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¿Firmes y adelante?

Hay una conexión muy importante entre la visión global de la Iglesia y lo que canta la Iglesia.

TEOLOGíA AUTOR 875/Jose_Hutter 22 DE ABRIL DE 2020 12:21 h
Imagen de [link]Andrew[/link] en Unsplash.

A veces no nos damos cuenta: la esperanza de victoria es la base de muchos de los grandes himnos de la fe, escritos antes de nuestra era con su egocentrismo e introspección. Es bueno recordarlo la próxima vez que cantemos el "Castillo Fuerte es Nuestro Dios", de Martín Lutero, el “Firmes y adelante", de Sabine Baring-Gould o el “De pie, de pie cristianos”, de George Duffield - si es que aún se cantan.



¿Creemos realmente que por “nosotros pugnará de Dios el Escogido” que “victoriosamente sus huestes mandará y al fiero enemigo pujante vencerá”? Admito que el lenguaje cuesta algo. Pero esta es la convicción que la Iglesia históricamente ha tenido y lo expresaba en sus himnos a través de los siglos. Lutero no escribió su himno hablando de la segunda venida de Cristo, sino de la victoria del evangelio en un mundo donde un simple monje agustino se enfrentaba a un imperio. E iba a ganar el monje, por cierto.



Aún más claramente vemos esta teología de la victoria en los tradicionales villancicos de Navidad que -igual que las reflexiones de Atanasio sobre la encarnación1- son himnos del triunfo de Cristo sobre el mundo por medio del evangelio. Himnos como “Al mundo paz” lo reflejan. por lo menos en su versión original en inglés que en esto curiosamente difiere de la traducción al castellano. La convicción de que -como resultado de su primera venida- Cristo ahora reina desde el cielo y está conquistando la tierra inspiró a muchos villancicos evangélicos del pasado.



Hay una conexión muy importante entre la visión global de la Iglesia y lo que canta la Iglesia: si su corazón y su mente están llenos de cantos de victoria suele tener una escatología de victoria ya que el triunfo empieza aquí y ahora. Pero si en lugar de eso sus cantos son temerosos, teológicamente inciertos, antropocéntricos y narcisistas -o si son coritos repetitivos e infantiles- su visión mundial y sus expectativas serán escapistas.



Históricamente, el himnario fundamental de la Iglesia ha sido el libro de los Salmos. Es el libro más amplio de la Biblia y Dios, providencialmente lo colocó justo en la mitad de la Biblia, de modo que no pudiésemos pasarlo por alto. Sin embargo, ¿cuántas iglesias aún usan los salmos en sus cultos en los tiempos de alabanza? Vale la pena recordar que el abandono de una escatología de victoria por parte de la Iglesia coincidió con su abandono de los salmos como parte integral de su alabanza.



Los salmos están orientados hacia el reino. Hablan de conquista, triunfo y de la victoria de los santos. Constantemente, nos recuerdan la guerra entre Dios y Satanás y nos llaman a entrar en combate contra las fuerzas del mal y eso, por cierto, con la idea de ganar. Los salmos nos prometen que heredaremos la tierra e invocan la intervención inmediata de Dios -en tiempo e historia- contra sus enemigos. Son los famosos salmos imprecatorios, arma que Dios ha dado a su pueblo y que su pueblo prefiere ignorar.



Cuando la Iglesia cantaba los salmos -no sólo pedacitos favoritos de ellos, sino de manera completa- el pueblo de Dios era fuerte, saludable, agresivo (en el mejor sentido de la palabra) e imparable. Si queremos recuperar una escatología de victoria, tenemos que enseñarla y creer en ella; y un aspecto crucial de esa reforma debe ser volver a cantar los salmos. Solo dos ejemplos:



Porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra. Pues de aquí a poco no existirá el malo; observarás su lugar, y no estará allí. Pero los mansos heredarán la tierra y se recrearán con abundancia de paz. (Sal. 37:9-11).



Venid, ved las obras de Jehová, que ha puesto asolamientos en la tierra. Que hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra. Que quiebra el arco, corta la lanza, y quema los carros en el fuego. Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra (Sal. 46:8-10).



El problema escatológico se centra en un punto fundamental: ¿Tendrá éxito el evangelio cuando lo proclamamos o no? A pesar de sus numerosas diferencias individuales, las diferentes escuelas del pensamiento derrotista están sólidamente entrelazadas en un punto principal: el evangelio de Jesucristo no tendrá éxito en su tarea mundial. La gran comisión de Cristo de hacer discípulos a todas las naciones no se llevará a cabo. Satanás y las fuerzas del “anticristo” prevalecerán en la historia, derrotando a la iglesia y casi haciéndola desaparecer -hasta que Cristo venga en el último momento, como el séptimo de caballería en las películas del oeste, para rescatar el pequeño grupito de sobrevivientes atrincherados en su fortín. Y entonces -pero no hasta entonces- triunfará.



Todo esto tiene que ver con nuestra actitud hacia el futuro. Suelo comentar acontecimientos de índole económico y financiero en mi muro de Facebook y otras publicaciones. Cuando comento algunas de las barbaridades institucionales que están arruinando nuestras economías suele pasar que rápidamente alguien deje su comentario: que esto es señal de los últimos tiempos, que la venida del Señor está a la vuelta de la esquina porque así está escrito. Ahora ocurre lo mismo con el coronavirus y sus consecuencias incalculables para la economía mundial: ya es la hora y el Señor nos arrebatará. Personalmente preferiría que arrebate antes a una larga lista de líderes políticos y presidentes de bancos centrales para dejarlos en el limbo.



¿Qué tal si para variar los cristianos tuviesen suficiente visión para librarse de unos gobernantes corruptos hasta la médula, sin escrúpulos ni principios, para enseñar al mundo lo que el evangelio puedo hacer? No con violencia, por supuesto, sino haciendo lo que el Señor nos ha mandado: predicar el evangelio, ser una voz profética y discipular naciones. No se hará en una semana. Pero en algún momento habrá que coger el toro por los cuernos. Eso empieza con tener una visión. Ocurrió en el pasado. ¿No puede ocurrir ahora?



La "escatología del rapto" de los últimos 50 años ha animado a muchos a abandonar una vida orientada hacia el futuro. Porque es lógico que nadie trabaja para la transformación de la sociedad si no cree que la sociedad pueda ser transformada. Me sorprende que muchos cristianos no son conscientes de esta conexión inevitable y lógica.



[destacate]Nadie trabaja para la transformación de la sociedad si no cree que la sociedad pueda ser transformada.[/destacate]Nadie va a intentar construir una civilización decididamente cristiana si no cree que una civilización cristiana sea posible. Fue la absoluta confianza en la victoria de la fe cristiana lo que dio valor a los primeros misioneros, que sin temor se aventuraron a los más lejanos confines de la Europa pagana como si estuvieran a la cabeza de un ejército, predicando el evangelio, echando fuera demonios, destruyendo ídolos, convirtiendo reinos enteros, poniendo a vastas multitudes de rodillas a los pies de Cristo. Sabían que vencerían. Podían sacrificar sus vidas en la lucha, seguros de que Cristo, el Dueño la historia, estaba de su lado; seguros que los dominios de Satanás estaban siendo despedazados todos los días y que su poder ilegítimo se debilitaba y resbalaba cada vez que avanzaban el evangelio. No se sentían pesimistas en lo más mínimo acerca del poder del evangelio. Dios hizo honor a su fe en sus promesas, y les permitió echar los cimientos de una fe cristiana vencedora que algún día abarcará el mundo entero.



A todos nos gustaría ver un gran avivamiento. Todos -espero- estamos orando por ello. Pero ¿qué pasará si el Señor escucha -sorpresa para muchos- nuestras oraciones y una gran parte de una nación -pongamos que hable de España- llegue a los pies de Cristo? ¿Qué vamos a enseñar a sus dirigentes? ¿Acaso que el humanismo secular y agnóstico es suficiente para gobernar una nación? ¿Que la Biblia no dice nada sobre cómo gobernar una sociedad y un país?



Cuando el pueblo de Dios desobedece y cae en la incredulidad, la iglesia comienza a perder batallas con Satanás. La Biblia enseña que el crecimiento Espiritual de la sociedad va en función del crecimiento espiritual del cristiano individual. "Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe" (1 Juan 5:4).



Todo crecimiento y todo desarrollo son dones soberanos del Espíritu de Dios. Pero no creemos en ningún tipo de progreso "natural" de la civilización. El factor clave se llama “bendición”. Y es un factor político, económico y social que las grandes escuelas de economía en nuestras facultades de sociología no saben explicar. Nuestra civilización surgirá o caerá en términos de la bendición de Dios; y la bendición de Dios es su respuesta personal (y no "automática") a nuestra obediencia a sus condiciones (Deuteronomio 28).



Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se devaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. No se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos (Mat. 5:13-16).



Esto no es solo un mandato para la completa transformación espiritual del mundo. Es nada menos que el principio tan olvidado: el pueblo de Dios sirve de referencia para el mundo, y no al revés. Se nos ordena vivir de tal manera que, algún día, todos los hombres glorifiquen a Dios y se conviertan a la fe cristiana.



Si la iglesia es obediente, los pueblos y las naciones del mundo serán discipulados. Nada menos que esto es la meta. Yo creo firmemente en la vigencia y el cumplimiento de de Mateo 28:18-20. Y mientras viva no me contentaré con menos.



 




1 véase el artículo anterior



 

 


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COMENTARIOS

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Samuel C Samuel
22/04/2020
21:29 h
1
 
Hallará Jesús fe en la tierra cuando vuelva? Pregunta retórica con repuesta no... El amor de muchos se enfriará... Los días de Noé están aquí... No espero "cristianización" del mundo, pero creo que debemos actuar predicando el Evangelio como si nunca volviera vacío, porque la palabra de Dios nunca vuelve vacía sino se cumplirá para lo cual fue enviada: testimonio, condenación o salvación.
 



 
 
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