Sin embargo, los datos reales tanto del analfabetismo como la imposibilidad al acceso a una educación de calidad de millones de personas, muestra que, una vez más, tenemos que constatar que la realidad en que viven muchos pueblos y personas, está a gran distancia de los principios formales reconocidos universalmente... No pueden comprar educación como vamos a ver en el artículo.
El no acceso a una educación de calidad, las grandes desigualdades en el campo de la docencia, está posibilitando el que las desigualdades sociales y la pobreza se vaya transmitiendo y manteniendo de generación en generación. Basta con que pensemos en cómo se accede hoy al mundo laboral digno y de una calidad que permita a las personas satisfacer sus necesidades básicas. La selección laboral implica cada día más una formación y una competitividad que excluye a los que no han podido educarse adecuadamente. Así, la educación es lo que va a posibilitar entrar en los procesos de selección, altamente competitiva, del mundo laboral. Por eso la falta de educación impide la promoción personal y regenera los focos de pobreza.
Las conclusiones nos llevan a considerar hoy la educación, no solamente como un derecho humano fundamental que haga realizarse al ser humano, sino que la educación se convierte en un producto mercantil.
La educación se puede comprar y vender. Las ofertas privadas pujan por ofrecer altos niveles de calidad que hay que pagar a altos precios. Muchos estados ofrecen una educación gratuita a niveles dignos, pero no todos los países del mundo pueden ofertar niveles de educación competitivos. Para los países pobres del SUR, se imponen otras prioridades a las que hacer frente con los presupuestos generales de los diferentes estados. Las políticas de ajuste que los estados endeudados tienen que hacer para hacer frente a los compromisos con la deuda externa, no solamente repercute en la educación de los niños, sino en su propia alimentación. En otros casos puede que sea la compra de armas o el sostenimiento de guerras lo que se prioriza, pero lo que sí ocurre en el mundo es que hay muchos estados que no pueden ir planificando lo que debería ser una enseñanza pública de calidad. La educación, así, en muchos casos, termina siendo algo diferente a un derecho fundamental universal: Se convierte en una inversión que sólo los más ricos pueden llevar adelante, sólo algunos pueden comprársela.
La educación, así, trágicamente, se convierte en uno de los factores de desigualdad del mundo. El capital humano queda reducido a mano de obra barata de la que se puede abusar si no ha habido posibilidades de educarse. Por tanto, todo programa de desarrollo de los pueblos debería estar basado en proporcionar a la población una educación de calidad, única capaz de reducir las desigualdades del mundo. Una educación que brinde un acceso no solamente al conocimiento de datos, sino a cómo interpretarlos para poder hacer frente a las situaciones de injusticia y despojo en los que han sido sumidos. Por tanto, debería ser también una educación crítica con la realidad del mundo, con la desigual redistribución de los bienes. Por tanto, la educación para los países en vías de desarrollo, además de ser crítica, debería ser también ética.
De todas formas, las vertientes éticas de la educación, deberían desarrollarse también en los países ricos. Sería una educación ética que fuera ofreciendo vías de solidaridad con los más pobres, vías de conocimiento de la realidad del mundo que fueran desarrollando comportamientos más preocupados por la situación del mundo, pues todos estamos en un mismo barco y, las desigualdades y la pobreza, pueden ser una amenaza para el mundo rico que tiene acceso a todo tipo de bienes y servicios, sabiendo que muchos de los bienes que se disfrutan en el mundo rico, pueden provenir del despojo de los campos y los pueblos del mundo pobre. Quizás la inmigración con la fuerte presión que va mostrando, sea la punta de un iceberg que amenaza mayores males de futuro si, entre todos, no sabemos afrontar de forma solidaria estas problemáticas educacionales. La educación debe promover comportamientos éticos más justos y solidarios.
Y, aunque la educación no sea el único factor a tener en cuenta, los cristianos debemos tomar nota de esto e intentar ser elementos de anuncio y denuncia de las desigualdades del mundo, elementos de concienciación llevando a los proscritos, pobres y marginados, algo de los valores del Reino que podemos aprender en las enseñanzas de Jesús. Y es que la auténtica cooperación internacional, sigue una línea bíblica: “No sólo de pan vivirá el hombre”, es decir, la ayuda asistencial que se ofrece a través de programas de alimentación a los lugares de hambruna y miseria no es suficiente: la auténtica capacitación tanto laboral como humana, llega siempre a través de programas educativos que son liberadores y rehabilitadores: como e Evangelio de Jesús que también se transmite a través del uso de la palabra y del enseñar a hacer y a ser.
Y es que la enseñanza liberadora que necesitan los pueblos pobres, es una parte integral y fundamental de la misión de la iglesia y de los creyentes en el ámbito individual… aunque las prioridades de la iglesia, desgraciadamente, vayan en general por otros derroteros menos solidarios perdiendo algo fundamental de su misión en el mundo.
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