Peligro de todas las idolatrías: Querer convertir en dioses cosas terrenales.
¡Cuántas veces hemos criticado los evangélicos la idolatría de los ídolos de barro, de las imágenes de leño! ¡Cómo hemos rebatido el inclinarse ante ellos y adorarlos, aunque los católicos digan que solamente son mediaciones que ayudan a la gente sencilla! Lo que pasa es que la idolatría no está relacionada solamente con el ritual cúltico a las imágenes que sabemos por la Biblia que “lo más valioso de ellas, para nada es útil”. Hemos criticado todo esto, quizás con razón y fundamento bíblico, toda esta idolatría de imágenes, incluyendo procesiones, romerías, azotes, latigazos y otros. Todo eso lo metíamos dentro de un concepto que yo llamo idolatría de barro, de leño que creemos que aleja del Dios vivo.
Pero no cabe duda de que hay otras idolatrías que son, al menos, tan graves como las de barro y no sé si se podría decir, en algún caso, que son más graves todavía. Yo las he llamado las idolatrías del consumo, pero podrían incluir todas las idolatrías del dinero, del dios Mamón o dios de las riquezas, las idolatrías que se dan en los estadios de fútbol, las idolatrías del culto al cuerpo, al tener o el poseer, la idolatría del tanto tienes, tanto vales. La idolatría del becerro de oro. Y, en muchas de estas idolatrías como soterradas en alguna manera, idolatrías que las practicamos como algo normal, considerando la riqueza como prestigio, también podríamos caer muchos cristianos que evitamos las idolatrías del barro y del leño. Hay que tener cuidado.
Peligro de todas las idolatrías: Querer convertir en dioses cosas terrenales que la polilla y el orín corrompe, como diría la Biblia, y que, además, las practicaríamos sin conciencia crítica llevados por costumbres, valores y normas que son contracultura con los valores del Reino y con los valores bíblicos en general. Podemos estar cayendo en peligrosas idolatrías que, en el fondo, nos están separando del verdadero Dios. Queremos “divinizar” valores, realidades terrenas, objetos de valor, las posesiones, el consumo y otros, sin pensar que ese tipo de idolatría también es pecado. Una idolatría que se mete y arraiga en lo más profundo del corazón, y puede llegar a ser más grave que el inclinarse, de forma externa, ante un palo, bronce o barro.
La idolatría de la divinización de las posesiones, del dinero que, en esta forma idolátrica, todo está abonado con el egoísmo, la codicia, la necia acumulación que, en muchos casos en el mundo, es desmedida. Los desiguales repartos, en esta idolatría, no nos causan problemas de conciencia ni solidaridades con nadie, si es que a nosotros nos favorece. Quevedo decía: “Poderoso caballero es don dinero”. Yo diría que poderoso ídolo es don dinero y todo lo que él representa en un mundo injusto. Así, con esta idolatría, el crear valores solidarios, de justicia y misericordia en este escándalo de la pobreza, del despojo, de la opresión y de la exclusión social, es imposible. La causa de los desequilibrios del mundo, están fundamentados en esta idolatría de la que, desgraciadamente, participan también muchos creyentes.
Esta es la liturgia de los verdaderos idólatras: el despojo y robo de dignidad de las dos terceras partes del mundo, el disfrutar viendo en sus casas ese despojo del pobre, lo cual tienen una gran fundamentación bíblica. Así dice la Escritura: “El despojo del pobre está en vuestras casas”. Es parte de la liturgia infernal de los idólatras del consumo, del robo, del almacenamiento desmedido. También forma parte de su liturgia el ver a tantos niños pasando hambre, niños trabajadores de los que, en esta liturgia de muerte, pasan de largo de forma indiferente. Eso son consecuencias de las idolatrías del consumo y forma parte de sus rituales demoníacos.
También, curiosamente, puede ser parte de esta liturgia idolátrica, el pecado de omisión de la ayuda. Un pecado en el que caemos, pero que Dios nos puede decir: “Lo que no hicisteis por estos mis hermanos más pequeños, por mí no lo hicisteis”. De alguna manera, habría que ejercer las críticas y denuncias que, contra esta idolatría del consumo y el enriquecimiento desmedido, ejercieron los profetas en favor de los débiles del mundo. Busquemos la adoración del Dios verdadero, del Dios vivo, rechazando todo tipo de idolatría, sea la de los ídolos de barro y leño, o sea la idolatría del consumo.
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