Seamos contagiosos

“Después de una catástrofe siempre hay una revolución”. Boris Cyrulnik (neurólogo y psiquiatra)

Mantengamos la distancia. Seamos prudentes. Respetemos las normas.

En el mundo entero hay una palabra que se ha vuelto común, un término del que todos hablamos: coronavirus.

Se ha vuelto habitual entre la gente de a pie, en las reyertas políticas, en los diálogos de visionarios y agoreros. Lo cierto es que el global de la humanidad habla del mismo tema, salvando excepciones. 

En mi casa, al igual que en la vuestra, el coronavirus también tiene su espacio. 

Un espacio reducido, no le he querido ceder más del debido. Un espacio que se ha ganado a fuerza de golpes y zarandeos, muertes y temores.

Ahora que vuelvo a retomar en parte la normalidad, paseo junto a Valeria, mi hija, y tengo que oír diariamente sus quejas por tener que llevar  mascarilla.

Repite cada día su bien aprendido discurso donde expone su malestar con respecto al obligado uso de ese complemento que tanto le incomoda:

 - Esto es un rollo. Ya estoy cansada de no poder respirar bien. Me pica la cara. ¡Hasta cuándo va a durar todo esto! 

La oigo mientras paseo. Comprando en la frutería. Cuando vamos a ver a los abuelos. Cuando quedamos con algún amigo …

Tomando aire profundamente, le vuelvo a repetir lo tantas veces dicho. Haciendo acopio de paciencia le explico una vez más que gracias a ese fastidioso trozo de tela nos estamos protegiendo, estamos minimizando los contagios, estamos cuidándonos unos a otros. 

Contesta con celeridad:

- Sí, ya lo sé. Pero es que yo no soy contagiosa.

Es cierto, o eso creo. ¿Quién lo sabe? Hoy puedes estar totalmente asintomático y ser un contagio en potencia. Así que, toda precaución es poca.

A raíz de estas repetidas charlas que mantengo con ella le explico la necesidad que tenemos de contagiar de otra manera, ser contagiosos en buenas obras. Haciendo el bien, proyectando nuestro amor, expandiéndonos como el polen en primavera que poliniza y da vida; discúlpenme los alérgicos. 

Un contagio que inunde existencias, traspase fronteras. Que no haya nada que nos proteja de este sano amor, que seamos altamente contagiosos.

Que este mundo vea en medio de la insensibilidad, la hipocresía y el hedonismo, que existen personas que se someten como siervos en la admirable y difícil labor de servir al prójimo.

“Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos”. 1Timoteo 6:18