Vale la pena enfocar las profecías de Jesús en Lucas y Mateo desde una perspectiva histórica bíblica y estudiar la historia de su exposición.
¿Estamos en los tiempos del arrebatamiento inminente de la Iglesia? ¿Se están cumpliendo las señales para ello? Hay dos capítulos paralelos que suelen servir como respuesta afirmativa a esta pregunta. Se trata de Mateo 24 y Lucas 21.
Curiosamente la iglesia primitiva no entendió ambos pasajes en este sentido, sino más bien como una profecía para sus tiempos. Tampoco lo entendieron así los cristianos de los primeros siglos, como numerosas citas de la patrística lo comprueban.
No es mi intención llevar a cabo una investigación detallada del tema en esta serie de artículos, ni es el lugar para hacerlo. Solo quiero hacer unas observaciones muy generales que -eso espero por lo menos- pueden ser de ayuda para entender estos capítulos de forma correcta.
Vale la pena enfocarlos desde una perspectiva histórica bíblica y estudiar la historia de su exposición. Una vez que nos sumergimos en los documentos que nos dejaron los cristianos de los primeros siglos nos llevamos una sorpresa mayúscula: no entendieron ambos pasajes como la mayoría de los cristianos evangélicos hoy en día los entienden. Y esto de por sí debería hacernos reflexionar.
Desde Ignacio de Antioquía -que murió al inicio del siglo segundo- pasando por Ireneo, Crisóstomo, Justino el Mártir, Tertuliano, Eusebio y Agustín hay una larga lista de teólogos de los primeros siglos que hicieron una lectura “preterista” de ambos capítulos. Es decir: ellos tenían la convicción que la profecía de Jesucristo se había cumplido en la Guerra de los judíos contra los romanos que duró siete años, desde el año 66 hasta el año 73 cuando cayó la fortaleza de Masada cerca del Mar muerto.
La destrucción de Jerusalén y su templo es un acontecimiento de una importancia muy infravalorada a la hora de entender no solamente estos dos capítulos, sino también el resto del NT.1
En otras palabras: los estudiosos de las Escrituras de los primeros siglos estaban convencidos de que una buena parte de supuestas profecías en cuanto a la segunda venida de Cristo ya se habían cumplido en la destrucción de Jerusalén.
Que esta convicción no era fruto de su imaginación, lo vemos en un hecho poco conocido, pero muy importante en este contexto: la huida de los cristianos de Jerusalén a la ciudad transjordana de Pella en el año 67. Los cristianos que quedaban aún en la ciudad entendieron que los ejércitos romanos que entraron por Galilea y se acercaron a Jerusalén cumplían lo que su Señor había anunciado 40 años antes.
La ventaja de la interpretación preterista de ambos capítulos es que no hay ninguna necesidad de forzar el texto, ni de recurrir a todo tipo de explicaciones extravagantes y a la vez mantener la firme convicción en la plena inspiración y veracidad de la Escritura. Estamos ante el cumplimiento literal de una profecía extraordinaria. Veamos algunos versículos claves.
En Mateo 24:34 el Señor dice:
“De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.”
La palabra que Mateo usa es geneá que en la septuaginta traduce la palabra hebrea dor - y así lo traduce también la versión hebrea del NT de la Sociedad Bíblica Unida. El significado es lo que hoy se llama “una generación”. Los judíos entendieron -igual que los griegos- 40 años como el tiempo que dura una generación.2 La otra cosa que llama la atención es el uso de las palabras “todo esto”.
Jesucristo dice además en Mateo 16:28 a sus discípulos:
“De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.”
Hasta la ejecución de Jacobo (Santiago) en el año 44 los 12 discípulos estaban aún todos vivos. Pero en el año 70 un buen número -posiblemente 8 de 12 (entre ellos Pedro)- ya no vivía. Esto explica perfectamente el uso de la palabra “algunos”.
Esto no es todo. A la pregunta si podía derribar el templo y reedificarlo en tres días, Jesús respondió en Mateo 26:64:
“… y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo”.
“Venir en las nubes”, “nubes”, “día nublado” etc. es una metáfora usada en algunas profecías del AT que simboliza un juicio. Un ejemplo es Isaías 19:1:
“He aquí que Jehová monta sobre una ligera nube y entrará en Egipto.”
¿Hay que entender este versículo de forma literal? No conozco a nadie que lo interprete así. Es más bien una forma de decir: el Señor traerá el juicio sobre Egipto.
Con todo esto vamos a volver al versículo de Lucas 21:20-22 (versículos correspondientes en Mateo 24:15-20).
El evangelista Lucas dice:
“Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.”
Para saber cómo los primeros cristianos entendieron estas palabras vamos a la famosa obra de Eusebio de Cesarea y su “Historia de la Iglesia”.
“Además de éstos, también el pueblo de la iglesia de Jerusalén recibió el mandato de cambiar de ciudad antes de la guerra y de vivir en otra ciudad de Perea (la que llaman Pella), por un oráculo transmitido por revelación a los notables de aquel lugar. Así pues, habiendo emigrado a ella desde Jerusalén los que creían en Cristo, como si los hombres santos hubiesen dejado enteramente la metrópoli real de los judíos y toda Judea, la justicia de Dios vino sobre los judíos por el ultraje al que sometieron a Cristo y a sus apóstoles, e hizo desaparecer totalmente de entre los hombres aquella generación impía. En los relatos que escribió Josefo se describen con toda exactitud los males que en ese momento sobrevinieron a todo el pueblo judío en todo lugar; cómo principalmente los habitantes de Judea fueron agobiados hasta el extremo de las desgracias; cuántos miles de jóvenes y de mujeres, juntamente con sus niños, cayeron a espada, por hambre y por muchos otros tipos de muerte; cuántos y cuáles ciudades de Judea fueron sitiadas; cuán grandes desgracias, y más que desgracias, presenciaron los que fueron en su huida a Jerusalén, ya que era la metrópoli más fuerte; el desarrollo de la guerra y lo que tuvo lugar en ella en cada momento; y, finalmente, cómo la abominación desoladora que proclamaron los profetas se asentó en el mismo templo de Dios, en gran manera notable antiguamente; y entonces sufrió todo tipo de destrucción hasta su desaparición final por el fuego.”3
En otra obra, Epifanio de Salamis, contemporáneo de Eusebio, escribe:
“De allí tienen su origen (los nazarenos) después de su salida de Jerusalén cuando todos los discípulos se fueron a vivir en Pella porque Cristo les había dicho a salir de Jerusalén porque iba a ser sitiada.” 4
C. H. Spurgeon resume:
“Los cristianos de Jerusalén y de las ciudades y pueblos cercanos de Judea aprovecharon la primera ocasión que tenían para huir del ejército romano y huyeron a la ciudad de los montes de Pella en Perea donde encontraron protección de la destrucción total que sobrevino a los judíos. No había tiempo que perder antes de la destrucción final de la ciudad; el que “está en la azotea” no podía descender “para tomar algo de su casa” y “el que está en el campo” no podía volver “para tomar su capa”. Tenían que huir a los montes lo antes posible hasta el momento cuando vieron a “Jerusalén rodeada de ejércitos”5
[destacate]Los primeros cristianos tuvieron la convicción de que las profecías de ambos capítulos se cumplieron con la destrucción de Jerusalén del año 70[/destacate]Se podrían añadir muchas más citas de documentos antiguos y más recientes. Uno no puede llegar a otra conclusión que esta: desde los tiempos de los primeros cristianos hasta una fecha muy reciente era la convicción de la mayoría de los cristianos que ambos capítulos se habían cumplido en la destrucción de Jerusalén.
Es un hecho histórico que en la destrucción de Jerusalén murieron más de un millón de personas. Entre ellos ni un solo cristiano.
Spurgeon concluye:
“La destrucción de Jerusalén fue más terrible que ninguna otra cosa que el mundo ha presenciado hasta entonces, ni antes ni después. Parece que incluso Tito vio en su faena cruel la mano de un dios vengativo”6
Por supuesto mantendremos firme nuestra convicción de la segunda venida de nuestro Señor tal y como el Nuevo Testamento lo afirma en muchos sitios. Pero es importante basar nuestras creencias en los textos adecuados. Una exégesis bíblica e histórica nos aporta datos importantes para ello.
El credo niceno-constantinopolitano del año 381 (tiempos de Eusebio) lo resume de forma magistral:
(Cristo) está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Notas
1 John A.T. Robinson: Redating the NT, Oxford (1976). Robinson fue uno de los primeros teólogos del siglo XX que recordó ese hecho y propuso una idea radical: todos los libros del Nuevo Testamento se habían escrito antes de la destrucción de Jerusalén.
4 Epifanio: Panarion, 29,7,7-8. Traducción del autor.
Véase también: Lüdemann: Ketzer: die andere Seite des frühen Christentums, Stuttgart (1995)
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