Antiguamente la maldad se escondía, porque había cierto sentido de vergüenza, salvo en las ocasiones lúdicas populares; pero ahora la maldad se exhibe.
Entre los términos que han adquirido preponderancia en nuestro tiempo está el de lúdico, prácticamente desconocido y, por tanto, no usado, anteriormente, pero que ahora está de moda. La palabra, como tantas otras, procede del latín y concretamente de ludus, que significa juego, diversión o pasatiempo. En la Roma antigua había varias celebraciones lúdicas a lo largo del año, como las bacanales, las lupercales y las florales, en honor a algún dios o diosa y en las que se daba rienda suelta a todo tipo de obscenidades. Los instintos más bajos y groseros hallaban cabida en esas festividades, siendo la válvula que abría la compuerta de las pasiones contenidas. El espíritu que las movía ha permanecido a lo largo del tiempo y el espacio, si bien con variantes de nombres y apelativos.
Es evidente que el ser humano necesita un esparcimiento sano, el cual forma parte del descanso y supone un cambio de ritmo en los deberes y tareas, que de prolongarse indefinidamente acabarían por agotar a la persona. Como en las sociedades occidentales se ha llegado a alcanzar un nivel de prosperidad material muy elevado, el amplio grado de esparcimiento es señal inequívoca de ese nivel. Tal vez nunca antes se logró tanto como ahora, y, de hecho, se ha convertido en una gran industria con múltiples ramificaciones e intereses que entretiene a cientos de millones de personas, da trabajo a otros tantos cientos de millones y mueve miles de millones de dólares y euros. Nuestro mundo no sería el mismo sin el esparcimiento.
Sin embargo, al estar sobredimensionado y haber adquirido una preponderancia tal que se ha convertido en un fin en sí mismo, ha quedado corrompido por la maligna tendencia que imprime siempre la abundancia y la prosperidad. Y de ese modo es como encontramos que esparcimiento y maldad están estrechamente unidos. Como la abundancia material es un gran narcótico para la conciencia y un deslizadero para todo tipo de autocomplacencias, no es extraño que haya generado un tipo de esparcimiento que supera a aquellas fiestas lúdicas de la antigüedad. Dado que la imaginación humana está todo el tiempo maquinando nuevas formas perversas de diversión, la tecnología se ha convertido en un poderoso aliado, que ha venido a potenciarlas, al ponerlas al alcance de la mano en forma instantánea, asequible y universal. Da lo mismo si tienes diez años que si tienes setenta, si quieres, puedes ser fácilmente partícipe y cómplice de cualquier tenebroso esparcimiento.
Como la facilidad en la participación supone la facilidad para repetir la experiencia, el resultado consiste, por la reiteración del acto, en la modelación de una mentalidad que termina por definir el carácter, gracias al arraigado hábito. Y de este modo es como la maldad se convierte en diversión. En la única diversión, al no haber cabida en una mente ya adiestrada en esa inclinación a otro tipo de esparcimiento. De hecho, cualquier otro tipo es contemplado como algo insípido, ridículo y hasta aborrecible. Y así, lo vil es divertido, lo grosero placentero y lo malvado agradable, aunque asomarse a ese mundo provoca náuseas a la mente que no ha entrado allí o que ha sido rescatada de allí.
Hay un tweet de Dios que afirma lo siguiente: ‘El hacer maldad es como una diversión al insensato; mas la sabiduría recrea al hombre de entendimiento.’ (Proverbios 10:23). La palabra que se ha traducido diversión es la misma de donde procede el nombre de Isaac, que como se sabe significa risa. De ese modo el hacer maldad es fuente de risa y divertimento, pero ¿para quién? El tweet lo aclara: Para el insensato. El insensato es uno de los tipos que en el libro de Proverbios oscilan entre la estupidez y la locura, de modo que su estado ha adquirido tintes muy peligrosos, porque no solamente cree estar bien centrado en lo que hace sino que desprecia cualquier advertencia o reconvención. Por esta lógica se llega a la conclusión de que el número de insensatos ha aumentado vertiginosamente en nuestros días, hasta el punto de que nuestra sociedad se parece cada vez más a un manicomio moral, donde cada cual presenta su maldad como si fuera el mayor logro. Antiguamente la maldad se escondía, porque había cierto sentido de vergüenza, salvo en las ocasiones lúdicas populares ya mencionadas; pero ahora la maldad se exhibe y se hace alarde de ella día tras día, habiendo una competición por ver quién supera a quién en cotas de maldad, es decir en cotas de necedad. Es una carrera desenfrenada para subir al podio y ser coronado campeón de los mentecatos.
Pero el tweet tiene una segunda parte, que es una contraparte, al señalar otra clase de esparcimiento, que reside en la sabiduría, cuya rica, poliédrica e inagotable naturaleza es fuente de alegría y satisfacción constante para el que indaga en ella. Entre el inteligente y la sabiduría se produce una consonancia, en el sentido de que la sabiduría se prodiga al que es inteligente y, a su vez, éste se complace en la sabiduría. Así como existe una consonancia entre el insensato y la maldad, así hay otra entre el inteligente y la sabiduría.
Prototipo de hombre inteligente es el autor de esa obra maestra que es el Salmo 119, quien en determinado momento afirma lo siguiente: ‘Tus testimonios son mi delicia’ (Salmos 119:24). Es decir, su esparcimiento y disfrute está en la Palabra de Dios, que es depósito inacabable de sabiduría. Mientras que esa Palabra es aburrida, incomprensible y detestable para el insensato, para el inteligente es su refrigerio, descanso y gozo.
¿En qué te recreas por encima de todo? ¿Qué te produce mayor deleite? ¿Cuál es tu esparcimiento supremo? La respuesta a estas preguntas determina si eres insensato o inteligente.
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