No hay maldición sin causa, o cualquier maldición debe tener una causa, lo cual es muy lógico.
Algunos de los tweets de Dios que hay en el libro de Proverbios no son de fácil entendimiento, ya sea porque se da por implícita una idea que en principio se nos escapa o porque la traducción del texto no ha sido la mejor posible. Estas dos razones se juntan en el tweet que dice: ‘Como el gorrión en su vagar y como la golondrina en su vuelo, así la maldición nunca vendrá sin causa.’ (Proverbios 26:2). A primera vista es difícil captar la comparación que se quiere establecer entre el ejemplo de los pájaros y la maldición, pareciendo incluso que no hay tal analogía en absoluto, a pesar del uso de los vocablos ‘como’ y ‘así’, con los que se quiere establecer dicha comparación. Hay dos cuestiones que es preciso tener presentes en este texto tal cual está, teniendo que ver una con la traducción y otra con el pensamiento implícito.
La traducción de este pasaje en la Reina-Valera de 1960 no es la mejor que se podía haber hecho, siendo culpable en buena medida de la falta de comprensión de la idea central del pasaje. Si atendemos a la segunda parte del tweet, se llega a la conclusión de que su enseñanza es que no hay maldición sin causa o que cualquier maldición debe tener una causa, lo cual es muy lógico. Pero ¿qué tiene que ver eso con el vuelo del gorrión y la golondrina? Parte de la dificultad reside en que se ha cambiado en la traducción el orden de las palabras, que debería haber sido: ‘…así la maldición sin causa, no vendrá.’ Aunque aparentemente las dos frases parecen casi iguales, hay una diferencia entre ambas, que radica en el énfasis que cada una tiene. La primera lo pone en que siempre hay una causa tras la maldición, la segunda en que la maldición sin causa no tendrá eficacia. Y en esta segunda traducción, que obedece al orden de las palabras en la lengua original en que fue escrito el texto, es donde encaja el símil del gorrión y la golondrina. Se trata de pájaros que tienen vuelos raudos e inquietos, no siendo aves estáticas que tiendan a quedarse paradas. Esa idea del cambiante y fugaz movimiento de esos pájaros, es la que ayuda a entender la comparación, en el sentido de que la maldición sin causa que la justifique, será semejante en su efecto al mudable vuelo de esos pájaros; es decir, no surtirá el resultado duradero que pretendía. La traducción de la Reina-Valera de 1989 ha dado en el clavo al decir: ‘Como escapa el ave y vuela la golondrina, así la maldición sin causa no se realizará.’
Hay personas que viven bajo el temor de poder ser víctimas de cualquier imprecación o maldición que alguien pueda echarles, como si la maldición, por sí sola, bastara para causar daño. El que vive bajo ese temor, se ha metido él solo bajo un yugo terrible, no siendo la supuesta maldición en sí el yugo, sino el mismo temor a ella. Es decir, el temor supersticioso hacia la maldición, hace las veces de la maldición misma.
Una prueba de que la maldición sin causa no tiene el efecto buscado por el que maldice, lo tenemos en David, quien en un momento dado de su vida, el más dramático por el que pasó, cuando su hijo Absalón se rebeló contra él y a punto estuvo de arrebatarle el trono y la vida, tuvo que soportar la maldición que le lanzó Simei, al llamarlo hombre sanguinario y perverso, acusándolo de la sangre de la casa de Saúl (2 Samuel 16:7-8). Como esa maldición obedecía al rencor personal de Simei hacia David, no tuvo ninguna repercusión ni poder sobre David, porque no había ninguna base verdadera que la justificara. Otro caso de maldición que no fue eficaz es el de Balaam, alquilado para que maldijera a Israel, pero al que Dios no escuchó, cambiando su maldición en bendición (Deuteronomio 23:4-5). Tampoco en este caso había fundamento alguno que sustentara la maldición.
Pero si le damos la vuelta a este tweet de Dios, entonces se llega a la conclusión de que de la misma manera que la maldición sin causa es ineficaz, la maldición con causa es eficaz. Y de ello hay abundantes ejemplos en la Biblia. Cuando es Dios el sujeto de la maldición, es decir, quien la pronuncia, entonces esa maldición es eficaz. Como Dios no es hombre, para estar movido por pasiones desviadas, sus maldiciones están basadas siempre en la justicia, siendo la maldición el resultado de la desobediencia a su mandato. Es decir, no puede haber bienestar verdadero, que es la bendición, habiendo desobediencia por medio y, si lo hay, es solo transitorio. Este principio tiene vigencia en la vida individual y en la colectiva. El insoluble problema que este mundo tiene radica en que imagina que puede eludir la maldición haciendo lo que le viene en gana y desafiando las normas de Dios, para descubrir dolorosamente las terribles consecuencias que acarrea tal desobediencia, aunque sin querer reconocer el auténtico origen de dichas consecuencias.
Pero más allá de la maldición terrenal y temporal que la desobediencia puede provocar, existe otra maldición más profunda y temible, que tiene alcance eterno, habiendo solo una manera de escapar de ella y es que Jesucristo, en su muerte, fue hecho por Dios maldición en lugar nuestro, para que podamos obtener la bendición (Gálatas 3:13-14). Esa muerte hace posible que haya un lugar colectivo donde ‘no habrá más maldición’ (Apocalipsis 22:3), lugar preparado para los que han recibido la bendición que fluye de dicha muerte.
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