de las razones? Solemos pasar muy poco tiempo pensando y meditando en las situaciones y las circunstancias que atravesamos, con lo que cualquiera puede engañarnos. Fíjate por ejemplo en el uso del lenguaje ¡puede ser uno de los caminos más sencillos para un engaño encubierto!

Podemos decir algo cierto, pero de una manera completamente tergiversada: se cuenta que el encargado de relaciones públicas de una empresa afirmó a la prensa, después de una situación muy peligrosa que vivieron en uno de sus aviones: “Un suceso relacionado con la seguridad en el que habían tenido problemas con una oxidación demasiado rápida y algunos descontroles energéticos”. Más tarde se supo que lo que pasó en realidad fue que uno de los reactores comenzó a arder (una “rápida oxidación”), a lo que siguió una explosión (“descontroles energéticos”), que pudo causar una catástrofe (“suceso relacionado con la seguridad”).

Puede parecer una broma, pero no lo es tanto cuando nuestros engaños implican no cumplir con lo que hemos prometido. Hoy en muchos lugares mentir es parte de la cultura propia, defendiendo incluso que las pequeñas mentiras no le hacen daño a nadie. Pero eso no es cierto porque al final todos engañan a todos, y nadie puede confiar en nadie. Dios nos llama a vivir de una manera muy diferente. Nos habla a través del profeta Zacarías cuando escribe: “Estas son las cosas que debéis hacer: decid la verdad unos a otros, juzgad con verdad y con juicio de paz en vuestras puertas. No traméis en vuestro corazón el mal uno contra otro, ni améis el juramento falso; porque todas estas cosas son las que odio” —declara el Señor” (Zacarías 8:16-17). Cuando engañamos a otros, podemos poner las excusas que queramos… pero no tener palabra, decir pequeñas mentiras, jurar en falso, etc. son situaciones que Dios odia, así que ¡Ya lo sabemos!

Si no somos capaces de vivir en la verdad, vamos a encontrarnos solos en muchas ocasiones. Recuerda que la confianza se entrega casi a cualquiera, pero la lealtad hay que ganarla con el tiempo. La lealtad crece cuando no engañamos nunca y decimos siempre la verdad.. Y eso, solo unos pocos lo consiguen.

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