Se vieron rodeados de la gloria del Señor, rodeados de un gran resplandor. Dice el Evangelista Lucas que tuvieron gran temor. ¿Se relaciona la Navidad con este temor sorpresivo?
Estos pastores, que velaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños, jamás hubieran imaginado que en medio de esa vigilia nocturna iba a irrumpir un resplandor y un sonido ultramundano. Porque se trataba de la irrupción de los totalmente desconocido, lo totalmente otro... la irrupción del más allá. ¿Y por qué a ellos, en medio de la vigilia de la noche y entre animales? Dios se hace presente a través de un resplandor que no coincidía con el resplandor de la noche a la que ellos estaban acostumbrados. En nada se asemejaba a la luz lunar, ni al resplandor de la luz de la hoguera que podrían tener para calentarse. Era una luz y un sonido diferente que superaría en mucho a la luz del sol. Así, en medio de la noche, irrumpe ante unos humildes pastores, lo totalmente otro, el Tú trascendente a través de sus ángeles, lo no conocido, lo no identificado... Sería como para tener mucho miedo.
Pero el mensaje navideño no era de miedo. Es verdad que los pastores estaban llenos de un gran temor, pero la primera parte del mensaje fue tranquilizadora:
“No temáis”. Porque la Navidad no se relaciona con el temor. Porque la Navidad es
Evangelio. En medio de este resplandor, de esta alabanza celestial y en medio de los sonidos angelicales, se pronuncia por primera vez la palabra
Evangelio: “Os doy nuevas de gran gozo”, es decir, Buenas Noticias, Evangelio. El mensaje más feliz, el mejor mensaje. El mensaje universal porque
“será para todo el pueblo”: Ha nacido un Salvador,
que es Cristo el Señor.
Y si tú quieres celebrar hoy la Navidad con autenticidad, debes echar fuera muchos temores. Si no puedes vencer el miedo a la irrupción de lo sobrenatural en tu vida, no podrás celebrar la Navidad. Si temes al hecho de que Dios irrumpa en tu vida, la Navidad no está hecha para ti. Celebrarás algo pagano... te divertirás. Pero si tienes miedo a abrir el mesón de tu corazón en estos días navideños, para que irrumpa Dios y nazca dentro de ti, quedarás bloqueado y no podrás celebrar la Navidad. Tienes que superar el miedo del excesivo resplandor de Dios en tu vida y oír la voz de Dios: ¡No temas! Y dejarte llevar como se dejaron llevar los pastores, porque si no, no podrás celebrar la Navidad. Si tienes miedo a abrir tu ser a la luz de Dios, no vas a poder captar el genuino significado de la Navidad ni su mensaje de Evangelio.
Cuando la Navidad no se celebra desde estos parámetros, se puede caer en una celebración pagana, en donde lo que va a triunfar va a ser la orgía, el ruido, el folklore y la borrachera... el despilfarro consumista.
¿Tiene miedo el hombre de hoy a dejar que en su vida irrumpa la luz del Evangelio? Es posible que sí, porque esa luz va a iluminar toda nuestra vida, nuestras prioridades, nuestros valores.
La única manera de no asustarse hoy y de hacer Navidad, es dejarse llevar por el Evangelio hasta la total conversión, hasta el llamado Nuevo Nacimiento, el cambio radical que nos haga ser nuevas criaturas que iluminen al mundo con la luz que Dios nos da. Iluminación que aniquile las sombras del consumismo desmedido, de la insolidaridad y de la injusticia. Iluminación que nos llena de gozo y nos lanza a la divulgación del mensaje.
Celebrar la Navidad es poder gritar de forma coherente: ¡Evangelio! Evangelio! Porque la Navidad es la mejor noticia: hay posibilidad de salvación y liberación para el hombre. Pero quizás la Navidad para el hombre de hoy consista en captar este mensaje: Tú también necesitas nacer hoy. Será entonces cuando podrás soportar con gozo la irrupción de lo sobrenatural en tu vida. De lo contrario es posible que no puedas liberarte de tus temores y no haya auténtica Navidad para ti.
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