La religión permeaba también los ámbitos profesionales como la enseñanza, la medicina, la economía o la justicia. Hoy, esta unidad permeada por la religión, ha entrado en crisis. Todas las disciplinas reclaman su independencia y, fundamentalmente, se intenta la relegación de la religión a una simple disciplina más que tiene que luchar para mantenerse como una simple opción más entre otras muchas opciones. Esto conduce a que, muchas veces, los religiosos se pongan nerviosos y no acepten la independencia de las diferentes disciplinas. Les gustaría que éstas continuaran estando bajo la tutela religiosa. De ahí que muchos cristianos hoy desearían que se legislara desde la óptica cristiana, que se atendiera a ciertas minorías desde principios bíblicos, en muchos casos condenatorios.
Se desearía también que las temáticas legales en torno al aborto, el matrimonio homosexual, la eutanasia, la pena de muerte, la modernas esclavitudes y otros, lo vieran los gobiernos y los legisladores desde la óptica bíblica, aunque, en muchos casos, no haya una visión común cristiana de todas estas problemáticas, y la interpretación bíblica por parte de los creyentes tenga sus diferencias y divergencias en los posicionamientos de interpretación. Se da un cierto malestar entre los cristianos.
Por otra parte
, uno de los fallos del secularismo radical, es el posicionarse, en algunos casos como antirreligioso.
Los valores bíblicos y la ética del cristianismo, se dejan a un lado y sólo se mantiene la fe en la cultura científica, en lo evaluable desde puntos de vista cuantitativos y materiales, desde los efectos sociales medibles, usables, y cuantificables. La razón técnica y sociológica, prima sobre la razón ética, marginando a los valores bíblicos que pueden ser aplicables a las diferentes problemáticas de la humanidad. Se desprecia la sensibilidad religiosa desde muchos de los ámbitos del poder establecido. La religión se quiere reducir al ámbito de lo privado y que se practique solamente en el hogar y dentro de las cuatro paredes del templo. Nos encontramos así ante unas dinámicas cerradas que imposibilitan el diálogo entre lo secular y lo religioso y se dan disfunciones. Muchas veces el mundo secular acaba sacralizando el terruño, los deportes, el culto al cuerpo, las danzas en torno a músicas estresantes.
También en los ámbitos religiosos se producen disfunciones. Se rechazan ideas seculares de igualdad, de derechos de las minorías, de libertad, de participación de la sociedad civil en ciertos temas. Se producen así elementos absolutizantes tanto en el ámbito secular como en el religioso y se conforman actitudes cerradas hacia el diálogo abierto con el otro. La cerrazón de lo secular ante los valores religiosos puede dar lugar a la introducción de elementos inhumanos en los sistemas políticos y económicos y se pierde todo un caudal ético importantísimo. Por otra parte el cerrarse en el círculo clauso de una religión desencarnada de la realidad, puede dar lugar a muchos fanatismos y pérdida de contacto con la realidad social que muchas veces estamos criticando sin conocerla bien.
Estamos, por tanto, en una encrucijada difícil, en la que resulta casi imposible el llegar a un posicionamiento de valores compartidos en donde los religiosos puedan comprender ciertas actuaciones gubernamentales seculares y éstos valorar la aportación de la ética cristiana fundamentada en los valores bíblicos.
Estamos en unos posicionamientos de ruptura que dificultan mucho una cultura común abierta y pluralista.
Nunca se debería cerrar el campo secular a la visión de una fe impregnada por muchos valores cristianos que son atemporales y que tienen una vocación eterna.
Por otra parte, habría que ver como puede cooperar el cristianismo en el fortalecimiento de una democracia que tenga en cuenta la pluralidad y la responsabilidad ante una cultura abierta aplicable a las leyes civiles a favor de las minorías y en aquellos temas delicados en relación con la ética y la idea de projimidad que nos transmite el cristianismo.
Lo que está claro es que el cristianismo no se puede reducir al ámbito de lo privado y que sus valores son de aplicación en todas las áreas de la vida, de la política y de una ética social imprescindible para la buena marcha de los asuntos terrenales.
No obstante, hay que evitar fundamentalismos y cerrazones mentales que nos enclaustren y que amplíen la brecha que hay entre la religión y el ámbito secular. Tenemos que afirmar, también desde el ámbito evangélico, que la pluralidad y la diversidad es un don de Dios. Desde ahí deberían trabajar los cristianos con sabiduría de tal manera que la fe cristiana pudiera seguir leudando la masa social sin imposiciones bruscas ni prepotencias necias y evitando los fundamentalismos negativos. Deberíamos tener la sabiduría suficiente para no coadyuvar a que la fisura entre el secularismo y la religión se siguiera ampliando, para no quedar reducidos al ámbito de lo privado como una simple opción más. Sabiduría para seguir en medio del mundo, aunque solamente fuera como contracultura que esparce nuevos valores como sal y luz.
Es decir, habría que usar la sabiduría de Dios para seguir siendo referencia en el mundo. Señor, no nos separes de él. Mantennos dentro de los focos de conflicto sin formar círculos cerrados de pureza y líbranos del mal.
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