Él enjugará tu llanto

Cuántas veces vertemos nuestras lágrimas en una ociosa búsqueda de aquello que tenemos tan cerca, y pese a saber de la grandeza de Dios, nos enrolamos en tristes historias donde omitimos su presencia y derramamos nuestro llanto ante la creencia errónea de un Creador ausente.

Sólo cuando oímos como Dios susurra nuestro nombre nos ocurre como a María ante el sepulcro, somos conscientes de que en realidad Él siempre ha estado ahí, cercano, próximo.

Humanamente tenemos la necesidad de llorar, esparcir sollozos para así poder mitigar la angustia, la frustración, el temor o la ira. Es un acto de desahogo aprobado por Dios y que Jesús, en su calidad de hombre, hizo uso de él llorando ante la tumba de su amigo Lázaro.

Pedimos a Dios entre lágrimas que mande sanidad sobre quienes viven presos de la enfermedad. Que solvente una necesidad económica. Que haga desaparecer esas escenas tristes que nos condicionan el presente. Esas lágrimas son aceptadas por Dios. Sin embargo, las lágrimas equivocadas son aquellas que derramamos dudando del poder del Soberano, aquellas que ponen en entredicho la autoridad de aquel que todo lo puede.

Muchas veces en medio de la tormenta titubeamos escépticos dudando de la autoridad de quién guía nuestros pasos, aquel que nos ha mostrado sus credenciales de amor, de protección, de providencia.

La duda también es aceptada por el Padre, lo inaceptable es arremeter contra Él en un continuado estado de vacilación, discrepando y dándole las coordenadas que creemos debe utilizar para dirigir nuestras vidas.

Hoy al acercarte a Él recuerda que aunque el sendero por el que puedas transitar se muestre en ocasiones espinoso, con mil recodos que te invitan a la desgana. Él es aquel: 

Que obra milagros. 

Que levanta al caído. 

Que eligió a los débiles para avergonzar a los fuertes.

Un Jesús que derramó su sangre como regalo salvífico.  

Que sintió el dolor de la lanza en el costado, el dolor de los clavos en su carne y todo ello lo sufrió por amor a ti y mí. 

Un Jesús que aún hoy remueve piedras y deja los sepulcros vacíos.