El gran pecado de la búsqueda de la uniformidad y el rechazo de la diversidad, está en que, normalmente, esa uniformidad se construye con la prepotencia, la superioridad y el desprecio del diferente.
En pleno siglo XXI, la muerte por estrangulamiento, por parte de un policía de EEUU, de George Floyd, ha sacado de nuevo a la palestra mundial el tema del racismo. “Black lives matter”. La vida de los negros importa. El mundo llora y lamenta las consecuencias del racismo en el mundo. Dios quiera que tantas manifestaciones y protestas en todo el mundo sirvan para algo. El racismo y la xenofobia deben desaparecer de la faz de la tierra.
El odio al diferente, el posible miedo al que no es como nosotros, el desprecio del que tiene una piel de color diferente, la imbecilidad de amplios sectores de la humanidad. Les gustaría un mundo uniforme, una uniformidad empobrecedora de culturas, un abrazar a los que son iguales que nosotros y rechazar al diferente. Una uniformidad cruel y, en algunos casos, asesina.
Me recuerda a aquellos torpes que hacían la Torre de Babel buscando uniformidad, pero Dios les confunde las lenguas, les muestra que han de surgir las diversidades entre los hombres, una pluralidad de lenguas, de razas, de culturas a las que hemos de estar abiertos, porque si hacemos culturas clausas, encerradas en la uniformidad, nos estamos empobreciendo y perdiendo la alegría de la diversidad.
El gran pecado de la búsqueda de la uniformidad y el rechazo de la diversidad, está en que, normalmente, esa uniformidad se construye con la prepotencia, la superioridad de no sé qué raza, el orgullo de no sé qué piel y, consecuentemente, el desprecio del diferente. Es la base de todo racismo y de toda xenofobia. Uniformidad que se quiere imponer a base de criterios de superioridad. De nuevo la imbecilidad humana que quiere imponer hasta sus maléficos deseos de dominio o superioridad intelectual o humana.
El deseo de uniformidad prepotente, con orgullo de raza cultura o lengua, no se puede cumplir. Estamos condenados a dejar esta idea como les ocurrió a aquellos que querían construir una torre buscando uniformidad, pero fueron castigados con la diversidad lingüística, con la idea de que en la sociedad de los humanos debe reinar la pluralidad y, además, debe ser respetada. Eso sería la base de una interculturalidad sana en la que los hombres, de cualquier raza y cultura, se mueven en relaciones de igualdad, respeto y enriquecimiento entre las relaciones culturales, sociales, económicas y de raza.
En el mundo hoy, en nuestro momento histórico, estamos “condenados” a entendernos dentro de la diversidad. Los países se han formado en la diversidad de los colectivos que lo componen, formando comunidades en las que hay personas provenientes de todos los rincones del mundo. Mucho más hoy con la virulencia de los flujos migratorios que afectan a todas las sociedades de la tierra.
En estos contextos, el racismo es una locura, producto de la pecaminosidad de los corazones humanos, del orgullo, de la prepotencia y, también, de la ignorancia. La búsqueda de la uniformidad, huyendo de la diversidad cultural o racial, está condenada al fracaso, va en contra de la voluntad de Dios para el que “no hay griego ni judío, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo y en todos”. (Col. 3:11).
El racismo está basado en la prepotencia humana, en la falta de projimidad, en el deseo de superioridad, en la falta de humildad y de amor al prójimo diferente. Bajo ningún concepto se puede aceptar, y los cristianos deberían ser una voz que condenara toda idea racista. Sí, por amor al prójimo, por amor a los hombres. Siempre el cristiano debe estar abierto al otro, inmerso, quizás, en otra cultura, afectado por otro color de piel, pero que, en el fondo, hay algo común tremendamente importante. Todos estamos hechos a imagen y semejanza de nuestro Creador.
No hay ninguna raza ni cultura que deba erigirse en la idea de ser el continente de los valores superiores al de otras razas. Eso es necedad, falta de comprensión de la realidad social e histórica, de que no hay en el mundo razas puras, que todos tenemos diferentes mezclas de sangre que, para nada, nos humilla. Debemos gozarnos con la interculturalidad, con el abrazo con el hermano diferente. Así, pues, un no rotundo al racismo, y nuestra solidaridad con todos los que sufren exclusiones, robos de dignidad, maltrato o muerte por hechos racistas o de otra índole como la situación social, económica, intelectual o cultural. NO AL RACISMO.
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
Estudiamos el fenómeno de la luz partiendo de varios detalles del milagro de la vista en Marcos 8:24, en el que Jesús nos ayuda a comprender nuestra necesidad de ver la realidad claramente.
Causas del triunfo de Boris Johnson y del Brexit; y sus consecuencias para la Unión Europea y la agenda globalista. Una entrevista a César Vidal.
Analizamos las noticias más relevantes de la semana.
Algunas imágenes del primer congreso protestante sobre ministerios con la infancia y la familia, celebrado en Madrid.
Algunas fotos de la entrega del Premio Jorge Borrow 2019 y de este encuentro de referencia, celebrado el sábado en la Facultad de Filología y en el Ayuntamiento de Salamanca. Fotos de MGala.
Instantáneas del fin de semana de la Alianza Evangélica Española en Murcia, donde se desarrolló el programa con el lema ‘El poder transformador de lo pequeño’.
José era alguien de una gran lealtad, la cual demostró con su actitud y acciones.
Celebración de Navidad evangélica, desde la Iglesia Evangélica Bautista Buen Pastor, en Madrid.
Madrid acoge el min19, donde ministerios evangélicos de toda España conversan sobre los desafíos de la infancia en el mundo actual.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.
Si quieres comentar o