Los seguidores de Jesús, y que ya han sido acogidos por Él, también deberían ser acogedores de los desvalidos.
El verbo acoger puede tener un sentido muy solidario, un tanto romántico, pero también muy comprometido. Este verbo, aunque en la Biblia se usen otros conceptos con significado similar, es un verbo maravilloso. Sin embargo, sí hay algunos versículos que reflejan el verdadero sentido del verbo acoger: “A ti se acoge el desvalido; tú eres el amparo del huérfano”. (Salmo 1º:14).
Debemos plantearnos la acogida. Los seguidores de Jesús, y que ya han sido acogidos por Él, también deberían ser acogedores de los desvalidos. Deberían ser un lugar sacro de acogida en algún sentido. Este verbo refleja una parte importante y esencial de la vivencia de la espiritualidad cristiana. ¡Acoge, acoge! Puede ser extranjero, puede ser diferente, puede ser pobre, puede ser anciano o enfermo. Sí. Esos son los colectivos más débiles y que más necesitan acogida.
La palabra “acogida”, aunque no se da en el lenguaje bíblico, refleja hoy una buena parte de la esencia del cristianismo, parte solidaria, parte samaritana, parte que nos lleva al amor al prójimo, tema central en toda la Biblia, aunque parezca una palabra más moderna y que, curiosamente, la hemos dejado para las ONGs que trabajan con los excluidos de los bienes de la tierra, las ONGs que trabajan con inmigrantes, los sin techo o, en general, aquellas personas empobrecidas que están en nuestros ambientes sociales. Pues bien. No lo dudemos, Esos son colectivos bíblicos a los que los creyentes debemos estar llamados a acoger.,
Hoy nadie usa el nombre de “Iglesia de acogida”. Sin embargo, la palabra “acogida” es muy interesante desde el punto social y, también, religioso. Nos debería llevar este concepto a ser manos tendidas hacia el mundo sufriente… como debería ser en los cristianos. “Acogida”, concepto válido para la iglesia. Si Jesús es el eje central de la iglesia, y sobre el que todo gira o debe girar, tenemos que observar que Él fue una persona y, más importante aún, un Dios acogedor de aquellos excluidos del sistema económico del mundo.
Hay muchas implicaciones del concepto acogida. ¡Qué interesante sería que, en el lenguaje actual de hoy, se pudiera decir que existen iglesias de “acogida”! Nos conectaría con la sociedad, con el prójimo sufriente, con el compromiso con los débiles del mundo… con Jesús, modelo de acogida de los marginados, estigmatizados y débiles de la tierra. Y no solamente quiero decir con esto que sean iglesias en las que haya personas sin techo que puedan dormir, o que se formen comedores en donde puedan alimentarse los hambrientos de la tierra, sino que sean iglesias comprometidas a tope con el prójimo sufriente, denunciadoras de las estructuras económicas, sociales y religiosas que les hacen sufrir, iglesias con los brazos abiertos en acogida a los más débiles de la tierra.
Observemos las pautas de la auténtica acogida. Simplemente habría que seguir las pautas, los estilos de vida y las prioridades del Maestro. Él tuvo una cercanía y un corazón sensible que no se acababa sólo en la acogida a los pecadores, sino también, y con la misma intensidad, a los débiles, empobrecidos, despreciados y aquellos que eran injustamente maltratados por los grupos religiosos de la época, por las pautas sociales y religiosas del momento o, en su caso, por los grupos de puros que se autojustificaban a sí mismos por sus méritos, en contra de una salvación gratuita y por fe.
No creamos que la acogida debe ser exclusiva y prioritariamente para nosotros, los religiosos. Hoy, muchos de los integrados en las iglesias y en la sociedad de consumo, piensan que ellos deben ser los “acogidos” de forma prioritaria frente a los pobres y marginados, quizás porque ellos son los que calientan los bancos de las iglesias. Pueden pensar que son los dignos, los “puros” del sistema. ¡Cuidado! Es un error, y se nota que no conocen los valores del Evangelio. El Evangelio, en la mayoría de los contextos y ocasiones, “acoge” a aquellos que ni siquiera piensan que ellos pueden ser acogidos por el Dios de la vida al reconocerse como pecadores y excluidos sociales.
Habrá sorpresa para muchos de los acogidos. Muchos de los que deben ser acogidos prioritariamente en las iglesias, tienen el mismo sentir que tuvo el Hijo Pródigo de la Parábola: “No soy digno”. “No soy digno de ser llamado tu hijo”, pensaba el hijo pródigo y perdido de la parábola. Sin embargo, su sorpresa fue cuando tuvo una acogida tan especial, una gran fiesta, porque el hijo que “era muerto ha revivido”. Fue también la sorpresa de Zaqueo y de muchos otros que nunca habrían esperado esa “acogida”. Lección para la iglesia, parámetros que la iglesia ha de seguir si se quiere considerar Iglesia de “acogida”. Así, muchos considerados pecadores, prostitutas despreciadas o mujeres pilladas en el acto de adulterio.
También puede haber acogida para los ricos, los poderosos, los acumuladores, los opresores, pero con una condición fundamental que vamos a ver. Así, pues, en estos contextos, siempre me gusta hacer también una mención que es importante. Los ricos de este mundo, los acumuladores, los que mantienen las estructuras económicas y sociales de pecado, también pueden ser acogidos. Igualmente, con los injustos y con los opresores del mundo. La oferta de acogida es universal, es para todos, aunque hay una condición fundamental.
Habría que hacer alguna especificación importante: estos últimos, los ricos, injustos y opresores que acumulan desequilibrando el mundo, también pueden ser acogidos cumpliendo una premisa, que es que se arrepientan, que compartan y que aligeren el peso de sus fortunas a favor de los pobres para que este peso tan duro no les impida el seguimiento al Maestro. Son las consecuencias y la repercusión social y espiritual de la auténtica conversión. La iglesia, en su acogida a los ricos y acumuladores del mundo, debe tener en cuenta estas líneas en su acogida hacia ellos.
Así, pues, os dejo con estas reflexiones para que penséis en la acogida. Más aún, en como nuestras iglesias pueden ser “iglesias de acogida”, siguiendo los pasos de su Maestro
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