“Pisotean en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos, y tuercen el camino de los humildes”, gritaba el profeta. Son palabras impactantes que no se pueden leer sin que su grito quede grabado en las mentes de los que intentan seguir el mensaje bíblico.
“Sé que afligís al justo, y recibís cohecho, y en los tribunales hacéis perder la causa de los pobres”. Son palabras que intentan herir como afilados dardos la sensibilidad de los injustos de la tierra.
Hoy, en general, los pastores de las iglesias cristianas no hablan así. ¿Será que estamos en otro momento cultural o, simplemente, que se ha perdido la línea profética con la cual entronca Jesús desde que comienza su ministerio en la sinagoga de Nazaret en donde ya muestra su línea programática acordándose de los pobres, los oprimidos y los presos? Vosotros juzgaréis. Porque si en los tiempos proféticos había que denunciar la concentración de riquezas, de tierras, de casas y heredades en pocas manos, hoy también. Si había personas que se daban al lujo, al despilfarro y al derroche, hoy también. Si los pobres eran vendidos por un par de zapatos, hoy hay pobres excluidos que nadie da nada por ellos. Para ellos los zapatos no existen, con la excepción de los niños trabajadores que ayudan a hacer deportivas de marca para los ricos. Si en los tribunales se hacía perder la causa de los pobres, hoy, las modernas prisiones son un lugar de reclusión y apartamiento de muchos pobres de la sociedad. Si había oprimidos y robados de dignidad y libertad, éstos son legión en el mundo nuestro que nos ha tocado vivir.
Sin embargo, hoy muchos pastores y líderes religiosos callan ante las injusticias. Como si los golpes contra el derecho de los pobres ya no importaran a Dios. ¿Qué es lo que ocurre con el cristianismo hoy? ¿Acaso se ha perdido el sentido ético que tenía en toda la época del Antiguo Testamento y con Jesús mismo? ¿El sufrimiento de los pobres ya no interpela al sentir cristiano o es que, simplemente, estamos pasando de largo como el sacerdote y el levita de la parábola del Buen Samaritano? ¿Ya no nos dice nada el grito de los profetas por justicia?
Eran gritos ordenados por Dios como ocurre en Isaías 58. ¿No ordena ya Dios hoy el dar estos gritos? ¿No tenemos que decir hoy nada en apoyo de las víctimas de cualquier tipo, económico, político o de terror? ¿No tenemos que decir nada en contra de la crueldad de la guerra? ¿Tampoco de las nuevas esclavitudes de hoy en día? ¿No tenemos nada que decir en torno a la denuncia de la mala redistribución de los bienes del planeta tierra? ¿Se ha quedado mudo el pueblo de Dios ante la injusticia, la opresión, el despojo, la marginación y la exclusión? ¿Contra qué o contra quién grita o denuncia hoy el pueblo de Dios?
La voz evangelizadora del pueblo de Dios debe asumir hoy también la denuncia y la acción sociopolítica evangelizadora creando nuevos valores en consonancia con los valores bíblicos y dando ejemplos de compromiso y de servicio como hizo Jesús.
Debemos hacer un esfuerzo por rescatar el sentido ético del cristianismo. La acción social, la denuncia de las estructuras de pecado y la búsqueda de la justicia, es también Evangelio, es teología, es vivencia práctica de la vida cristiana. Y lo es porque, en el fondo, están las palabras de Jesús:
“Por mí lo hicisteis”. A Dios le causa dolor la pobreza, a Dios le causa dolor la insolidaridad humana, Dios sufre con la injusticia, a Dios se le crucifica una vez más con el despojo a los pobres del mundo, más de las tres cuartas partes de la humanidad. El veinte por ciento restante, es el que consume en demasía y en derroche y lujos lo que corresponde a todos los habitantes del planeta. El grito bíblico-profético de que
la escasez del pobre está en las mesas de los ricos, sigue vigente, pero la sensibilidad cristiana actual no recoge con responsabilidad este grito. Los pobres siguen siendo vendidos por un par de zapatos... o nadie da nada por ellos.
Deberíamos volvernos más hacia los profetas y hacia el último de los profetas: Jesucristo. Su reto sigue estando vigente y en el mundo hay millones de personas que se hacen llamar sus seguidores... pero quizás sus conciencias no han sido aún sacudidas y no han sido llamados a la vivencia de la projimidad. Les han enseñado un cristianismo de autoconsumo, individualista e insolidario. Carente de perspectiva ética y de compromiso con los débiles del mundo.
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